III. La boda parte II

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Bibiana Pov:

Sí... Oficialmente esposas.

Inmediatamente termina el notario, inicia la fiesta que vendría siendo la parte alegre, pero la más hipócrita de la situación, "celebrando que todo es emoción". Hay más o menos seiscientos invitados de los cuales solo conozco cerca de diez, entre esos mis suegros adorados, unas amigas y esa mujer.

Llega el momento del vals, el acercamiento más embarazoso y molesto para mí, la canción se me hace eterna, aparentemente duraba cinco minutos, a mí me parecen cerca de cuatro horas y media. Ella siempre con esa cara de malhumorada, mientras que yo fingiendo felicidad tratando disfrutar de la escena.

Terminada la función, me dirijo a saludar a mis amigas entusiasmadas por el paso que acababa de dar, tratando de animarme sobre las ventajas del casamiento, lo que no son capaces de decirme son las desventajas. Casi todas gozan de matrimonios absurdamente aburridos, yo era una de las pocas que tristemente quedaba soltera, hasta hoy "Desgraciadamente". De un momento a otro un caballero de casi cuarenta años con el cabello cubierto de canas me invita a bailar, lo miro con pocas ganas, pero decido aceptar.

Mientras bailo con él, que descaradamente coquetea conmigo, intento olvidar que es la fiesta de mi matricidio. De lejos visualizo a Daniela y me doy cuenta que es una completa sociópata, aspecto que me resulta intrigante, admito que siempre me ha gustado conocer razas foráneas.

******

Transcurre la noche y yo curda de tanto licor, me dirijo hacia ella, «¿cómo se me pudo pasar por la cabeza?» Por poco otorgamos a los invitados show de media noche... Me regocijo al saber que le dejé la mejilla más roja que una copa de vino tinto, debería sentirse afortunada, porque no estuve lejos de querer cogerla del pelo.

Me adentro de nuevo a la fiesta luego de dejarla en el jardín con la palabra en la boca... No muy lejos de mí se encuentra Gabriel, el padre de Daniela, quien me mira con pena por lo sucedido, es obvio que él sabe la clase de arpía que tiene como hija, por esta razón por más de que yo fui la que le propinó el golpe él se disculpa con la mirada sabiendo hasta donde puede llegar la lengua venenosa de Daniela. Le otorgo una sonrisa y encojo mis hombros, él me sonríe de regreso y asiente con su cabeza, sigo mi camino hacia una mesa donde se encuentra una de mis amigas.

—No digas nada, ya lo vi todo, ¡le pegaste! ¿Qué pasó? —me dice con desaprobación mientras con su mano me invita a sentarme a su lado.

—Sí, más que merecido, ella trataba de ofenderme y antes que prosiguiera le frené sus palabras, la atrevida dijo que me estaba portando como una cualquiera. —Me siento a su lado y tomo un vaso de licor, el cual bebo de un solo sorbo.

—Fue bastante intenso, solo imagino esa convivencia y no quisiera ser tú, lo más probable es que ella quiera adoptar medidas dictatoriales de como manejar tu vida, porque se ve bastante inflexible y no creo que sepa diferenciar entre alegre y ofrecida —comenta, mientras lleva su mirada a Daniela que pasa hecha una furia por todo el salón camino al baño.

—Eso parece, la muy... Solo vive de apariencias, su actitud mesurada me hastía, pero yo voy a hacer que se estrelle con la realidad. Bueno, ya le di su primera lección —me burlo de solo recordar aquel bofetón el cual disfrutó cada parte de mi piel.

—Amiga, yo te aconsejo que lleves todo con calma, ¿qué tal sea la persona que re ordene tu vida y te inunde de amor? —Sonríe de manera sincera y posa una mano en mi hombro... «No puede estar hablando en serio».

—¡Ja! Por favor, eso nunca, recuerda que fui obligada y no por decisión propia. ¡Bailemos! —grito alzando los brazos y poniendo fin al tema.

Nos dirigimos a la pista de baile y de repente después de unas cuantas canciones se acerca ella de manera sospechosa, baila tan cerca de mí con seducción queriendo confundirme, yo la miro extrañada por su actitud y ella se acerca a mi oído...

—Esto no se queda así, buena para nada. —Se inclina lo suficiente para que yo sea la única que escuche sus amenazas. Sus labios alcanzan a rozar un poco mi oreja haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo.

—No me digas —respondo con sarcasmo, alejándome un poco para poder mirarla fijamente a los ojos y que sepa que no me intimida.

—¿Alguien te había dicho qué eres una persona increíblemente promedio? —dice refutando mi expresión y retándome con su mirada.

—¿Y tú no te das cuenta qué las personas solo te toleran? —respondo desafiante. Si cree qué me voy a dejar amedrantar está muy equivocada.

Me mira con odio y se retira, la canción termina a los pocos segundos y decido volver a la mesa y compartir con otros invitados.

******

La noche se pasa volando y yo la he disfrutado al máximo, con sobras de pastel en la mano y en la otra una botella de licor, voy rumbo a mi habitación, ya todos los invitados se han ido y es hora de descansar, el problema aquí es que no sé dónde carajos queda, la casa es gigante y no tuve tiempo esta mañana de llegar a inspeccionarla a fondo, el mundo me da vueltas y termino en el tercer piso, no pienso seguir caminando más. Minuciosamente ingreso a una que está de camino y en frente mío, creo que es la principal, abro la puerta y todo está oscuro, me recuesto dejando caer mi cuerpo desmayado. 

Un grito ensordecedor me sorprende, del susto suelto mi botella, la cual cae directo al suelo y el pastel que tengo en la otra mano se lo pongo en la cara accidentalmente, alguien descansaba en la cama... Es... ¡Daniela!

—¡Torpe, mire cómo me dejó! —Se pone de pie rápidamente, momento el cual aprovecho para ponerme mucho más cómoda.

—¿Acaso yo sabía qué tú estabas acá? —Con la lengua enredada trato de explicarle que no fue apropósito.

—Sal de mi habitación cuanto antes o si no... soy capaz de...

—No puedo y no quiero, bien puedes buscar otra habitación de las muchas que hay ¡yo me quedo aquí! Lo siento por ti —respondo de la misma forma altanera, ¡no me voy a dejar!

—Esto es caso perdido, maldigo el día en que llegaste a mi vida, ¡maldita infantil! —Logro percibir la rabia en sus palabras.

Decido ignorar sus comentarios, escucho como balbucea enfurecida, yo solo me burlo y decido cerrar los ojos dispuesta a dormir, pero de repente pierdo el aire por un instante gracias a un fuerte golpe que me propina  en el estómago con una almohada.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora