XIX. Nubes grises

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Bibiana pov:

Un minucioso movimiento hace que abra los ojos, es Daniela tratando de dar vuelta para no despertarme, en nuestras miradas brota algo más que amor, imagino que cada una tiene tráfico de pensamientos intentando dar paso al más apropiado, la pelea incesante en nuestros corazones a causa de sentimientos diversos queriendo estallar, los movimientos involuntarios se hacen ver, tanto, que al mínimo centímetro de actividad simulamos estar estáticas, quiero aliviar esta incomodidad así que dejo que mis impulsos hablen.

—¡Buenos Días, Esposa! —menciono efusivamente, dando una gran sonrisa.

—Buenos Días. ¿Cómo amaneces? —pregunta con picardía.

—No consigo la palabra correcta, solo sé que ha sido en casi treinta años la mejor de las mañanas, pareciera que despierto en un jardín y la más bonita flor me acaricia... —halago poéticamente. 

—¡Boba! Ahórrate la cursilería. —Voltea con mirada al techo riendo y tapándose la cara con la sabana—. Fue muy bonito, jamás había sentido algo así en toda mi vida, eres mi primera fémina —dice solo dejando al descubierto sus ojos y frente, en señal de vergüenza mientras me mira.

—¡¿Fémina?! —Es inevitable reírme por su palabra—. Anoche no lucias con tanta pena, es más, desbordabas en confianza —le acentúo con risa burlona.

—¡Cállate! Fue algo inmanejable. —Seguía cubriendo parte de su rostro.

—Dime, ¿te gustó? O ¿vas a pedirme el divorcio? —le digo sonriendo, quitándole la sabana de la cara.

—Sí, me encantó —responde mirando todo a su alrededor menos mis ojos.

—Mírame... ¿Tú qué sientes por mí, Daniela? —le pregunto con más seriedad.

—¡Odio! —Soltando una carcajada, trata de picarme.

—Quiero que a esa mujer dura y cruel la entierres en lo más profundo de tu ser y permitas que salga la Daniela noble y apacible —pidiéndole en tono ennoblezco y risueño consiento su cabellera.

—Está bien... He descubierto cualidades en ti que no solo me deslumbran la mente, sino el corazón, supongo... —dice quitando su mirada de la mía, mientras su dedo índice da vueltas en redondo sobre la cama.

Detengo la acción de su mano, me aproximo a su rostro, reiterándome en mi boca el placer indescriptible de sentir sus labios en un beso largo que suplica no tener fin.

—Daniela... Tú me vuelves loca, la rabia que me produces, las sonrisas, el tamboreo de mi corazón cuando estamos así, es indecible... —confieso, juntando nuestras frentes.

—Si te produzco todo eso ¿Por qué te acuestas con Verónica? —Vuelve a insistir.

—¡Nunca lo he hecho!  Y ¿Tú porque sales con Apolo? —Se la regreso.

—¿Con quién? —se burla al borde de las lágrimas—, ¡él solo es un amigo!

—¡Verónica es simplemente la ama de llaves!

—Bibiana, por qué no la despid...

—Espera. —La interrumpo mientras contesto el teléfono de la habitación. 

La recepción nos comunica que en camino viene llegando a nuestra habitación el desayuno. 

******

Disfrutábamos de cada alimento, nuestro encuentro nos hacía sentir más cerca, lo cual era más apropiado a la palabra matrimonio que nos adornaba juntas en un papel.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora