XLV. Careta

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Bibiana Pov:

Por fin siento paz después unos meses, los cuales han sido increíblemente perpetuos, pasó algo parecido a la historia... como si al tercer día hubiera resucitado entre los muertos, y el ahora que vive en todo mi cuerpo, y una mayor parte de mi conciencia hubieran renacido.

Desde nuestra reconciliación Daniela y yo hemos compartido catorce días, doce horas, cuarenta minutos, quince segundos y no sé cuántas milésimas de segundo, tengo la dicha de contarlos y apreciarlos cual mítico tesoro encontrado por ansias de coexistir apaciblemente.

Me encuentro terminando mi última pintura, ya está todo preparado para mi próxima exposición y ahora podré compartirla con la persona que me otorgó la inspiración en dos de mis cuadros, uno de ellos se trata de Daniela junto con Damián. Donde en el lienzo se logra ver de fondo una reducida parte urbanizada, adornada por un histórico puente peatonal apostando a que el observador recree en su mente testimonios de pasos de enamorados sobre él. 

A pesar del frío clima encaminé las siluetas sombreadas cual reflejo de atardecer de mi esposa y mi chiquitín, como el antónimo a la penumbra del ambiente, sus siluetas simulando la calidez y la sensación de tranquilidad de sus compañías, desojando en sus rostros dosis de ventura; lleva puesto un vestido corto blanco, tacones y abrigo beige, en su mano izquierda tiene el lazo que denota dominio por parte del cachorro, vestido de corbatín blanco combinado perfectamente con su melena dorada, en su otra mano, bajo una refracción de movimiento abrupto lleva un paraguas por si la atmosfera se entremezcla a centímetros de la grisácea; se comparten sentimientos mismos como: la gracia, la distinción, la coacción sosegada permitida en virtud por el amor hacia los animales, el linaje encausado por sentimientos ajenos a la sangre, pero ligados a sensaciones traslucidas de protección florecidas por los azares del destino y sus inesperados cometidos.  

En la segunda pintura somos tres los protagonistas atreviéndome a incluirme, acción que no me otorga complacencia, sin embargo, el espacio de trasfondo exige una única silaba que se esparce en el viento, "la unión", como patrón que exige a los casados ejercer a lo largo de los años... Los espacios son iluminados por los campos verdosos satinados a causa de la primavera, los robles a lo lejos dan color amarillo, los lirios y claveles nos rodean en medio de lo que nos define como comensales de diversos alimentos, acomodados sobre una manta rayada rojiza sobre el pastal, Damián logra demostrar libertad y una dilección impronunciable que solo se logra actuar con mimos y ladridos, nosotras dibujadas en sonrisas con la atención puesta a los juegos de miradas que produce la situación. Se reparten sentimientos de soledad acompañada como si tres fuéramos uno y los sustantivos similares a la calma que se conjugan en una sola canción cimiento silencioso de la pintura.

Pauso mi actividad por un momento y decido tomar aire en mi ventana con un café en la mano, veo a Damián y noto curiosidad en su carita, mira el lienzo y gira su cabeza tratando de comprender quién es el algodón café con cuatro patas que corre bajo la lluvia y el sol llevando abusivamente su mismo corbatín de domingo.

Su carita me enternece y me dedico a observarlo hasta que soy interrumpida por uno de los empleados.

—Señora Bibiana, con su permiso, la señora Angélica se encuentra en la sala, dice que viene a verla. —Abrumada por su visita repentina decido bajar sin dar lugar a retocarme, dejo mi café a un lado y algo desanimada desciendo las escaleras.

—¿Cómo entraste? —le pregunto soltando un gran suspiro, mi disgusto es apenas notorio.

—Bueno, ya ves, mis encantos no son para nada ajenos a los hombres de seguridad de esta casa. —Sonríe y me giña el ojo—. Esa cara de enojada no te queda, me toma de los cachetes y me besa en la frente.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora