San Valentín

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Sus ojos estaban clavados en el reloj, como si realmente viera las manecillas moverse, y su mente vagaba en sus cientos de pensamientos; Shiemi le había dicho desde el sábado por la noche que quería preparar chocolates para Yukio, chocolates que le entregaría el día de San Valentín y, si acaso no recordaba mal, él y su hermano tenían citas agendadas con sus respectivas parejas planeadas ese mismo día. No quería ser él quien tuviera que darle las malas noticias de que su gemelo no podría pasar la tarde con ella porque se iría a ver a su prometida, más a la fuerza que nada, pero tampoco quería que la rubia se enterara en lo absoluto. ¡Se le iba a romper su corazón!

Moriyama aun no llegaba y, con la culpa pesándole de manera inmensa, pensó que lo mejor era impedirle su declaración, porque sabía que su amable amiga estaba pensando en confesarse, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. ¿Debería contarle todo? ¿No sería mejor que Yukio explicara la situación?

—Rin— la vocecita de Shiemi le hizo volver a la actualidad, y la vio aproximarse hasta él con su bolso escolar y numerosas cosas más—. Lamento llegar tarde. La profesora me llamó.

—Está bien— dijo, y palmeó la encimera para indicar que dejara todo ahí.

—¿Seguro que no me reprenderán?

—No. A la presidenta no le molesta, no te preocupes. ¿Qué compraste?

—Uhm, bueno— sus mejillas se tornaron rosadas—. Una caja y papel para decorar.

Asintió, sonriendo compasivo, pero no dijo más. Colocó lo que estaba en una bolsa plástica, que había llevado Shiemi, en una zona de la mesa en la que no estorbaba en lo absoluto. Sacó algunos boles, una olla y todos los ingredientes necesarios de las puertas debajo de la barra, desplegando todo sobre ésta, y comenzó a explicar a la joven qué harían.

Luego de que ella aseverara que entendía, agarrándose el cabello en una pequeña coleta, se pusieron manos a la obra. Aunque Rin había aceptado a brindar su ayuda a su amiga, procuraba no intervenir mucho para que ella pudiera esforzarse en el obsequio de Yukio. Volvió a creer que lo mejor era decirle qué sucedía, mas su hilo de pensamientos se interrumpió cuando Tsubaki apareció. La muchacha lucía igual de nerviosa e inquieta que Moriyama mientras se acercaba y miraba el trabajo de la mayor.

—¿Harán chocolates? — preguntó.

—Shiemi quiere entregarlos mañana. Solo estoy ayudándole.

—¿Puedo unírmeles?

—Oh, sí. ¿Shiemi?

—¡Claro! Siempre es más divertido con más personas.

—Muchas gracias, senpais.

—¿Será honmei? — Rin indagó, viendo al par trabajar.

—Mh. Mhm. ¿Usted no hará?

Lo pensó un instante, tentándose por la idea, pero recordó pronto que Ryuji no gustaba mucho de los dulces y la descartó. Además, por como se estaban desenvolviendo las cosas, estaba creyendo que era mejor hablar, finalmente, con su pareja. ¿Cómo le iba a entregar chocolates, cuando casi no le gustaban, para luego soltarle semejante bomba de realidad? ¿No sería bizarro?

—No—musitó con lentitud tal que Shiemi se percató sin problemas, dirigiéndole una mirada preocupada—. No en esta ocasión.

Cruzó miradas cómplices con la rubia de ojos verdes y le indicó silenciosamente que, sin falta, le explicaría después, terminando con los chocolates y el club.

Formaron una pasta con la mantequilla, la cocoa, el azúcar, entre otras cosas que, posteriormente, vaciaron en moldes de silicona color rojo con forma de corazones, pues era la manera más fácil de crear figuras con chocolate en vez de usar cortadores. Lo dejaron enfriando unos minutos mientras lavaban y arreglaban su zona de trabajo y sus materiales.

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