XXIX. Onanismo

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Bibiana pov:

No quería seguir incomodando a Isabela en su departamento, muy de madrugada regreso a la casa y la primera en recibirme es Verónica con un "amable saludo".

—Señora Bibiana. Buenos Días, por fin se digna a llegar...

—¡¿Disculpa?!  —No me esfuerzo en mirarla por su atrevida y molesta reclamación, sigo mi camino por el corredor en busca de mi antigua habitación de "soltera".

—¡¿Necesita qué le lleve algo de beber o comer a su habitación?! —pregunta con rapidez en vista que no la determino.

—No, gracias... Necesito saber más bien qué haces despierta a esta hora. No son ni las 5AM. —Me detengo girando la mirada, pues tengo la curiosidad de ver como viste en ropa deportiva.

—Voy a hacer ejercicio, hace mucho no sudo como me gustaría. —Levanta su pierna sobre uno de los escalones de la entrada, haciendo un ligero estiramiento donde engreídamente destaca sus glúteos; está vestida con una pantaloneta gris que permite ver la totalidad de sus piernas, un top blanco el cual no deja mucho a la imaginación, es tanto el frío que se siente a esta hora que sus pezones se alcanzan a ver endurecidos.

—Te recomendaría un saco, porque si el deporte no te hace sudar, la hipotermia seguro te dará escalofríos. —Admito que la miro de reojo por amor al chisme únicamente, continúo cerrando mi habitación para quedar en un coma profundo de sueño.

Al medio día, recorro los lados del estudio y la habitación de Daniela, todo está desolado. Siendo así decido dedicar mi tiempo a retomar alguna pintura inconclusa que tenga en el taller, aunque sin lograr ningún tipo de concentración, por otro lado, sumando una falla más a la lista de asistencia como ejecutiva en la empresa, cosa que no hace la diferencia; solo se me ocurre llamar a Isabella y salir corriendo fuera de la casa; sin planearlo casualmente timbra a mi teléfono.

—Bibi. ¿Cómo estás? ¿Estás más calmada? ¿Cómo van las cosas con Daniela? —me pregunta Isabela turbada por mi actitud del día anterior.

— Isa, ella está enceguecida por ese... —Con un amplio discurso de groserías lo describo.

—No puedes desestabilizarte por ese fulano; me tomé el atrevimiento de dejarle un recado a Daniela, recalcando una posición neutra sobre lo que hicimos, solo espero que logre comprenderlo.

—No era necesario, Daniela parece abogada litigante defendiendo a ese delincuente. —Suelto una ligera risa por mi exagerada comparación.

—¿Te has visto con el criminal? —Siguiendo con burla los apelativos, me pregunta por su paradero.

—Con ninguno me he cruzado, Daniela debe estar arrodillada suplicándole perdón a nombre mío, es ilógico que confíe más en él que en mí, es que me hierve la sangre de recordarlo.

—Confío en que tu esposa sea razonable, ya veras como se resuelve todo en la noche...

Terminada una larga conversación de hora y media decido ir al garaje para tomar una de las cuatrimotos y conducir algunas hectáreas en los jardines de la casa, ya que Isabela se encuentra ocupada con la mudanza y no tiene tiempo libre para salir un rato... En el transcurso de mi recorrido decido recapacitar sobre mi vida, todo lo que representa Daniela me ha sabido afectar, ya no tenía ánimos de pintar, la fundación estaba totalmente desatendida, ¡extrañaba muchísimo a esteban! Y no se diga la oficina, creo que la visitan más los socios externos que la segunda directiva al mando. Al pasar cerca de la entrada avisto a Verónica recibiendo una especie de regalo, probablemente algún hombre cortejándola, podía entenderlos, día a día después de mi secuestro su empeño por mejorar su físico y lucir bonita está dando frutos.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora