XXXIX. Instinto maternal

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Bibiana pov:

Después de un extenso juicio y elocuente juego de miradas en la sala, me despido de mi madre y de mis suegros dichosa por salir limpia de tanta falacia interpuesta por ese lunático, solo sigo esperando que el enfermo esté preso cuanto antes, no soporto verle el hocico a ese animal. A las afueras del tribunal, Arturo espera por nosotras y nuestros sorpresivos acompañantes, "sus hijos", en verdad se siente satisfecho por el veredicto y eso se le nota en su rostro al no querer más que abrazarme. Curiosamente Angelica ni Daniela están a la vista, solo nos encontramos los tres junto con Andrés esperándolas, solo predico en mi interior a que no estén juntas.

—Hijo, no pensé encontrarte aquí acompañado de Daniela, y que conocieras a Bibiana. —Extrañado por el encuentro, se pregunta el motivo de tanta reunión.

—Papá, sabes que somos buenos "amigos" y sé lo importante que es todo esto para ellas. —Su mirada penetrante me quiere hacer ver su acentuación en la amistad con mi esposa, a lo cual no pretendo darle importancia—. Además Daniela hasta hace poco nos presentó. —Guiña su ojo mientras explica y lleva las manos a los bolsillos del pantalón completamente despreocupado...

—Sí, Arturo, es asombroso que en todo el tiempo que compartimos con Angelica nunca hubiera mencionado a su lindo hermanito. —Sonrío con hipocresía y volteo mi rostro para no seguir observándolo de frente.

—Lo sé, en esta familia únicamente se habla de la cirujana, ¿no es así, papá? —Andrés con sarcasmo decide dar paso a un reclamo.

—Por favor, Andrés, ¿que estás diciendo? No nos avergüences con tus pataletas de niño consentido delante de Bibiana. —Arturo lo reprende y decide tomar su teléfono e ignorarlo.

—No te molestes en llamar, ahí viene el ejemplo de la casa —comenta Andrés obligándome a voltear hacia la dirección que señala con su mirada... Si en la noche estaba con los nervios de punta, ahora estoy al borde de un colapso, dos locas cruzan la salida una detrás de la otra sonrientes como si fuese resultado de un encuentro bélico previo entre las dos.

—¡Hermanito! No te había visto, tal vez es por tu brillo que es un tanto opaco en la multitud. — Entre risas y falsos abrazos los hermanos se saludan.

—¡Su majestad! Pláceme saludarla, ¿o debo hacerle venia? —Noto el ambiente algo tenso entre los dos, es muy probable que exista una competencia de cariño paternal entre otras cosas...

—¡Amor, absuelta de todo! ¿No es maravilloso? —En un parpadeo interrumpe Daniela abalanzándose sobre mí para otorgarme un interminable beso en la boca y poco educado ante los presentes—. Discúlpame, Arturo, es imposible controlarme. —Daniela voltea su rostro con una gran sonrisa, disculpándose únicamente con él y ocasionando que en la cara de Angelica se dibuje una mueca de disgusto.

—Descuida, es apenas compresible tanta emotividad por que todo lleve buen rumbo... Tengo pensado invitarlas a cenar hoy a la casa, como un emotivo reencuentro. —Dentro de su amabilidad sé que la invitación de Arturo inicialmente es únicamente para las dos, pero sus hijos presentes contribuyen a un ligero cambio de planes, con sonrisa nerviosa solo observa a Angelica.

—¡Qué gran idea, papá! Como en los viejos tiempos. —En respuesta a la invitación, Angelica le otorga un beso en la mejilla gustosa por tenernos en la casa, no hay que saber de malicia indígena para observar su perversidad, pero grata sorpresa me llevo cuando Daniela también pavonea su interés por ir.

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Estando ya en la casa de Arturo nos disponemos a tomar asiento y él procede a hablar.

—Me tomé el atrevimiento, queridas damas, de elegir con mi chef lo que degustaremos, así que será noche de crustáceos... —Termina su parlamento con una inocente sonrisa.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora