XXXII. Penuria

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Daniela pov:

Ya es de mañana, me levanto con el sonido de las olas del mar, una sonrisa se dibuja en mi rostro y recuerdo en donde me encuentro, voy directo al baño y reviso mi semblante, mis ojos ya no están hinchados, ya no parezco un muerto viviente.

Tomo una ducha con agua fría, el calor en esta isla es impresionante, me envuelvo en una toalla y decido desempacar la maleta para inspeccionar que usaré el día de hoy. Para mi sorpresa la ropa que empacó Christobal es hermosa y de muy buena marca, hay de todo tipo, incluso una gran cantidad de lencería bastante atrevida... Decido simplemente voltear la maleta para que toda la ropa caiga sobre la cama, sigo buscando porque a pesar de lo linda que es la vestimenta todas las prendas son en exceso insinuantes, en su mayoría vestidos que duras penas cubren la terminación de los glúteos y con escote pronunciado.

Me siento en la cama y resignada agarro uno de los vestidos, supongo que están bien para un clima como este... Christobal dijo que iríamos a conocer las playas, así que busco algún traje de baño para usar por debajo, para mi sorpresa el traje de baño tampoco es muy alentador, es un bikini color blanco que no deja nada a la imaginación.

Me visto a regañadientes y me miro en un gran espejo en la pared, demasiado sexi para mi gusto... Camino por la habitación y me concentro en una nota que se encuentra en el tocador junto a una gran caja de maquillaje.

"Hermosa, puedes usar todo esto, también es para ti. Un beso".

¿De dónde sacara estas cosas Christobal? Qué más da, deseo verme hermosa para sentirme bien conmigo misma, no volveré a ser la mujer de hace dos días, débil y demacrada... Sacudo mi cabeza para no traer de vuelta recuerdos dolorosos, me maquillo un poco y decido bajar para desayunar.

Christobal me espera en la mesa y se levanta cuando me ve acercarme para correr la silla que se encuentra a su lado.

—Siéntate aquí, preciosa, hoy estás divina. ¿Te gustó la ropa que elegí para ti?

—Amm, muestra más de lo que quisiera —le respondo mientras lo veo sentarse a mi lado.

—¿Te parece? Yo creo que te va perfecto... Y acostúmbrate, es lo que usarás de ahora en adelante. —Su tono dominante me extraña y me causa molestia, estoy a punto de preguntarle a que se refiere, pero la señora Rosario interrumpe poniendo sobre la mesa un gran desayuno.

Comemos en silencio y él no deja de mirarme, me está empezando a incomodar, no se parece en nada al de hace unos días, este Christobal es mucho más... agresivo.

—¿Por qué me miras tanto? —cuestiono arrojando mis cubiertos sobre el plato de forma exasperada.

—La pregunta sería... ¿Cómo no hacerlo? —me dice con una gran sonrisa la cual no correspondo, al notarlo decide cambiar el tema—. Ven, te mostraré la isla. —Me agarra del brazo y me lleva hacia la salida donde se encuentra el jeep.

—Puedo caminar sola —espeto, mientras de forma brusca me libero de su agarre, no entiendo que le pasa el día de hoy.

Él me mira sorprendido y con molestia, pero una vez más su actitud cambia drásticamente.

 —Discúlpame, linda, solo estoy emocionado por mostrarte todo lo que esta isla ofrece. ¿Te lastimé?

—No... Es solo que estás muy raro, no me gusta que me agarres así.

—Perdona, no volverá a suceder. —Besa mi mano y me abre la puerta para que ingrese, quizás la que está un poco paranoica soy yo, decido hacer las paces con él y le doy una gran sonrisa como respuesta.

******

Arribamos a una playa natural la cual parece más un pequeño lago dividido del resto del mar por dos grandes montañas con vegetación en ellas.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora