XXIV. Iniciación

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Daniela pov:

Luego de refrescarme y tomar una pasta para la migraña bajo nuevamente camino a la cocina donde me esperan para cenar. El delicioso aroma a tallarines inunda mis fosas nasales, realmente huele muy bien, mi apetito se despierta enseguida y escucho mi estómago rugir como si me encontrase famélica.

La cena trascurre sin imprevistos, pasamos un rato agradable, Bibiana e Isabela ríen sin parar compartiendo anécdotas y experiencias sobre todo lo sucedido en el año, mientras lo hacen me tomo unos minutos para analizarlas. Su amistad es peculiar, es de aquellas que pueden durar un buen tiempo sin hablarse, pero seguir siendo igual de fuerte que al principio, es una de las pocas verdaderamente genuinas, nunca he tenido tal vínculo con alguien, la mayoría de mis amistades han sido esporádicas, no puedo decir que he tenido un amigo sincero... Bueno, esto hasta que conocí a Christobal.

Ellas siguen riendo a carcajadas y tomando vino, quisiera compartir a su lado, pero los parpados me pesan y mis ojos se empiezan a cerrar.

—Isabela, te agradezco la cena, realmente eres una chef espectacular, mi casa es tu casa, espero disfrutes tu estadía con nosotras —digo, mientras me levanto de la mesa lentamente.

—Con el mayor placer y muchas gracias por otorgarme tu hospitalidad. —Brinda alzando su copa con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Amor! ¿A dónde vas? ¿Por qué te levantas? —En la cara de mi hermosa esposa se refleja una mueca de molestia al ver que me retiro.

—Estoy muy cansada, los problemas con los trabajadores del aeropuerto agotaron mi energía, sin contar la escena de esta tarde con la loca aquella. —Al terminar doy un gran bostezo e Isabela parece avergonzarse y se excusa nuevamente a nombre de su pareja.

—Por favor, quédate un poco más, esto se compone —me manifiesta Isabela con mejillas sonrojadas por el alcohol, que ya comienza a hacer efecto en su cuerpo.

—Se los agradezco mucho, pero sería solo una molestia, me encuentro al borde del desmayo... Además, ustedes tienen muchas cosas de que hablar y hay temas que una esposa no puede escuchar —comento, dirigiendo una mirada picara a Bibiana, ella parece entender y me pica el ojo, se levanta, besa mis labios y regresa nuevamente a su asiento.

Me retiro, subo las escaleras y entro a mi habitación, me envuelvo en las suaves sabanas, sin esperar tan siquiera un minuto caigo en un sueño profundo.

A la mañana siguiente pequeños besos en mis parpados me despiertan...

—Buenos días, mi vida —dice mi esposa con felicidad en su rostro mientras se levanta y acerca una bandeja con frutas, huevos y café—. Decidí consentirte el día de hoy y te traje el desayuno.

Beso sus labios y me enderezo para poder recibir la bandeja, ella me mira con una expresión sospechosa, como si quisiera decirme algo.

—¿A qué se debe tanta amabilidad? —pregunto con un poco de desconfianza suponiendo a donde llevará todo esto.

—¡Me ofendes! ¿Acaso no puedo ser servicial con mi adorada esposa y darle el mundo entero? —Dulcifica su voz haciendo un puchero característico de una pequeña niña.

Observo el desayuno con una mueca fingida de confusión.

 —Yo no veo el mundo entero en este plato —digo en tono burlesco.

—¡Ey! No seas odiosa. —Me golpea suavemente en el brazo, simulando ofensa y riendo al mismo tiempo.

Yo también rio en respuesta a su pequeño gesto y le pregunto de una vez por todas.

 —Vamos, Bibiana, dilo ya. ¿Qué quieres?

Parece dudar un poco pero finalmente responde.

 —Bien... No pienses que el desayuno te lo hice solo para decirte esto, realmente lo hice porque me nació y deseo complacerte... Pero... —Su "pero" se extiende confirmando mi afirmación. 

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora