XIII. Inefable

18.1K 1.1K 72
                                    

Bibiana pov:

La noche se tornaba inquietante, su disfraz de reina bandolera de los mares le quedaba muy bien, mi mente fantasea de solo verla, la idea de ser sometida por una pirata escasa de poder, poder que claramente maléfica poseía, pero no deseaba emplear deslumbrando mis pensamientos con su silueta. Los sorbos largos de licor cumplen con su cometido, relajan el ambiente al punto de soltar preguntas sazonadas de cobardía y propensión.

—¿Qué parte de mí sería la que más disfrutarías al pintar? —me pregunta coquetamente.

Frente a frente solo dedico tiempo a mi mente, organizando las palabras correctas, encarcelada por su rostro, examinando cada detalle; acción que jamás había contemplado sin interrupción; minimizando la imagen de sus ojos marrones con su pupila dilatada, señal que indica el gozo que está viviendo; su labio superior e inferior arqueados finamente, abiertos silenciosamente, expresan ansiedad y deseo, sus manos un poco temblorosas descansadas tensionando soledad y frío. Por lo cual requerían calor, arropándole su mano izquierda y con suspiro profundo verbalizo.

—Te mentiría si te digo que me enfocaría en solo una parte, sería capaz de detallar cada patrón de tu piel. —Fijo mi visión con picardía en cada parte de su cuerpo.

—Entonces. ¿Desde dónde iniciarías? —pregunta sonrojada. Con mi mano izquierda juego con su cabello ondulado, deslizo mis dedos suavemente rosando muy cerca de su cuello, provocando un movimiento minúsculo de abrumadora sensibilidad.

—Pintaría tu cabellera, de manera que cada fibra que lo conforman se plasme vivazmente, como si el viento le diera movimiento...

Sin una palabra en la boca me responde con respiros disfrazados de compostura, todo lo que pudiera cohibirse no serviría de nada, tanto ella como yo revoloteamos en un océano de excitación. Terminando el camino en la punta de su pelo, sigo delineando con las yemas de mis dedos parte de su frente, tejido que palpaba blando y terso sucumbiendo en sus pómulos definidos y llegando finalmente a sus labios, para después sutilmente dejar caer mi brazo... Me inclino con palabras mudas, cerrando lenta y conjuntamente nuestros ojos, acaricio sus labios con los míos, movimientos delicados correspondidos con incesante pasión, siento una sensación de cosquilleo que recorre todo mi cuerpo, mi corazón a mil intenta sobresalir de mi pecho, por primera vez tocaba su lengua y combinando oscilaciones se convertía en la armonía perfecta dentro de mi boca, como si aquella corriente fuera conocida desde antes, la sujeto sobre la parte baja de su espalda cercada a sus glúteos aprisionándola en mi pecho, ella espontáneamente sube sus brazos a mis hombres sujetando mi rostro con desenfreno, casi sin aliento y sin separarnos tomamos respiro y en respuesta a mi intensión ella me aferra nuevamente con intensidad, descargando un beso corto que significaría el final del poema humedecido que imponentemente relatábamos enmudecidas, generando vergüenza y desconcierto de lo que había sucedido.

Nos separamos conmocionadas, la distancia es de más de un metro, dándonos la espalda y en quietud pronuncia entre dientes con voz baja:

—Debemos irnos, ya es muy tarde —menciona con un hilo de voz sin mirarme a los ojos, se pone de pie y empieza a caminar hacia la salida.

—Sí, tienes razón. —La sigo avanzando dos pasos y preguntándome qué pasará por su cabeza.

Caminamos hasta donde aguardaba José sin pronunciar palabra, asumo que todos los sentimientos encontrados allí Daniela los padecía también. En el auto cada una mirando al horizonte por medio la ventana, otorgando una atmósfera confusa. Arribando a la casa y bajando del carro, caminamos casi encorvadas con mirada al suelo, no somos capaces de sostenerla arriba.

—No fue tan mala noche, muy divertida —pronuncio con timidez, deteniendo su paso tratando de romper el incomodo silencio. 

—Aja, los bajos instintos que mencionaba la invitación salieron a la luz —responde encontrando por fin nuestras miradas, sonriendo efímeramente.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora