XXXVII. Disyuntivas

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Bibiana pov:

Daniela sale de la habitación dejándome pasmada. ¿Cómo se atrevió a tratarme así? Me siento como una especie de juguete sexual, no soy un objeto que solo puede utilizar cuando le venga en gana... Maldita... Me levanto dispuesta recoger mi ropa y mi dignidad junto con ella, me visto rápidamente y contemplo la cama que hace unos minutos fue testigo de nuestras caricias, siento un profundo nudo en la garganta, me resigno y decido coger rumbo a mi habitación para descansar.

A la mañana siguiente me despierto decidida y me dirijo hacia un lugar en el centro de la ciudad; tiempo atrás lo visitaba rutinariamente como por variar el ambiente pasional entre mi cuerpo y las sabanas. Después de mucho meditarlo llegué a la conclusión que lo mejor es darle un detalle a mi "querida" por cómo se comportó la noche anterior.

Ingreso a la tienda examinando cada objeto y bajo un esquema minucioso realizo la elección acertada que a mi parecer será el regalo perfecto... Pago con mi tarjeta y subo a mi moto encaminándome hacia la oficina, el centro no está muy lejos de la empresa por lo cual llego en menos de 20 minutos.

Parqueo y desciendo de la moto rumbo a su oficina con el paquete en mis manos, me muero por ver en su rostro la reacción que tendrá. Las puertas del ascensor se abren y con una sonrisa reluciente saludo a Stefanny para luego seguir mi sendero.

—¡Toma! —le grito arrojando la bolsa sobre su escritorio y habiendo ingresado a su oficina sin ninguna formalidad dejando la puerta abierta, después de todo ella no tiene derecho a exigirme educación...

—¿Qué es esto? —Con intriga sacude el paquete con envoltura negra.

—Será tu nuevo mejor amigo. —Con sarcasmo le respondo, ella maquina por segundos sobre lo que se trata hasta que se decide abrirlo.

—¡¿Un consolador?! ¿Pu-dre-te? —Lo levanta analizando su estructura, pues tiene la forma de una mano empuñada haciendo un gesto grosero con su dedo corazón levantado rígidamente, diseñado para parecer un miembro masculino erecto y con un lindo nombre impreso en la muñeca.

—Pensé que no tenías, así que, para evitarme el manoseo de tu parte te facilito el tema que tienes con tu carga hormonal, ¡Porque lo que es a mí, no me vuelves a tocar ni un pelo! —Me acerco a su escritorio, recargo mis manos para que su mirada se encuentre con la mía y hago que desee mis labios mientras los muerdo lentamente, siento como pasa saliva, pues mi gesto hace que su vista pierda la noción.

—Señora Daniela, disculpe, usted es tan amable y me autoriza estos egresos. —Stefany ingresa a la oficina sin aviso con dirección a Daniela, claramente observa de inmediato el nuevo juguete.

—Sí, dame un segundo. —Daniela apenada al notar la curiosidad de su secretaria, agarra el consolador raudamente y lo lanza en el bote de basura con tanta intensidad que este rebota y voltea todo lo que hay en el contenedor hacia el exterior, dejándolo a la vista de todos los que cruzan cerca a la puerta de su oficina.

—Señora Daniela, si desea puedo venir en otro momento. —Stefany acongojada con la inestabilidad de Daniela le sugiere salir de la oficina, ella no le responde nada dejando su vista caída, creo que las dos comparten el color rojo de sus pómulos, Daniela se le acerca velozmente y firma con agilidad el papeleo.

—¡Listo, puedes salir! —ordena a Stefany al mismo segundo que se regresa para recoger el reguero—. ¡¿Qué haces ahí de pie como inútil?! Te gradezco el gesto de haberme avergonzado —comenta ofendida, pero su celeridad es interrumpida por otro visitante.

—¡¿Qué es eso?! ¡Uy! Las pausas activas de la gerente de la compañía, diría yo... son algo lujuriosas. —Soltando una carcajada le ayuda a recoger el consolador mostrándolo a la luz, el personaje tampoco había cerrado la puerta al entrar, así que todos con disimulo murmuraban allí afuera.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora