Impregnar

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Se despertó por la alarma y no por los llamados de su gemelo, por lo que, a pesar de estar medio dormido, supo que había algo que aquejaba al menor. Abriendo los ojos, se incorporó en la cama y respiró profundamente. En el aire podían olerse las feromonas Alfas de su hermano alocándose por el estro que rápidamente lo envolvía. Se giró a mirar a Yukio que seguía tumbado en el colchón, de costado en dirección hacia él, y suspiró largamente.

El menor de ambos se encontraba durmiendo de manera bastante superficial, sintiendo que la piel se le cubría de sudor y una sensación cosquilleante que se presentaba grave en la zona pélvica. Rin, bostezando, se puso en pie y, conforme se retiraba la playera por encima de la cabeza, se acercó a su gemelo. Le dejó la prenda con la idea de que ésta pudiera ayudarle a calmarse, pues sus hormonas suaves de Omega familiar parecían servir de algo durante el estro.

Lo vio abrazarse a la playera aun entre sueños, y procedió a vestirse, lentamente, con el uniforme escolar para retirarse a la escuela. Ordenó todo en el interior de su bolso, dejó una caja de supresores para Alfas, junto con una botella de agua llena hasta una cuarta parte, en el escritorio de su hermano y, finalmente, se marchó.

El aire fuera de su habitación se sentía diferente. Podía decir que era menos pesado y abrumador. Incluso estaba seguro que la temperatura dentro del cuarto estaba un poco elevada, pero era todo gracias a su hermano. No había forma de culparlo realmente, pues era un joven sano y, como todos los de su sub-sexo, pasaba por los jocosos estros.

Llamó a Shura para avisarle de las circunstancias en la que se encontraba el castaño de anteojos y ella, restándole importancia, bromeó un poco al respecto antes de asegurar que tendría cuidado, aliviando un poco al pelinegro. Si bien Yukio no reaccionaba en lo absoluto a Rin debido a que eran hermanos, independientemente de sus sub-sexos, eso no significaba que se mostrara indiferente a la mujer de cabellos rojizos. Kirigakure no estaba relacionada a ellos por lazos sanguíneos y era Omega, lo que implicaba que si ella se cruzaba con el menor de los Okumura mientras se encontraba en estro terminaría siendo atacada por éste. No es que dudara de la fuerza física y de voluntad que poseía la mujer, pero, como Omega, entendía lo que era ser sometido por las hormonas dominantes y en estro de un Alfa.

Cuando había entrado a la habitación de Suguro mientras el estro le aquejaba, había sentido las piernas tan flácidas que patearlo no parecía la mejor opción como para librarse y su lado Omega estaba, más bien, ansioso por dejarse llevar, a diferencia de su lado racional que se angustiaba de la situación.

Seguro Shura se vería afectada de una manera similar y, aunque confiaba en sus habilidades, temía que éstas le fallaran en un momento como ese.

Llegó a la escuela sin contratiempo y Kamiki se mostró disgustada con respecto al aroma que se le había quedado impregnado. Ella aseguraba que apestaba a feromonas Alfas y eso le estaba incomodando sobre manera. ¿Él qué podía hacer? No mucho, a menos que tomara un baño o se revolcara en el pasto o basura, por lo que la joven tuvo que aguantar el hedor hasta que, finalmente, se terminó acostumbrando.

—¿Okumura-san está en estro?— preguntó Shima, arrugando la nariz en disgusto.

—Sí. Se me ha pegado el olor. Solo ignóralo.

—Yo no tengo tanto problema, pero... —los ojos cafés señalaron velozmente al joven perforado sentado al lado del pelinegro—. Bon...

Miraron al castaño que se esforzaba en comer los alimentos comprados. No le gustaba percibir el aroma de Alfa provenir de su novio, por lo que su lado instintivo se encontraba inquieto y malhumorado sin importar que se repitiera, mentalmente, que se trataba del aroma de su gemelo y no de alguien que lo estuviera cortejando. Era muy común que Ryuji mirara de mala manera, amenazante, a las personas sin querer, por lo que no era raro, en ese momento, verlo con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados por la molestia.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora