XXXV. Ruptura

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Bibiana pov:

Como es costumbre durante los últimos días me levanto de la cama muy temprano para hacer labores de oficinista, mi objetivo es hacerle entrega a Daniela en todo lo que nos concierne a la dirección de la empresa, pues quiero curarme en salud ante todo el veneno que destila y no darle campo a una futura punción en mi contra.

Es una locura pensar que arriesgas tu vida por salvar a la mujer que amas y te pague con indiferencia, por esta misma razón creo que lo mejor es seguir la corriente a todos sus planes.

Encontrándome en mi oficina decido firmar algunos últimos documentos e ir arrojárselos a su escritorio, verle su rostro por segundos y saber cómo está, a pesar de todo necesito saber cómo se encuentra, esta sería una última excusa para compartir a su lado y posteriormente desaparecer por completo del cerco administrativo... De repente escucho las voces de las asistentes anunciando con sus venias verbales la llegada del cacique, procedo a mirarme a mi espejo de mano y a ordenarle a mi reflejo imparcialidad al momento de tenerla en frente, como si todo lo que me dijera o respondiera causara en mí el más mínimo asombro. 

Llego a su oficina con la tranquilidad, sustantivo que dura muy poco en mi ser, cuando veo que por tercera vez un hombre de quien no conozco nada se trata de besuquear con Daniela, "con mi esposa", que puedo decir sobre el pudor, que es una palabra ausente en el léxico de quienes la rodean y hasta en ella misma. Como es debido, mi reflejo se hace el tonto y no puede disimular la rabia tan abrupta que poseo, es el colmo seguir aceptando tanta estupidez de su parte, sé que no soy la devoción de nadie, pero estoy segura que la maldad tampoco es mi fuente de gracia.

En un parpadeo salgo de su oficina intentando encontrar aire puro. El ventilador de mi baño privado es lo prontamente cercano, los motivos de querer separarme ahora sí se tornan fuertes en mi cabeza, consternada viendo mi imagen en el espejo decido sobre qué debo hacer.

—María Paula, puedes venir un momento. —La llamo desde mi celular guardando cautela, antes de irme debo averiguar quién diablos es ese sujeto.

—¿Señora, puedo pasar? —pregunta María Paula empujando cuidadosamente la puerta.

—Sigue. —Me giro frente a ella con mirada penetrante, buscando intimidarla para que me pueda hablar con transparencia—. Sé de tu permanencia en la compañía y estoy muy segura que conoces la historia del hombre que ingresó a la oficina de Daniela. —Me mira un poco perturbada, al parecer mi energía en el momento no es la mejor.

—Es un antiguo socio que trabajó con nosotros en la época de su padre. —Asustada cuida cada palabra que me dice.

—Voy a ser más específica. ¿Sabes si sostuvo alguna relación con Daniela en la época que trabajaban juntos? —la interrogo ansiosamente moviendo mi pie de arriba hacia abajo como síntoma de desespero.

—Señora Bibiana, hay cosas que como colaboradora de esta empresa no me corresponden y una de esas en inmiscuirme en la vida privada de mis jefes, las respeto mucho y aprecio a las dos familias como si fueran mías y lo que menos me apetece ser en estos momentos es un causal de discordia. —Sus palabras me llevaban al razonamiento, es claro que no debo convertir la empresa en un cuarto de ropas, tal vez en la casa todos podían ser testigos de los múltiples conflictos, pero la empresa no debía ser partícipe de eso.

Agradecida por sus palabras, le indico que se retire y con vigor asumo lo sucedido, tomo todo el aliento posible y me trago el dolor para darle salida al orgullo y la apatía.

Desgraciadamente en la salida me encuentro con Daniela, que venía rumbo a mi oficina.

—¿Para dónde vas? —pregunta extrañada y de forma sumisa haciendo detener mi paso.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora