Accidente

569 72 27
                                    

Yukio agradecía que su hermano no pesara excesivamente, o de lo contrario tendría problemas para llevarlo de vuelta al dormitorio; Rin continuaba sobre su espalda, casi asfixiándole al rodear su cuello con ambos brazos. Se detuvo un instante para lanzarlo poquito y acomodarlo mejor; el mayor se quejó.

El Omega no había dejado de llorar desde que salieron del dormitorio del trío de Kioto y el Alfa comenzaba a preocuparse. ¿Por qué lloraba? ¿Se sentía mal? ¿Le dolía algo? Inhaló profundamente mientras maniobraba con su gemelo y ambos bolsos escolares; aun faltaba un buen tramo que recorrer para llegar a su destino.

—Hermano— le llamó—. ¿Estás bien?

Se apretujó contra él y soltó un gemido roto mientras lágrimas espesas se deslizaban por sus pálidas mejillas hasta caer por su barbilla. El aroma de su hermano no estaba ayudando, todo lo contrario, lo hacía sentir fastidiado. No era el delicioso aroma del incienso.

—Quiero estar con Suguro— musitó, tenía la sensación de que el celo enublecia su mente.

—Sabes que no puedes. ¿Es por ello que lloras?

—Ajá...

El de lentes suspiró y negó con la cabeza de manera divertida.

—No te rías, cuatro ojos— Rin reclamó, dándole un manotazo en el pecho—. No es divertido.

—Lo es. Nunca pensé que te pondrías a llorar por tu celo y un Alfa.

—Yo tampoco— sorbió su nariz sonoramente y parpadeó un par de veces para ahuyentar, sin frutos, las lágrimas—. A veces no entiendo nada. El médico dijo que supone que Suguro es quien hace a mi celo enloquecer. Quizás ahora es peor porque él me gusta.

—Mh. Venía pensando que te sentías así desde hace un tiempo, pero no dije nada.

—¿Te diste cuenta? — el de lentes asintió—. Espero que no sea porque soy tan obvio como tú. Por Dios... Shiemi es la única que no lo nota y es tan desesperante.

—Yo no soy obvio.

—Lo eres— pasó los dedos por debajo de las pestañas inferiores, alejando las gotas calientes de agua mientras nuevas brotaban—. No puedo parar.

—Espero que en un rato te tranquilices.

Rin no creía que se fuera a calmar, pero no agregó nada más, acomodándose contra el otro y sorbiéndose nuevamente la nariz. Realmente quería volver al dormitorio de sus amigos, deseaba estar con Ryuji. Había estado tan impaciente y emocionado, con su corazón agitado como un desquiciado mientras las feromonas del otro se colaban por sus fosas nasales. Aun podía sentir la mano morena sobre su piel, cálida y firme, y añoraba saber sí en todas las partes de su cuerpo aquel tacto sería igual.

Ese jodido vacío más allá de su pelvis y vientre era molesto sobre manera. Y sentirse solo, porque no tenía a Suguro, era aún más fastidioso.

...

Rin se quedó en la habitación, tumbado en su cama mientras el celo lo invadía casi por completo. Shura le había dado un regalo al ver lo impaciente que estaba; miró con desagrado el maldito juguete sexual que le había obsequiado mientras ella reía. Lanzó una mirada molesta a la mujer y aventó el aparato lejos de él, ignorando que ella le confesaba que quizás usarlo le haría sentir más tranquilo. No estaba muy seguro de aquello, pero, de todas formas, cuando estuvo completamente solo, le dio una oportunidad; no le había gustado y lo lanzó enojado a una parte desconocida de la habitación. ¡Eso no era lo que quería!

Sin más, tuvo que soportar tres días con su celo, solo saliendo del cuarto para ir al baño. Yukio era, básicamente, un inútil para la cocina. Una vez lo intentó, pero desistió de la actividad cuando se cortó el dedo al rebanar algunos vegetales. Rin era quien se encargaba de preparar las comidas y nunca se molestó porque su hermano no supiera ni siquiera hervir agua, aunque sí le preocupaba qué sería de él cuando viviera solo. Seguramente comería alimentos recalentados que conseguiría de tiendas de conveniencia.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora