XXXVIII. Pretensiones

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Daniela pov:

—Andrés, muchas gracias por la cena, pero ya debo irme. —Me levanto agradeciendo su amable compañía hasta que con su mano me detiene impidiendo marcharme.

—Vamos, aún es temprano, no te invité a este restaurante solo para hablar de negocios, quiero compartir a tu lado como los viejos amigos que somos.

—Pero son las más de las 10 de la noche, no sé... Bibiana podría molestarse... —comento algo apenada sin mirarlo a los ojos.

—¿Tu esposa? —Suelta una gran carcajada ocasionando que las mesas cercanas volteen su mirada hacia nosotros—. Por Dios. Daniela, hace menos de un día decías odiarla y ahora te preocupa que te vea llegar tarde... ¿Desde cuándo eres tan sumisa? Y no me malinterpretes, adoro verte enamorada y saber que de alguna u otra forma vas a continuar casada, ¿pero por qué ese cambio tan repentino?

Me siento nuevamente recostando mi espalda en el espaldar de la silla y soltando un gran suspiro.

—No sé, a veces yo también me canso de pelear y hoy estaba tan hermosa, en ocasiones olvido que sale con Verónica... —Pongo los codos sobre la mesa y meto mi cabeza entre las manos algo frustrada.

—Sí, es hermosa, pero bastante odiosa diría yo, traté de disculparme esta mañana, pero bien viste como me trató...

—Pues me pareció muy civilizada en mi opinión, fuese yo en su lugar... —No alcanzo a terminar porque nuevamente suelta una gran carcajada.

—Ni lo menciones, tú ya me habrías asesinado —responde entre lágrimas debido a la risa, con una mano toma un sorbo de vino y con la otra se limpia los ojos—. Bueno ese no es el punto, ¿qué pasó entre ustedes para cambiar así de opinión? Aún no me respondes.

—No fue nada... Mejor sirve otra copa y dime qué quieres hacer.

—Vamos, no seas amargada, cuéntame. —Se queda a la espera, pero yo solo lo miro sin pronunciar palabra—. Bueno no me cuentes, pero... ¿Qué te parece si soy tu nuevo cupido? —Propone mientras llama al mesero.

—¿De qué hablas? Que drástico cambio de tema. ¿Cómo que ser mi cupido? ¿Enloqueciste?

—El asunto es simple, odio verte comportándote como una completa idiota, sé que estás pasando por muchas tristezas en estos momentos, pero sé que una de las mayores es por pensar en tu esposa siéndote infiel con la ama de llaves. —Detiene un momento su argumento para pasar la tarjeta de crédito al mesero y luego concentrarse en mí.

—Pensé que querías que me quedara —menciono extrañada ante su acto.

—Sí, pero no aquí, vamos a un pub o algo por el estilo, esto es demasiado formal para mi gusto.

—Okay... Pero termina de explicarme lo de cupido.

—Estuve analizando la situación, y si de verdad tu esposa te hubiese sido infiel ya lo habría aceptado, nada saca con ocultarlo, incluso se iban a divorciar y ni así lo aceptó, algo extraño tuvo que pasar esa noche en tu casa, y yo voy a averiguarlo. —Con tono autosuficiente y pavoneo se pone de pie como si fuese un excelente investigador.

—¿Ah sí? No me digas, Sherlock Holmes, ¿o ahora quieres ser abogado como tu padre? —Suelto una gran carcajada ante las payasadas de mi amigo, hace un buen tiempo que no sonreía, desde esa isla...

—No te burles, hablo en serio —manifiesta un poco ofendido, pero con su humor característico. El mesero regresa con su tarjeta, Andrés firma la cuenta y se acerca a mí.

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—Un mago jamás revela sus secretos. —Me ofrece su brazo caballerosamente para que me aferre a él y nos dispongamos a salir—. Ven, hermosa, por ahora disfrutemos la noche.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora