Capítulo 41

147 5 1
                                    

Horas, habían pasado casi ocho horas del nacimiento de mi niña, y yo seguía maravillada por la belleza que tenía. Para mí era realmente perfecta.

Si de por sí hablo mucho, nunca había hablado tanto como ese día, había anochecido y mi bebita dormía sobre mi pecho. La había amamantado, y luego de eso se durmió rápidamente. No quería separarme de ella por nada del mundo.

Llevaba hora y media hablando sobre su carita y, al parecer, había aburrido demasiado a Jimena:

J: Oye, mamurra, ¿por qué no escribes un libro sobre Diann y luego yo lo leo?

E: Lo siento, Jimena, pero es que es tan hermosa.

J: Lo sé, es hermosísima, ¡pero si sigues así la vas a ojear!

E: Es que, su naricita, y su boquita…

J: ¿Por qué no dejas que el papá la tenga un rato?

E: Sebastián ya debe haberse ido.

J: No, hace cinco minutos, cuando fui a buscar el café, él seguía sentado en el pasillo. Me dijo que a Santi se lo había llevado tu mamá, y luego preguntó si estabas dormida, porque quería pasar a ver a Diann.

E: -suspira- Dile que pase, porfis. Y si quieres, puedes irte a descansar.

J: ¿Estás segura?

E: Sí, ya es muy tarde y todos se han ido a sus casas. Tú fuiste la única que se quedó, así que tienes derecho de irte a descansar.

J: Bueno, si necesitas algo, me whatsappeas, ¿sí?

E: -le sonríe- Sí.

Jimena salió de la habitación e instantes después, entró Sebastián. Miraba directamente a nuestra hija, quizás evitando mirarme a los ojos, pero fue imposible. Sentí como mi sangre ardía cuando sus profundos ojos verdes atraparon los míos. Mi mente estaba en blanco y no podía articular palabra, solo pensaba en que quería comerle la boca de un beso, en pocas palabras, reclamar esos labios que eran míos.

Sebas se acercó despacio a mí y se sentó en una silla al lado de la cama.

E: ¿La quieres cargar?

S: Sí, por favor.

Con muchísima delicadeza, dejé que Sebastián tomase a Diann en sus brazos y él de inmediato sonrió y comenzó a mecer a nuestra hija en sus brazos.

No podía negar que jamás dejaría de estar enamorada de aquel hombre.

S: ¿Les avisaste a las niñas?

E: -suspira y se lleva una mano a la frente- ¡Las niñas! ¡Se me había súper olvidado!

S: ¿Cuándo fue la última vez que las viste?

E: El día del Eizatico, ¿por?

S: Solo era por curiosidad. ¿Y Agus? ¿Cómo va con el chico ese?

E: Eh, con eso…

S: ¿Qué pasó?

E: Él, bueno… él terminó con ella.

S: ¿Él la dejó? ¿Cuándo?

E: El 10 de noviembre. Por eso su mamá me dio permiso de que viniera a México. Hace un tiempo que está viviendo aquí, en casa de su tía, ¿no sabías?

S: ¿Y ella, cómo está?

E: Destrozada. Nosotros bien sabemos cómo ella lo quería. Y él la dejó con la excusa de que era “muy poca cosa”.

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora