XLIII. Señuelo

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Bibiana Pov:

Es una nueva mañana, despierto en la habitación de mi esposa y como raro sola... La responsabilidad de la empresaria no es compatible con mi laxitud mañanera, estiro mis brazos y sonrío como si en los días anteriores el plato fuerte hubiera sido sopa de monje budista al ajillo, la tranquilidad y la dicha es indecible.

Damián ladra por atención, sé que no es por comida, la instrucción de Daniela a los empleados era precisa y concisa, el cachorrito debe tener toda la atención, creo que solo quiere jugar; tomo algunas frutas al igual que un tarro de Nutella de la cocina simulando mi desayuno y salgo hacia los jardines con los juguetes del gordito, su patita al perecer está mucho mejor, corre con mucho esfuerzo casi cojeando por todos lados con su pequeña melena de león, después de Esteban, el cachorro es lo más tierno que he llegado a conocer. Atiendo algunas llamadas de la galería y la fundación, pero son interrumpidas por una llamada algo esperada.

—¡¿Dónde carajos estabas?! Te he llamado doscientas cincuenta veces y suena tu teléfono sin señal. —Con furia en su voz Angelica me recrimina—. Es una falta de solidaridad y de conciencia de tu parte, estuve preocupada por ti, no sabía si estabas bien o mal, pensé lo peor...

—¡¿Cómo dices?! No sabia que debía informarte sobre mis planes. —A partir de todo el encantamiento del viaje, no le puse atención a todas las llamadas perdidas y mucho menos a los veintisiete mensajes de voz.

—Pues no, pero... Es lógico que si regresé es para estar pendiente de ti, me importas mucho. ¿Cuántas veces debo repetírtelo? —Imponentemente me expone nuevamente sus propósitos.

—Perdóname si soy grosera, pero tengo una esposa que se preocupa por mí y está pendiente de todo, tus preocupaciones sobran, ¿no crees? —Me altera tener que darle explicaciones a personas que no tienen absolutamente nada que ver en mi vida y eso lo aprendí de ella, solo que elegí la bonita excepción de querer dárselas a Daniela. Recuerdo las noches en que me quedaba esperando a que llegara del Hospital hasta muy tarde en la noche, siempre con la excusa de tener cirugías programadas, pero lo que no llegué a comprender era el tufo tan penetrante, tal vez el licor le ayudaba a realizar mejor las suturas. Después de tantas experiencias generadas por la "relación abierta" entre las dos, nacieron unos tantos centímetros de resentimiento por su falta de respeto.

—Bueno, no es necesario tanta hostilidad, con base en tu respuesta asumo que estabas con tu linda esposa, ¿será que hoy si tienes tiempo para mí? —En su tono solo escucho ansiedad por querer una respuesta afirmativa, pues no está acostumbrada al rechazo.

—Lo siento. Pienso visitar a Daniela con Damián y eso me tomará tiempo, la verdad quiero invitarla a hacer algo especial. —Con un largo respiro pretendo calmar los ánimos y hablar con sinceridad. 

—¿Ahora están de amores y con un estúpido perro que viene siendo el hijo putativo? — Sarcásticamente vuelve su altanería.

—¡Que grosera! En verdad que tu cambio era solo de días... —Opto por colocar en alta voz su llamada, ubicando mi atención en Damián, evitando escuchar sus reclamaciones.

—Ya sabes que me molesta que me saquen el cuerpo y me molesta más que sean por razones estúpidas. —Una vez más arremete contra mi familia.

—Mejor te cuelgo, ya que no me interesa seguirte escuchando idioteces. —Alzo mi teléfono dispuesta a terminar la llamada.

—¡Espera! Perdóname, es que todavía no asimilo la idea que estés encarcelada y vigilada por la Ogra del pantano, pero recuerda las brujas también tienen sus... debilidades. —Suelta una risa maliciosa—. ¡Estoy afuera de tu mansión! Déjame entrar y compartimos el desayuno.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora