Efectos y eventos proximos

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Los alumnos de su grado debían reunirse en el gimnasio de la academia para asistir a la revisión clínica que se llevaba a cabo con anualidad para asegurarse de su bienestar. En esa ocasión se habían aglomerado las tres clases, formadas en filas de hombres y mujeres que a su vez se dividían en Alfas, Omegas y Betas.

Los enfermeros de la escuela se encargaban de tomar las medidas físicas, tal como la altura, el peso y anotaciones varias acerca de enfermedades crónicas o similares. Una vez concluían con ello, el alumno era libre de retirarse de ahí, aunque muchos se quedaban dentro del gimnasio a esperar a sus amigos y/o amigas.

Rin, detrás de un chico Omega de la clase de al lado, podía ver a sus amigos en la otra sección del recinto; Kamiki y Konekomaru estaban sobre las basculas, quietos como estatuas, en cambio Shima y Suguro permanecían esperando su turno, separados por un muchacho y una muchacha que hablaban entre sí. Frente al pelirosado se encontraba su hermano gemelo, impasible como siempre. Shiemi estaba sobre su respectiva bascula, nerviosa mientras jugueteaba con sus dedos.

Aquello le aburría, pero lo prefería a las clases extensas y fastidiosas; de todas formas, no era que les prestara mucha atención, pues a los cinco minutos ya se encontraba durmiendo sobre su pupitre, soñando sobre comer unas ricas brochetas de carne costosa y de alta calidad.

Finalmente, llegó su turno. Se montó en la bascula y se paró tan derecho como podía, observando a las dos Omegas de su clase que estaban alejadas, muy cerca de una esquina, hablando de cosas que no lograba oír. Pudo ver la preocupación emerger del rostro de la más alta mientras la adversa se abrazaba a sí misma y comenzaba a temblar.

—Ah— emitió él, justo cuando la muchacha, de cabello como las castañas, comenzó a despedir feromonas bastante fuertes.

Podía verla encogerse en su sitio mientras su amiga trataba de apaciguarla, casi podía jurar que notaba la sudoración en su piel. Miró alrededor; los Alfas comenzaban a ser afectados por el aroma de la fémina, luciendo tan ansiosos como ella.

Shima se cubrió la parte inferior de la cara con su propia playera en un intento de no oler las feromonas, aunque le resultaba poco efectivo. Okumura podía notarlo por como fruncía las cejas. Un par de Betas bastante grandes de complexión se posicionaron frente al grupo de Alfas, agradeciendo que todos se amontonaban en un mismo sitio, y, de la manera más sutil posible, los contuvieron. Ninguno parecía estar dispuesto a hacer algún movimiento sobre la chica, pero tampoco lucían calmados, pues sus ojos se clavaban sin remedio en ella y se movían con ansias en su sitio.

—¡Koneko! — le llamó Rin, extrayendo su propia cajita plástica con supresores de uno de los bolsillos de su pantalón y lanzándosela al mencionado, pues el muchacho era el más próximo al par de jóvenes.

El de anteojos atrapó en el aire el contenedor de pastillas y ayudó a la pobre Omega en celo a encaminarse a la fila de mochilas que reposaban en las orillas del gimnasio. De una de éstas tomó una botella de agua que entregó a la joven junto a una de las muchas pastillas de Okumura. Tras beber todo y esperar unos instantes, el aroma sofocante y seductor comenzó a disminuir al punto de que los y las Alfas parecían menos inquietos.

Finalmente, una enfermera Beta decidió acompañar a la joven a su dormitorio, por lo que ambas salieron del recinto, asegurando que el resto podía continuar con lo propio; Rin se alivió un poco al ver la clara mejoría de la castaña, pues incluso parecía estar caminando bastante bien para la condición en la que su cuerpo aun se encontraba.

Continuaron con la revisión médica. Los ojos azules podían apreciar aun la incomodidad de los y las Alfas presentes, aunque no eran un gran numero; Shima parecía reticente a descubrirse la cara mientras se abanicaba con una mano, Kamiki tenía las mejillas un poco rosadas nada más, Yukio se había retirado un instante las gafas y se quitó el buzo deportivo, y Ryuji golpeaba insistentemente el suelo con un pie a la par que permanecía de brazos cruzados. Rin estaba seguro de que el castaño de oscuros ojos estaba meditando internamente para mantener su raciocinio y alejar sus instintos básicos; debía ser difícil para ellos estar en presencia de un Omega en celo, aunque él no lo entendía con exactitud.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora