Capítulo 10

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Dudé por un momento, no quería saber de qué se trataba la carta, y mucho menos pensar en una respuesta para ello. Pero de todas maneras la abrí, de eso dependía mi libertado con Sebastián. La prolijidad de la letra de DJ siempre me había encantado, era muy elegante y realmente hermosa. El color negro de la tinta del bolígrafo zumbaba por toda la hoja y comencé a leer:

Eiza:

        Seguro ya no recuerdas cuando nos conocimos, estabas parada el primer día de grabación junto a Wilmer, repasando tus líneas en el guion y te acomodaste un mechón de cabello detrás de la oreja, entonces pude ver con exactitud el lado izquierdo de tu hermoso rostro, tu boca perfecta, tus ojos grandes y de un color cobrizo debido a las luces, tu gran sonrisa con esa hilera de dientes blancos y perfectos, y tu nariz larga y recta. Me miraste y me sonreíste, ahí pude notar que tus ojos en realidad eran tan oscuros y profundos como un infinito, y que del lado derecho de la cara tenías un hoyuelo, y me cautivaste desde ese instante.

        Indirectas muy directas constituían un plan de conquista, quería tu corazón, aún lo quiero. Pero sé que le pertenece a alguien más y que no estoy en la posición, ni tengo el derecho de quitárselo. Tu eres dueña de tus sentimientos, tú decides con quién estar, por eso lo dejo a tu criterio. Si decides darme una oportunidad, juro que solo tendría vida para ti, que serías mi reina, la dueña de mi corazón.

        La respuesta de esta carta no tiene fecha límite, si tuviese que esperar mil años por una respuesta, los esperaría. Por ti, renunciaría a todo, me quedaría como un perro durmiendo en la lluvia. Dejaría el mundo y cambiaría todo por ti, y no exagero. No te estoy pidiendo que me digas que sí, pero moriría porque esas dos letras salieran de tu boca y llegaran a mis oídos con esa melodía tan armoniosa que es tu voz, o ver los trazos de las mismas, realizadas por tus manos de diosa en una hoja blanca.

        Simplemente, responde, por favor. Tomate todo el tiempo del mundo, pero no me dejes colgado de este hilo, te lo ruego. Nunca tuve el valor de decírtelo frente a frente, pero yo te amo, y ya sabes; When a Man Loves a Woman…

                                                                            Con amor, DJ Cotrona.

Sebastián seguía ahí parado, mirándome tan detenidamente, que hasta creí que había llegado a leer lo que decía en la carta a través de mis ojos. No quería lastimar a ninguno de los dos. Amaba a Sebastián, y mi lugar estaba junto a él, pero DJ... desde el primer momento, me trato como si fuese su ama, me hizo sentir como la mujer más especial del mundo. A pesar de ser distraído y tener varias faltas que Sebas en realidad no tiene, era muy amoroso, aunque sabía ser odioso cuando quería, pero no era excusa para lastimarlo después del gran hombre que había sido conmigo.

Doblé nuevamente la carta y la guardé en el sobre. Bajé la mirada hacia el mesón para que Sebastián no notara mis ojos brillosos por las lágrimas y le pregunté lo más natural que pude:

E: Bien, ¿qué vamos a cenar?

S: Pedí una pizza, estará aquí en 10 minutos.

La calidez en su voz regreso, al igual que mi tranquilidad. Tan pronto asentí, me rodeó con sus grandes brazos mientras me daba repetidos besos, yo enterré mi cabeza en su pecho, intentando que eso me persuadiera de pensar una respuesta para DJ, y de que Sebastián me hiciera preguntas que no podría responder, pero no funcionó, él preguntó:

S: Eiza, la carta de DJ... ¿puedo saber que decía?

E: Sebas, en verdad, no quiero hablar de eso ahora.

S: ¿Entonces cuando? Mi tiempo en LA se acaba, y tengo muchas cosas que hacer contigo antes de irme, sólo me quedan 2 días y un par de horas. Lo único que quisiera es encerrarme una semana contigo y hacer que ambos nos olvidemos del mundo por completo, pero es imposible, y, de verdad, si no confías en mí o prefieres evadir ciertos temas, ¿cómo haremos llevadera nuestra vida juntos en el futuro? Yo digo que, si te abrieras un poco más conmigo...

E: -ríe-.

S: -confundido- ¿De qué te ríes?

E: -reprime la risa- De nada.

S: ¿A caso te pareció gracioso todo el discurso que te di?

E: Claro que no, es que dijiste "Si te abrieras un poco más conmigo", y no pude evitarlo.

S: ¡Que raro! -con tono irónico- ¿Desde cuándo, tú, tan mal pensada?

E: ¡Sebas! -ríe y le da un golpecito en el hombro- Bueno, yo podría abrirme más contigo -le guiña un ojo-.

S: Bueno, eso me encantaría en todos los sentidos -ríe-, pero ahora hay que cenar, por si no te has dado cuenta, acaban de tocar el timbre y seguro es el delivery.

E: Bueno, iría a atender yo, pero no creo que te agrade que lo haga cuando no tengo nada más que la bata puesta.

Sebastián se separó de mí y me miró desde el escote de mi bata, hasta donde terminaba y luego me miró a los ojos, una mirada que estremecería a cualquier mujer en un segundo. Y yo no era la excepción. Me estrujó entre sus brazos y me dio un beso salvaje que me dejó completamente sin aliento, e inmediatamente se retiró a abrir la puerta, dejándome ahí, descolocada, por primera vez en mi vida, dependiente de los besos y caricias de un hombre.

(...)

Cenamos, o se supone, porque no hicimos más que hablar, reírnos, besarnos... hasta que el timbre sonó nuevamente, yo me fui a la habitación para cambiarme y ponerme algo de ropa mientras Sebastián atendía la puerta. Solo estábamos entre casa, no saldríamos a ningun lado, pero aun así, siempre me gustaba arreglarme para Sebastián. Por eso me puse un vestido amarillo de falda suelta y recordé ese simple dicho "La que de amarillo se viste, en su belleza confía", y me sonreí a mí misma en el espejo. Ahora que mi pelo estaba oscuro, mi piel más bronceada y mi cuerpo mucho más pronunciado, era más fácil para mí hacer que un hombre se fijara en mí, aunque nunca me había costado trabajo, y menos con Sebastián.

Cuando volví a la sala, Sebas estaba sentado en el sofá con el celular en la mano. Caminé a paso medio hasta él y me senté a su lado, rápidamente me miró, me abrazó y me dio un beso fugaz.

E: ¿Quién era, Sebas?

S: Nadie importante, solo querían saber si este era el departamento de Sunny Jones, les dije que no.

    Amo que te vistas de amarillo.

E: -sonríe- Lo sé, por eso me vestí de amarillo.

S: Eiza, ¿puedo decirte algo?

E: ¿Qué?

S: Te amo...

E: ¿Y, por qué me amas?

S: No lo sé... o bueno, sí lo sé. Uno no elige a quién amar en esta vida, solo se enamora. Y yo, me enamoré de ti.

Miré a Sebastián y le sonreí. Él siempre me decía cosas hermosas, pero como esta, ninguna. No tenía razones para amarme, y sin embargo, me amaba. Era un hombre perfecto... sumamente perfecto.

S: Razones por las cuales te amo: Eres única, bella, inteligente, tierna, perfecta, risueña, tímida (a veces), sabes defenderte, eres fuerte, elegante, perra con quién lo merece, noble, talentosa, bondadosa, modesta, ingeniosa y millones de cosas más. Eso te hace perfecta. Eso hace que te amé.

Al parecer sí tenía razones para amarme, según él. Jamás fui de auto elogiarme, pero en algunas cosas sí tenía razón. Yo también tenía razones para amarlo, y él lo sabía: Era caballero, detallista, dulce, humilde, hermoso, todo un guerrero, sabía cómo hacer sentir bien a una mujer, de alguna manera era... mágico. Y todo eso, para mí, también lo hacía perfecto. Por eso, y por muchas cosas más, yo Amaba, Amo y Amaré a Sebastián Rulli.

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora