Capítulo 9

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Cuando estábamos por salir de la piscina, yo caminé primero, y Sebastián, como siempre, hizo algo que no me esperaba para nada; jaló de una de las tiras que tenía al costado de las bragas de mi bikini, y la desató. Mi cara se puso de todos colores, Dios, él estaba dispuesto a todo en este momento, y yo... yo le seguiría la corriente. Me volteé hacia él y mientras lo miraba tan sensual como podía, me mordí el labio inferior juguetonamente. Me encontraba sosteniendo un costado de mis bragas, jalé de las tiras del lado opuesto y luego de desatarlas, las sostuve también. Si las soltaba, quedaría desnuda antes de tiempo. Sebastián paseaba sus ojos ansiosos por todo mi cuerpo, y eso provocó que yo soltara una risa.

S: -con la voz ronca- Amo tu risa...

E: Ssss... ¿La quieres escuchar de nuevo? -ríe.

S: Por Dios, ¿qué estás buscando de mí mujer?

E: Ah, ah, ah... -niega con la cabeza-. Tú empezaste, ahora aguanta, disfruta.

Di media vuelta y caminé fuera de la alberca. Sentía la mirada de Sebastián casi como piedras sobre mí, en cualquier momento él tomaría control de la situación, debía disfrutar mis momentos al mandato. Caminé hasta entrar al edificio y fui rápidamente hasta el ascensor para atar mi bikini, en eso veo que Sebastián viene corriendo todo mojado hacia mí. Entró al ascensor y me cargó contra la fría pared, me estremecí y enredé mis piernas en su cintura formando una especie de candado. Olvidé en qué mundo estábamos cuando su boca se pegó a la mía, me estaba besando desesperadamente, estaba ansioso, lo sentía. Sebastián comenzó a buscar el botón del ascensor a tientas hasta que lo encontró, pero necesitaba ver bien que botón presionaba, así que separó su boca de la mía y rodo los ojos. Se volteó hacia donde estaba el botón y presionó el 7. Cuando se volvió a acercar a mí, sus ojos verdes ardían, y mis manos comenzaron a temblar, así que las apoyé contra la pared del elevador para que él no notara mi nerviosismo. No quería que nada arruinara este momento, y si se daba cuenta de que tenía algún tipo de incomodidad, dejaría todo de lado, y de verdad, yo necesitaba estar con él, el amor de mi vida, el hombre con el que me había hecho mujer.

Me miró con los ojos entrecerrados y yo mordí con fuerza mi labio inferior para no hablar, cuando finalmente se acercó de nuevo a mí, me rodeo colocando sus brazos a los lados de mi cabeza y me dijo:

S: ¿Pasa algo?

E: -niega con la cabeza-.

S: ¿Segura?

E: Sebastián, estoy bien, ¿sí? Sólo, no hables, bésame.

No sabía exactamente por qué había dicho eso, pero lo dije, y era lo importante. Sebastián sonrió de esa manera en la que solo me sonreía a mí y su boca se dirigió, esta vez, a mi cuello, dejando un rastro de pasión que descendía por mi anatomía. Cuando estaba a punto de llegar a mis pechos, la campana del elevador sonó, y las puertas se abrieron al mismo tiempo que mis ojos.

(…)

Al llegar a mi depto. Sebastián me dejó tumbada en la cama. En este momento parecía una muñeca de trapo, incapaz de hacer algo, excepto cuando él me pidió que lo besara.

No sé cómo, ni en qué momento, pero se deshizo de mi bikini, estaba absolutamente desnuda, y en sus manos. Manos inquietas y juguetonas que se paseaban por cada rincón de mi cuerpo haciendo que cada roce de su piel con la mía, encendiera más ese deseo que crecía dentro de mí.

Me besó y se acuclilló en la cama. Separó mis piernas con delicadeza y me beso en el centro de mi ser, en mi feminidad. Y separaba los suaves labios con los trazos de su lengua, clavándola más y más sobre mi hinchado clítoris y sobre mi canal.

Enredé mis dedos en el cabello de Sebastián para evitar que se separara de mí y alcé las caderas intentando que sus caricias y besos fueran un poco más profundos, no paso mucho tiempo hasta que grité su nombre anunciando que había alcanzado el clímax.

Sebastián volvió a levantarse para mirarme, mientras yo disfrutaba del orgasmo y me recuperaba poco a poco. Mi respiración era agitada, tenía el cabello esparcido por toda la almohada y las piernas arqueadas y abiertas.

Lo siguiente que supe es que Sebas me dijo que me amaba más que nunca, se quitó lo único que le quedaba de ropa, el short de baño, y ya estaba sobre mí besándome.

Casi instantáneamente después de que me recuperé, sentí el miembro de Sebastián invadiéndome, llenándome, como siempre, con una suave embestida y sin dejar de besarme.

Pero conforme el tiempo pasaba, las embestidas iban siendo más rápidas y más fuertes. Me arqueaba contra él, lo abrazaba sujetándome lo más fuerte que podía de sus hombros y con las piernas en su cadera para evitar que saliera de mí, quería más, lo necesitaba.

La habitación se inundó con la mezcla de gemidos y gruñidos. Y ambos seguimos moviéndonos con un ritmo sensual, para disfrutar más. Las hermosas palabras que Sebastián me susurraba al oído, no tenían sentido después de una fuerte embestida que me dejo indefensa para pensar.

Ahora solo podía sentir, Sebastián no dejaba de hacerme sentir en el cielo y cada vez que pensaba que iba a alcanzar la gloria, él hacía que ese momento se retardara un poco más para seguir disfrutando.

Cuando ninguno de los dos resistió más, ambos soltamos un gemido lleno de sensualidad y satisfacción y Sebastián se dejó caer a mi lado. Me abrazo y yo me acurruqué contra él.

El sueño me invadió inmediatamente y lo besé antes de que me durmiera, lo último que alcancé a escuchar fue la voz de Sebastián...

S: Te amo mi lobuki...

Lo volví a mirar, fijé mi mirada en sus ojos, le di un tierno beso en la comisura de los labios y me acomodé nuevamente en su pecho para dormir.

Cuando desperté, Sebastián estaba abotonándose la camisa y tenía el pelo mojado, seguramente había tomado una ducha. Tal vez no se dio cuenta de que estaba despierta, porque ni siquiera me saludó, solo se retiró a paso firme a la cocina y yo me levanté, tomé mi bata, me la puse y fui hasta la cocina. Él solamente estaba ahí, parado contra la mesada mirando el televisor y esperando a que el agua que había en la cocina hirviera. Me recosté contra la columna.

E: Hola... ¿qué hora es?

S: Hola, son las 19:30

E: ¿Pasa algo mi amor?

S: -serio- No.

E: Pasa algo. ¿Qué pasa?

S: -la mira- Nada.

E: -camina hasta él y lo abraza- Sebas, sé que pasa algo. Te conozco desde que soy una niña. ¿Qué es lo que te pasa?

S: Mientras dormías llegó una visita.

E: ¿Visita? ¿Qué visita?

S: Vino DJ a buscarte.

E: ¿Qué?

Me separé de Sebastián. ¿Para qué carajo había ido DJ a buscarme? Seguro que lo único que quería era causarme más problemas con Sebastián. Mi vida ya tenía demasiado estrés como para que se le sumaran problemas con Sebas, pero no me iba a quedar así. Tomaría cartas en el asunto. DJ conocería la otra cara de Eiza González Reyna, y estoy segura de que no le gustaría para nada.

S: Lo que oíste, vino a buscarte para darte esto –extiende el brazo y le entrega una carta-.

E: ¿Qué es? –Toma la carta-.

S: No lo sé, sólo me la dio y me pidió que te la entregara, dijo que no volvería a molestarnos dependiendo de tu respuesta.

I pledge to you my eternal love❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora