Capítulo 14

156 4 0
                                    

Miré el reloj, las 22:00 y Sebastián no llegaba. Las niñas ya se habían ido, hace más de una hora habían ido a recogerlas, ¿qué diablos estaba haciendo Sebastián, que no venía? ¿Dónde, o mejor dicho, con quién estaba? Maldita sea, Sebastián me las iba a pagar, me estaba hundiendo en un mar de nervios.

Golpeé de una vez más el mesón de la cocina, como si eso ayudara en algo, y miré el celular. Nada.

El sonido de la llave en el cerrojo de la puerta me llevó a pararme frente a ella. Sebastián entró casualmente, lo que hizo que mi ira aumentara, ¿qué le pasaba? ¿Acaso no pensó en lo preocupada que yo debía estar?

E: -seria- ¿Dónde estabas, Sebastián?

S: Fui a comprar la comida, mi amor.

E: -se cruza de brazos- ¿Y se puede saber por qué tardaste tanto?

S: Un pequeño percance.

E: ¿PEQUEÑO? Estuviste más de dos horas fuera, "comprando la comida", ¿estabas con otra mujer?

S: ¿Por qué haría eso, Eiza? Sabes que te amo.

E: No me mientras, Sebastián, te conozco.

S: ¿Así que me conoces? ¿Entonces por qué no me crees, si te estoy diciendo la verdad?

E: Sé que estás mintiendo, sé que estabas con otra mujer, no hay otra explicación.

S: Sí, Eiza, sí la hay. Además, no estaba con otra mujer, No tenía por qué hacerlo. Eiza, ¿estás desconfiando de mí?

E: Si lo hago es porque tú me estás dando razones.

S: ¿Acaso me viste con alguien, para decir que te estoy dando razones?

E: ¡Sebastián!

E: ¡Eiza!

Me acerqué a él, no quería pelear pero me sentía muy mal, estaba emocionalmente inestable. Lo miré con una dureza que no sabía que podía tener. Pude notar a travez de sus ojos que lo estaba lastimando. Él jamás me había mentido ni traicionado y en cambio yo... en fin. Estaba presionando fuertemente su brazo hasta que él, con su fuerza, lo echó a un lado, tirándome al mismo tiempo. Caí sobre el sillón, el hecho de que Sebastián haya hecho eso, me dolió en lo más profundo del alma, y casi al instante comencé a llorar.

S: Eiza, ¿estás bien? -se acerca a ella e intenta ayudarla.

E: -se aleja- Dejáme, Sebastián, ¡no me toques!

S: Eiza, por favor, ven. Perdóname, juro que fue un impulso, fue sin querer.

E: ¡Te dije que no me tocaras! ¡Déjame!

S: Está bien, te dejaré.

No sabía en qué sentido estaba hablando Sebastián, pero se alejó de mí y caminó rápido hasta la habitación. Me tomó menos de cinco minutos calmarme y poder levantarme del sillón e ir hasta la habitación. Entré casi sin hacer ruido y vi que Sebastián estaba haciendo sus maletas, me desarmé completamente con aquella imagen. No quería que se fuera, esa nunca fue mi intención. Sí, estaba molesta, pero no quería alejarme de él.

E: Sebastián, ¿qué estás haciendo?

S: ¿Que no es obvio? Me pediste que te dejara y eso estoy por hacer -cierra la maleta-. Te voy a dejar.

E: ¿Te vas a ir?

S: Sí, no hay manera mejor de dejarte en paz. Además, con lo que acabas de hacer, me demostraste que no tienes ni la más mínima confianza en mí, y una relación sin confianza no puede funcionar, Eiza.

E: ¿Y me vas a dejar así como estoy?

S: Era lo que tú querías. Ni todo el amor del mundo puede sacar adelante una relación en la que no dejas que tu pareja hable, que se comuniquen. A lo mejor y si me voy, puedes armar una vida mejor y diferente, con muchas más posibilidades.

E: No, Sebastián, es que tú no entiendes...

S: ¿Qué no entiendo? Sólo buscabas una excusa para deshacerte de mí.

E: No exageremos las cosas, Sebastián, yo solo...

S: Es tarde, Eiza, ya tomé una decisión y ahora mismo me voy.

Sebastián me dio la espalda, esta era la segunda vez que nos separábamos y me parecía que dolía peor, puede ser porque mis emociones estaban al mil, o puede que sea porque, la primera vez, no me había dado cuenta de cuánto lo amaba en realidad.

De un momento para el otro, no podía dejar de llorar. Me acerqué hasta él y lo abracé por la espalda, mi cabeza en su hombro me permitía escuchar como respiraba pesadamente, evitando sollozar.

E: -llora más fuerte- Sebas, no me dejes.

S: Basta, Eiza. Ya es tarde.

E: No Sebastián. No te vayas por favor... Yo te amo.

Sentí que el pecho de Sebastián se contrajo de una manera brusca y repentina. Separó mis brazos de su torso y tomó la maleta, salió de la habitación y yo me quedé tildada por un segundo, hasta que lo seguí nuevamente. Ya no estaba en el depto. Corrí fuera de él, no sabía para qué lado se había ido, había elevadores en ambas direcciones. Corrí a la derecha, seguía llorando desesperadamente, el derecho era el elevador que estaba más cerca. Jhon, un vecino mío me detuvo y me preguntó qué sucedía, no podía hablar y mucho menos perder tiempo. Sebastián podía estar yéndose de mi vida para siempre y sin saber que se estaba por convertir en papá.

Empujé al pobre hombre hacia un lado, no sé de dónde saqué fuerzas pero logré quitármelo de encima y continué mi camino. En el elevador derecho no había nadie. Maldije y corrí en dirección contraria, al llegar al elevador izquierdo, estaba a punto de cerrarse, y Sebastián estaba adentro. Me detuve y lo oí decirme:

S: Yo también te amo, Eiza.

Nuevamente desarmada, vi el elevador cerrarse. Sin saber qué hacer, solo me dejé caer en el piso, llorando porque el hombre que amaba me estaba abandonando. Cerré los ojos, y, juro por mi hijo que en ese momento estaba creciendo dentro de mí, que oí la voz de mi papá, diciéndome que no me rindiera, que no bajara los brazos porque él me había enseñado a ser fuerte, y que siempre había una solución.

Entonces fue cuando me di cuenta, las escaleras, aún tenía oportunidad. Corrí hasta ellas y bajé lo más rápido que pude, comenzaba a sentirme mareada, me dolía la cabeza y estaba intentando dejar de llorar y enfocarme en lo que estaba haciendo, hasta que llegué abajo. Sebastián estaba cargando sus maletas en una camioneta, atravesé el lobby y llegué a la puerta, Sebastián no se percató de que yo estaba ahí, hasta que solté un grito y unas palabras que hicieron que me doliera la garganta, el pecho, todo.

E: ¡NO QUIERO QUE MI HIJO TAMBIÉN CREZCA SIN SU PADRE!

S: -se voltea hacia ella- ¿Qué?

En el instante en que Sebastián se volteó, el mundo se me vino abajo. El dolor de cabeza me había acabado. Mis manos y pies ya no respondían, vi que Sebastián corría hacia mí gritando mi nombre y lo último que recuerdo es que caí sobre sus brazos. Había hecho lo que debía, pero no sabía si había funcionado.

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora