XVIII. Frenesí

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Daniela pov:

Veo la recamara donde nos hospedaremos Bibiana y yo, hay una cama y una mesa de noche... En verdad que se ve todo menos cómoda, eso no es una cama doble, es más, ni siquiera estoy segura de que sea una cama, solo tiene dos mantas extremadamente delgadas y el frío que hace en este lugar es increíble.

Con mirada despectiva mis ojos siguen recorriendo el lugar hasta que una voz chillona me saca de mis pensamientos.

—¡Queridas! Hoy hay lunada y no pueden perdérsela, así que dejen las cochinadas para más tarde.

No puedo evitar voltear mis ojos con fastidio, gracias a todos los cumplidos que este sujeto hizo de mí, puedo decir que no es de mi completo agrado y su presencia me molesta un poco. Lo seguimos por los corredores hacia lo que parece un jardín, en medio de él puedo divisar a los niños formando un circulo y dentro del circulo a una mujer de estatura mediana, cabello rubio y figura delgada intentando encender una fogata, ella al notar nuestra presencia corre entusiasmada a abrazar a Bibiana.

—¡Fernanda! Tanto tiempo sin verte.

—Por Dios, Bibis, solo han pasado dos meses. —Ambas ríen abrazadas dando vueltas en el mismo punto como un par de quinceañeras, tal es su emoción que se olvidaron que yo existo, carraspeo fuertemente para recordarles que no soy un adorno y con algo de pena voltean hacia mí.

—Perdón, mira, Daniela, te presento a Fernanda, ella es enfermera y también trabaja como voluntaria en la fundación, es una amiga a la cual valoro mucho.

—Mucho gusto, tú eres la esposa de Bibiana, ¿no es así?, no tuve el placer de conocerte en la boda, ya que no pude asistir por mi trabajo. —Se acerca y estira su mano para brindarme un saludo.

—El gusto es mío, y no te preocupes, entiendo que tu trabajo como enfermera debe ocupar gran parte de tu tiempo, siempre he admirado mucho a las personas que trabajan con todo lo referente a salud, me parece que tienen una vocación increíble...

—¿En serio? Muchas gracias, de verdad es grato recibir este tipo de elogios —me dice con entusiasmó en su mirada y apenada, pero orgullosa ante mi comentario.

—Bueno, no perdamos más el tiempo y encendamos la fogata —comenta Bibiana en voz alta para entusiasmar a los niños, todos ellos responden con un ¡sí!

Nos sentamos en círculo alrededor y a los pocos minutos regresa Genaro con una bandeja de chocolate caliente y malvaviscos, las caritas de los niños reflejan alegría, es increíble que todos ellos guarden tal felicidad a pesar de las desgracias por las que imagino habrán pasado, supongo que a diferencia de nosotros los adultos, los niños jamás pierden la fe... Debo admitir que los infantes nunca han sido de mi agrado, pero estos realmente han logrado conmover mi corazón.

Bibiana termina de encender la fogata, se sienta a mi lado y en cuestión de segundos Esteban corre a sus brazos para acurrucarse, le sonrío, pero el niño parece ser demasiado tímido y esconde su cabecita en los hombros de Bibiana, esta criaturita me hace sentir como en un cuento de navidad, yo soy el viejo "Scrooge" y él "el pequeño Tim"... No puedo creer que nunca haya pensado en hacer obras caritativas, estoy tan inmersa en mi mundo que jamás había notado que realmente muchas personas necesitan ayuda... Lo que hace Bibiana es simplemente hermoso.

Los niños cantan, cuentan historias, bailan, es tan lindo verlos felices, incluso Genaro a pesar de su "loca" personalidad parece una buena persona, así no sea de mi agrado los niños lo adoran... Pasadas las 10 de la noche los pequeños se dirigen a sus habitaciones para dormir, Fernanda se despide de nosotras y se retira, ya que su esposo la espera en casa, en el camino a nuestra recamara encuentro una pluma perteneciente a alguna paloma, la levanto y se la entrego a Genaro.

Bidan: un matrimonio a la fuerzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora