Capítulo 31

208 6 0
                                    

Despedimos a la familia de Eiza, Santi estaba cansado, y se fue a su recamara a dormir un rato, Eiza y yo nos sentamos en el piso de la sala, y entonces ella me dijo que tenía antojo... pero de mates. Mates, ¿de dónde iba a sacar yo lo necesario para hacerle mates a Eiza?:

S: ¿Mates, Eiza? ¿De dónde quieres que saque las cosas para hacer mate? Sabes que la yerba solo se consigue en el sur.

E: Pero hace mucho que no tomo un mate...

S: Yo también pero... -suspira al ver la cara de Eiza- Solo, déjame hacer una llamada, ¿sí?

E: Bueno. Eres el mejor, ¿sabías?

S: Mmm, me acabo de enterar... bésame.

Eiza hizo caso, estiró un poco el cuello y me besó. Podía sentir su sonrisa en el beso, y entonces quise que durara para siempre. Lo prolongué lo más que pude, nos separamos por falta de aliento, y ella me miró tímida, con una media sonrisa que me resulto enloquecedora.

(...)

Media hora después de que escuché las quejas de Eiza porque quería mates, llegó un amigo mío de Argentina. Vivía en México, pero su vicio era el mate, y por eso, todos los meses recibía un cargamento de yerba, además de tener mates, bombillas y termos de sobra. Decidí comprarle 1kg de yerba, una bombilla, un mate y un termo.

Preparé todo para tomarlos dulces y comencé a cebar, y fue cuando Eiza agarró el mate con la mano izquierda, que noté que llevaba el anillo que yo le había comprado, el que le iba a dar pidiéndole que se casara conmigo.

Tenía la mirada fija en su mano, ella me estaba contando algo, pero había perdido el hilo de la conversación. Oí su risa, y quizá esperaba que yo también me riera porque su reacción al ver mi rostro, no fue muy divertida. Su sonrisa se desvaneció de golpe y, colocando su mano derecha en mi rostro, me preguntó:

E: Hey, Sebas, ¿qué te pasa? Hace rato que estás así, serio, como perdido Intenté hacerte reír, pero ni siquiera me estás escuchando. ¿Qué sucede?

S: El anillo...

E: ¿Qué anillo? ¿De qué hablas?

S: Tu mano izquierda, el anillo...

E: -mira su mano izquierda y ve el anillo de compromiso- Oh...

S: Te lo pusiste. Eso quiere decir que...

E: -lo interrumpe- Sí. Significa que sí me quiero casar contigo -sonríe-.

S: Eiza... ¡te amo! Te amo, mi amor. Nos vamos a casar... ¡GRACIAS, DIOS! -mira al techo- Nos vamos a casar, tu mami aceptó, ¿oíste? -dijo hablado cerca del vientre de Eiza-. La emoción del primer hombre que pisó la luna, en este momento, no es nada a comparación de la mía. Eiza -la mira a los ojos, vidriosos por las lágrimas-, escúchame muy bien -ella asiente-; eres la mejor mujer que ha entrado en mi vida, y voy a luchar contra quien sea, para estar a tu lado, amándonos, para toda la eternidad.

E: Te amo, Sebas... Te amo, te amo, te amo, te amo, ¡te amo, joder! -se levanta y va hasta el balcón- ¡YO AMO A SEBASTIÁN RULLI! ¿ESCUCHARON BIEN? ¡AMO A SEBASTIÁN RULLI! -siente que Sebas la abraza y la lleva adentro-.

S: ¡Estás loca!... Y por eso te amo... -le besa el cuello-.

E: ¿Una mujer está loca cuando llega un hombre a su vida que le demuestra que la ama, y le da vuelta el mundo 180°, para convertirlo en el paraíso en el que se quiere quedar siempre? Entonces sí, estoy loca. Muy loca. Loca por ti, loca de amor...

S: Yo estoy más loco por ti, mi vida…

Estaba por darle un beso a Eiza cuando me di cuenta de que Santi venía con pasos somnolientos y frotándose los ojos con una mano. Se detuvo a unos metros de nosotros y preguntó:

San: -con voz adormilada- ¿Por qué gritaban? –bosteza-.

E: Porque tu papi y yo te tenemos una sorpresa –sonríe-.

San: Yo amo las sorpresas -dijo, esta vez con una voz un poco más despierta-. ¿Qué es, qué es, qué es, qué es?

E: Pero que chiquillo impaciente eres, eh…

San: Es que me gustan muchisisisisisimo las sorpresas… -se excusó-.

E: Bueno –camina hasta él y lo alza en brazos-. Tu papá y yo –le extiende la mano a Sebastián- ¡nos vamos a casar!

San: ¡Siiii! ¡Por fin Eiza va a ser mi otra mamá!

E: -ríe- ¿Tu otra mamá? A ver, ¿cómo está eso?

San: Sí, es que ya tengo una mamá en mi casa, ahora solo me faltaba otra en la casa de mi papá, y esa vas a ser tú.

E: Mi vida -le besa la mejilla-. Yo estaré encantada de ser tu nueva mamá...

San: ¿Y serás la mamá de mis hermanitos?

E: De todos ellos...

San: Papi -mira a Sebas- ¿puedo decirle mamá?

S: Eso depende de lo que ella quiera -mira a Eiza-.

E: Claro que puedes decirme mamá, Santi...

San: ¿Sabes qué?

E: ¿Qué, mi amor?

San: Te amo, mamá -la abraza-.

E: Yo te amo más -lagrimean sus ojos y lo abraza-.

Las lágrimas de Eiza cayeron mientras ella abrazaba a Santi, y yo los abracé a ambos. La sensibilidad de Eiza iba en aumento, y las palabras de Santi la habían limitado.

Miré la hora. Ceci me había dicho que llevara a Santi a las 19:00 y ya eran 19:30, debía llevar ya a Santi y llegar con una buena excusa para Ceci, o estaría en problemas.

(…)

Regresé de casa de Ceci, donde le expliqué que Santi se había quedado dormido, y que me daba lastima despertarlo, por eso llegamos tarde.

Ceci parecía estar indiferente a ello, así que me ahorré mil y una explicaciones que le doy usualmente cuando llevo a Santi tarde.

El llegar, Eiza estaba cocinando, y cantando con esa voz tan dulce y angelical que tiene. Estaba cantando Roar, y yo me acerqué a ella por detrás, y le di un beso en el cuello, provocando que se sobresaltara.

E: ¡Sebastián! Me asustaste…

S: -besando su cuello- ¿Por qué?

E: Pues porque estaba tranquila, y llegaste tú, y comenzaste a besar mi cuello –suspira- de la nada… Sebastián, me vas a dejar marca…

S: ¿Y qué importa? –Continúa besando su cuello-.

E: Es que… –siente una mordida leve en su cuello- ¡Oye! La vampiresa aquí soy yo, y si no te quedas quieto ahora, no habrá postre.

S: Okay –levanta los brazos y da unos pasos hacia atrás- ¿ni un besito?

E: -se voltea hacia él- No…

S: Uno solo, chiquitito, porfis –hace un puchero-.

E: -se acerca y le da un pico- ¿Contento?

S: Sí –sonríe-.

E: Bueno, ahora ve a cambiarte y lávate las manos.

S: Sí, señora.

Me giré para ir a cambiarme y después a lavarme las manos, y sentí que Eiza me golpeó en las nalgas con un repasador que tenía sobe la mesada. La miré, achiqué los ojos y ella rio sonoramente. Seguí mi camino, ya tendría mi dulce venganza…

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora