I. Resignación

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Bibiana Pov

La verdad no sé en qué momento sucedió todo esto, hace un año se anunció nuestro compromiso, yo lo veía tan lejano, pero el tiempo pasó volando, la melancolía y resignación son las únicas que me acompañan en un día como hoy.

Me miro nuevamente en el espejo apreciando mi vestido de novia. De niña casarme nunca fue uno de mis sueños anhelados, pero supuse que el día que esto sucediera sería con la persona a quien más amo, al contrario, hoy me caso con un ser déspota que nunca en mis 29 años ha sido ni una milésima de segundo de mi agrado. En momentos así desearía por primera vez que la homosexualidad estuviera prohibida y el matrimonio gay fuese ilegal, es ridículo decirlo debido a que soy bisexual, pero es tanto mi desespero por desistir de este matrimonio que desearía estar en el siglo XX.

Aún recuerdo ese 24 de agosto en que la vi por última vez hace un año.

Me encuentro recostada en el sofá de mi habitación, cansada de un largo viaje, el cual solo realicé para esta tediosa reunión, mis maletas aún se encuentran intactas, no tengo ánimos de desempacar, desde que cumplí los 18 años salí de mi casa a conocer los lugares maravillosos que brinda este mundo, regreso solo una vez al año desde entonces, mi relación con mi familia nunca ha sido la mejor, pero no puedo negar que aun así idolatro a mis padres, si no fuera por el gran amor que le tengo a papá no estaría aquí... El verlo tan enfermo me agobia, poco a poco noto como la vida se esfuma de su cuerpo. Quizás no he sido la mejor hija del mundo, pero aún puedo compensarlo cumpliendo su último deseo.

De repente mi madre entra exaltada gritando a diestra y siniestra quitándome mi único momento de paz.

—¡No puede ser qué tu padre esté dispuesto a cometer tal locura!  —grita caminando de lado a lado con las manos en su cabeza.

—Ya sabías que este día llegaría, está con esa loca idea desde hace más de tres años, no sé qué te sorprende, madre. —Sigo mirando por la ventana inmersa en mis propios pensamientos.

—Esto es antinatural, la biblia dice que...

—¡Eso es lo qué realmente te molesta! ¿No es así?  —Me levanto perdiendo la poca paciencia que me queda—. ¡No te importa mi felicidad! Si fuera con un hombre no verías problema en obligarme, solo te afecta que sea con una mujer.  —Ella parpadea estupefacta con los ojos abiertos de par en par.

Mi madre cae de rodillas al piso y comienza a llorar desconsolada, me arrodillo junto a ella y la abrazo. 

 —Lo siento, no debí gritar así, es solo que mi padre está muriendo, no podemos negarnos a su última voluntad. —Parece tranquilizarse, se levanta, seca sus lágrimas y sale de mi habitación.

Alístate, no demoran en llegar. Me da una última mirada antes de cerrar.

No pasa ni un minuto cuando nuevamente la puerta de mi habitación se abre. Ahora es mi padre quien entra con una sonrisa la cual no es del todo visible debido al respirador que le cubre casi todo el rosto.

Mi niña, es... gra...to verte... Su voz sale con gran esfuerzo entrecortando cada palabra. Me abalanzo sobre él y lo abrazo con delicadeza para no lastimarlo.

No te esfuerces  digo con la voz quebrantada, mi padre siempre fue tan vigoroso, el maldito cigarrillo es el culpable de este cáncer que lo acompaña y me lo arrebata.

Te amo, hija... mía, gracias por cumplir... mi... voluntad.

Haría lo que fuera por ti, siempre me aceptaste como soy y me has dado todo en esta vida, no tienes que agradecerme.  Sin decir más me abraza y lágrimas salen de sus ojos, tanto él como yo sabemos que no le queda mucho en este mundo, se me parte el alma al verlo así. 

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora