XLIX. Absolución

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Bibiana pov:

Estoy detrás de la puerta pegando mi oído a la madera, asegurándome que ya se haya ido, escucho sus pasos que desaparecen lentamente; seré sincera, mi semblante en el rostro discute con mis sentimientos y mi mente trabaja para ponerlos de acuerdo, pero todo es en vano, no sé qué hacer. Me asomo a la ventana con disimulo para ver el rumbo que toma, pero Damián se asoma conmigo y ladra con todas sus fuerzas, los ladridos se escuchan en todas las torres aledañas interrumpiendo el vasto silencio, tanto que Daniela no duda en observar hacia arriba a lo cual lo jalo para escondernos.

—¡Qué mal agradecido eres! A la primera ya quieres irte y solo por capricho, porque sabes que ella te va a atender como rey, ahora por vendido no te voy a sacar de paseo. —Prosigo mi camino hacia la cocina, pero Damián me interrumpe haciendo un festival de llanto arrepentido—. ¡De tal palo, tal astilla, eres igualito a tu mamá, cometen las faltas y vuelven como borregos! —Detiene sus sonidos y voltea su cabecita tratando de comprender todo lo que le digo—. Está bien, vamos, pero lo traicionero no se te quita. —Agarro su collar, da un último ladrido y sale corriendo emocionado ante la futura caminata.

Estando en la recepción del edificio doy un ligero reojo a la calle, no quiero encontrármela, primero debo aprender a comprender tanta sinceridad. Viéndolo desde un punto de vista podría ser bueno, aunque desde el mío no tanto. Pero también me pregunto... si no me amara tampoco hubiera venido a buscarme, además sería regresar a lo mismo de antes, guardarse todo lo que siente solo por no querer herirnos; ¿pero qué estoy haciendo? Tampoco tengo porqué justificarla.

 Pensamientos incesantes gritan en silencio hasta que soy interrumpida.

—¡Señora Bibiana! Permítame darle un abrazo —me saluda Mateo con mucha efusividad.

—¡Ella te trajo! ¿Cómo estás? —Sorprendida le correspondo su saludo.

—Yo muy bien, aunque... la señora Daniela es quien no ha pasado tan bien. —Con pesar me comenta—. Pero prefiero no inmiscuirme. Debo advertirle que vine por órdenes estrictas de ella, estoy a su completa disposición en todo lo que se me ordene, de igual forma para mí será todo un placer —termina su disposición con una sonrisa afable.

—No es necesario, descuida, de hecho, por mí puedes darte un paseo por la ciudad y le dices a Daniela que estuviste todo el día conmigo —propongo con una sonrisa amable, mientras con todas mis fuerzas agarro el collar de Damián, que al más ligero descuido me arrastra por todo el vecindario.

La presencia de Mateo justifica que Daniela no me quiere perder de vista, son simplemente excusas.

—Hmmm, ¿de verdad, señora? —En su cara la felicidad brota—. Muchas, muchas, gracias, señora, de todas maneras, este es mi número para que me contacte si necesita de mí. —Me facilita un papel improvisado con su número telefónico.

—¡Ve, disfruta! —Le golpeo en el hombro y procede contento a retirarse.

Continuo mi camino y una vez en el parque tomo asiento en una banca, decido darle vía libre a Damián sin dejar de vigilarlo... En el proceso contemplo las parejas que caminan de la mano, algunos se besan, otros hasta parecen discutir; ciertamente es la primera vez que me fijo en ello, pues en otras ocasiones jamás centré mi mirada en los demás, ahora que Daniela aparece cupido quiere hacer notar toda muestra de amor.

El rugir de una motocicleta en la calle me obliga a distraerme y una punzada se entierra en mi corazón, aquel sonido se me hace tan familiar, estoy tentada a mirar, pero prefiero hacer caso omiso, el haber vendido lo más preciado que tenía por orgullo e impulso me retuerce el estómago.

—Disculpe, ¿es usted Bibiana Miramontes? —Un chico joven toca mi espalda, esperando respuesta.

—Sí... —respondo con duda, pues tengo miedo de contestar y que se trate de un segundo secuestro, pero a mi nombre.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora