Capítulo 18

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Cuando llegué a México, me dieron la mejor de las bienvenidas, mi hijo me estaba esperando en el departamento. Él tenía un juego de llaves, probablemente así entró. Estaba sentado en mi sofá y tenía un globo azul en la mano. En cuanto abrí la puerta, saltó del sofá gritando: -¡Papi!, ¡papi!, ¡llegaste!, ¡llegaste! -. Corrió hacia mí y saltó a mis brazos, lo recibí con un gran abrazo. Mi maleta y bolsos quedaron tirados en el piso, ya que siquiera me dio tiempo de dejarlas en un buen lugar. Besé su pequeña frente, y le dije:

S: Hola campeón. ¿Cómo estás?

San: Bien, papi, mami dijo que hoy volvías.

S: Sí, y adivina qué.

San: ¿Qué?

S: Te traje unos regalos...

San: Iupiii!!!

S: Ahora te los voy a dar, pero primero dime, ¿quién te trajo aquí?

San: Una amiga tuya, papi.

S: ¿Y... no sabes cómo se llama?

San: Mmm, Angélica o algo así...

S: ¿Angelique?

San: ¡Sí! ¡Ella! Ahora, ¿me das mis regalos?

S: Claro campeón.

Bajé a Santi de mis brazos y le di una bolsa con juguetes que había comprado para él durante mi estadía en LA. Me pregunté si Angelique seguía en mi departamento, no creía que fuese tan irresponsable como parada dejar a un niño de 5 años solo, así que mientras Santi abría los regalos, me dirigí a mi habitación, dejé mis maletas sobre mi cama y me fui a la cocina. Angelique estaba allí, con la puerta del refri abierta, buscando quién sabe qué cosa. Llevaba un vestido corto color verde coral y un par de tacones de hebilla a juego. Se enderezó mirando una lata de arvejas, rotándola con la mano un poco, tal vez buscando la fecha de vencimiento. Reí al verla hacer eso, dudaba que estuviera por cocinar. Me acerqué y dije:

S: ¿Piensas cocinar?

A: -se voltea- ¡Sebas! -lo abraza.

S: -sonríe- Angelique.

A: Pasó tanto tiempo.

S: -se separa de ella- Pasó una semana.

A: Bueno, a veces el tiempo parece más largo cuando te mantienes lejos de las personas que amas... o que de verdad te importan.

S: No creo que sea el caso.

A: ¿Y si lo fuese?

S: Estoy teniendo un dejabú.

A: ¿A qué te refieres?

S: Angelique, ya habíamos hablado de esto antes. Yo no te amo.

A: Ay, por favor Sebastián. Mira, hace tiempo lo acepté, y solo estoy aquí por hacerle un favor a Ceci y para visitar a uno de mis mejores amigos.

S: Okay.

Me senté en la banqueta que había en el mesón de la cocina y me puse a pensar en Eiza. ¿Qué estaría haciendo ahora? ¿Y si la llamaba? Sí, lo mejor era llamarla. Saqué el celular de mi bolsillo y cuando estaba a punto de marcarle, Santi irrumpió en la cocina corriendo/saltando sosteniendo uno de los autos que le había comprado en la mano i gritando:

San: ¡Papi! ¡Están increíbles los juguetes que me compraste! ¡Gracias, gracias! ¡Eres mi héroe!

S: Que bueno que te gustaron, campeón, ¿sabes quién me ayudó a escogerlos?

San: ¿Quién?

S: Es una gran amiga mía que te quiere mucho y a la que tú también quieres mucho.

San: Mmm... ¿Me das otra pista?

S: Mmm, bueno. Hace un tiempo se mudó lejos.

San: ¿Es muy bonita y alta?

S: Sí, es muy hermosa y muy alta...

San: ¡Ya sé! ¡Ya sé! ¿Es Eiza?

S: ¡Sí! Y ya te sale decir bien el nombre. A propósito, Eiza te manda saludos.

San: Yo quiero verla...

S: Bueno, me parece que muy pronto la verás y te dará una linda sorpresa.

San: Amo las sorpresas, no puedo esperar.

Santi saltó nuevamente a la sala, sinceramente, admiraba esa energía inagotable que tenía. Miré a Angelique que estaba cocinando, o bueno, abriendo una lata y no pude evitar la expresión de molestia en su rostro. A pesar de que ella lo negara, sabía que sentía algo por mí. Me lo había confesado cuando estábamos trabajando en Teresa y yo me negué a aceptar cualquier propuesta suya, porque no sentía nada más que una simple y pura amistad por ella. Insistió durante un tiempo y me seguí resistiendo, hasta que se dio por vencida. Eiza no sabía nada de ello, y planeaba que no se enterara de nada.

Caminé un par de pasos hasta Angelique y apoyé los codos en el mesón donde, ahora, estaba cortando un par de verduras. Reí por su expresión, parecía una niña empacada. Pensé que, si le decía que Eiza tenía muchas ganas de verla, se sentiría algo más calmada, o se aliviaría un poco la tensión del ambiente:

S: ¿Sabes que Eiza muere por verte?

A: ¿Ah, sí? Que bien –sonrió-. A mí también me encantaría volver a verla.

S: Está muy emocionada por volver para acá a pasar unos días.

A: ¿Y por qué no viene?

S: Vendrá, no lo dudes.

A: ¿No sabes cuándo?

S: No tengo idea, pero supongo que pronto. Lo que sé es que nos trae una gran sorpresa a todos.

A: Apuesto a que tú sabes de qué se trata la sorpresa.

S: De hecho…

A: ¿Y no me das un adelanto?

S: Mmm… me lo prohibieron.

A: ¿Acaso está en pareja?

S: Se podría decir que sí.

A: Que bueno, mientras que no sea como el último infeliz que le tocó y ella esté contenta, yo estoy bien.

Pensé en las palabras de Angelique y mi único deseo fue lograr que la vida de Eiza fuese perfecta. Que siempre sea feliz, que esté junto a mí, que seamos una gran familia con mi nuestro hijo, Santi, y todos los que Dios nos quiera dar.

No imaginaba una vida sin ella, o lejos de nuestro bebé. Ahora había ocupado el primer lugar de mis razones para vivir.

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora