VI. Tácticas

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Daniela pov:

Ya está por anochecer y no veo a Verónica por ningún lado, me adentro a la cocina y le solicito a alguien de la servidumbre que me sirva un té.

—¿Alguno de ustedes ha visto a Verónica? La necesito ahora mismo —pregunto de forma neutra, mientras muevo la bolsa de té esperando obtener mayor sabor.

—Sí, señora. Está en el taller o en la habitación de la señora Bibiana, fue a llevarle algunas fresas —responde una muchacha de unos 24 años, creo que su nombre es Esperanza, si mal no recuerdo.

—Mmm, ¿qué habitación es? —digo con algo de pena, es vergonzoso, pero no tengo porqué disimular en mi hogar el tipo de relación que realmente tenemos.

—La cuarta a la derecha del tercer piso, señora —responde con asombro, al saber que no tengo ni idea dónde duerme mi esposa, el simple hecho de que no compartamos habitación ya es bastante extraño.

—Gracias. —Me giro y me encamino a mi destino.

Subo las escaleras y llego al la dichosa habitación, pero no están ahí, así que me dirijo al taller, antes de llamar a la puerta escucho la conversación que están sosteniendo...

Ya veo... No me equivocaba, Bibiana no es más que una fácil que se quiere comer todo lo que se mueve, ¡bien! Esta vez no pienso oponerme, al contrario, va perfecto con lo que he estado pensando hace un par de horas. Abro la puerta y la empujo con la mayor fuerza posible, para mi sorpresa encuentro a Verónica patiabierta y sonrojada. ¡Vaya! Tampoco me lo había imaginado así. ¡Bien, hora de actuar!

Finjo una ira terrible, arrojo el té que me quedaba a la cara de Bibiana y me llevo a Verónica del brazo hacia mi estudio... En todo el camino no hace más que sollozar, que mujer más patética. Una vez allí le pido que se siente y cierro la puerta con llave, no deseo que nadie interrumpa, sobre todo Bibiana, si es que acaso acude a rescatar a su damisela en apuros.

—Señora, por favor, se lo juro que no estábamos haciendo nada malo, ella me pidió ser su modelo, por favor, se lo suplico, no me despida —balbucea, llorando tan atacada que apenas es entendible lo que dice.

—¿Modelo? ¿tú? ¡Qué cómico! Vaya gusto... —me burlo ante sus respuestas, ¿de verdad creyó qué saldría un buen cuadro de su ser? ¡Yo jamás lo compraría!—. Dime, Verónica. ¿Quién crees que tiene mayor poder en esta casa? —pregunto conteniendo mi risa y cambiando el tema para asustarla un poco.

—¿A qué se refiere, señora? —pregunta limpiando sus lágrimas mientras yo tomo asiento para quedar frente a frente.

—Creo que la pregunta es bastante clara. ¿Quién crees que toma las decisiones? —repito mi pregunta a la expectativa de lo que me pueda contestar, de su respuesta depende la efectividad de mi plan... 

—Usted, señora Daniela —menciona mucho más calmada y alzando su mirada para encontrarse con la mía.

—Entonces, dime, ¿de qué lado crees que debes estar? —Me recuesto en mi silla, tomo un lapicero en mis manos y le empiezo a dar vueltas a manera de juego.

—Yo.... —Regresa su mirada al piso intimidada por mi presencia, espero que elijas bien muchacha...

—¡Responde! —grito impaciente por la cantidad de tiempo que le lleva contestar algo obvio. 

—Del suyo, señora Daniela... Pero se lo juro que no es lo que piensa, por favor. —Sigue insistiendo en el encuentro con mi esposa y lágrimas vuelven a caer por sus mejillas mientras se encorva aun más, si es que es posible... Como si me importara lo que hicieran...

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora