XXVIII. Negación

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Daniela pov:

Entro a la habitación junto con ella, sin mencionar palabra con mi mano le indico que tome asiento en el borde de la cama, ella obedece y queda a la espera de lo que tenga que decir.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunto calmadamente.

—No sé de qué hablas —responde mirando hacia cualquier lugar menos a mis ojos.

—¡Te estoy dando la oportunidad de qué seas honesta conmigo! —Empiezo a alzar mi voz, si hay algo que odio en la vida es que me mientan.

—Ya te dije que no sé de qué hablas. —La serenidad y la indiferencia con que me responde empieza a colmar la poca paciencia que me queda.

Camino de un lado hacia otro por toda la habitación tratando de minimizar mi enojo, pero lo único que logro es que la ansiedad crezca en mí. Con frustración paso mi mano derecha por mi boca y decido ser directa de una maldita vez.

 —¡¿Por qué nos drogaste anoche?!

—Solo quería que la diversión fuese aún mayor. —Se encoje de hombros como si lo que hizo fuera lo más normal mundo.

—¡Deja de mentirme! ¡¿Crees qué no sé que a quien realmente necesitabas en ese estado era a Christobal?! —Los gritos que tanto intenté controlar salen a flote ante el descaro de la mujer que tengo frente a mí.

Su verdadero estado de ánimo comienza a mostrarse, arruga su entrecejo y mira al piso con desespero mientras mueve su pie izquierdo con impaciencia.

 —¡¿Y si así fuese qué?! ¡¿Acaso algo le pasó?! ¡Solo era una maldita sustancia relajante! —De aquella indiferencia al inicio de la discusión no quedaba nada, su tono de voz se iguala al mío.

—¿Ah, es qué no sabes, verdad? ¡El pobre hombre estaba delirando! Y agradece que solo fue eso, yo lo vi muy mal, no sabía diferenciar entre lo real y la fantasía... Incluso me pregunto: ¿si el inocente de tu amiguito hubiese puesto más en su bebida qué Bibiana? ¿Tendría qué estar en el hospital? ¡Lo pudiste matar!

—¿Matar? ¿Delirando? ¡¿De qué mierda estás hablando Daniela?! ¡Era solo un maldito relajante! ¿Qué se inventó ese animal ahora? —Se pone de pie y camina hacia el baño con el fin de tomar una toalla, regresa rápidamente y con enojo frota su cabello con ella para secarlo.

—No invento nada, yo fui testigo de lo mal que se encontraba, no hacía sino pensar que su novio seguía con vida, le trajiste recuerdos muy dolorosos para él, todo esto gracias a tu "sustancia relajante", ¿te parece justo? ¿Quién te crees para jugar así con la estabilidad mental de las personas? ¡Dime tu verdadero propósito para atreverte a hacer algo tan bajo!

—¡Está mintiendo! ¿Cómo no eres capaz de verlo? ¡Lo que le pusimos en la bebida jamás traería ese tipo de alucinaciones! ¡Miente todo el tiempo! Ni siquiera creo que ese dichoso novio muerto exista. ¡Christobal ni siquiera es gay, Daniela!, mira, no sé cómo se enteró de que lo drogamos, pero el hijo de perra es listo y está aprovechando la situación para ponerte en mi contra, para que peleemos, ¡eres la única qué no lo ve maldita sea!

—¿Qué? —le pregunto con risa burlona ante sus afirmaciones, muevo mi cabeza con desaprobación.

—Yo lo escuché, Daniela, ¡él dijo que te amaba! Cuando lo intenté acostar, en medio de palabras casi inaudibles él repetía una y otra vez "te amo, Daniela". No sé con qué propósito ese maldito entró a nuestras vidas, pero créeme nada bueno debe ser.

—Bibiana, escúchate por Dios, te enloqueciste, estás imaginando todo esto, tú también estabas bajo efectos alucinógenos, lo que dices solo está en tu cabez... —No me deja terminar porque lanza con furia a mi cara la toalla que hace poco utilizaba para secarse.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora