Complices contra la incredulidad

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El muchacho llegó a su cuarto con la mente aun en las nubes. Abrió la puerta e ingresó, anunciando su llegada al joven de cabellos rosados que estaba hecho una bolita en su litera. Shima se giró sobre sí mismo para mirar a Bon que, lentamente, caminaba por el recinto, tras cerrar la puerta detrás de sí, y dejaba su bolso escolar sobre la mesita baja. Luego, se sentó al borde de su cama y se dejó caer de espaldas sobre el cómodo colchón.

—¿Qué ocurre contigo? — preguntó Shima desde su sitio.

—Estoy cansado.

—Mh. ¿Sucedió algo en la escuela? No me digas que dejaron mucho trabajo y que vieron muchos temas.

—No. Lo normal.

—¿Entonces?

Ryuji miró la parte inferior de la litera superior como si tuviera todas las respuestas de la vida y procedió a relatar lo que había acontecido ese día. Shima, para el final, se incorporó, recargándose en sus brazos para mirar al castaño al otro lado del cuarto.

—¿Okumura-kun realmente está bien?

—Eso fue lo que dijo— Bon suspiró pesadamente y se talló la cara con ambas manos—. No creo que solo reaccione a mis feromonas.

Los ojos del teñido le obsequiaron una mirada molesta y de completa incredulidad ante la ingenuidad del muchacho, y lanzó una almohada con fuerza hacia él. Ryuji obviamente se quejó cuando el bulto golpeó su estómago, y se enderezó con rostro enojado.

—¿Eso por qué ha sido? — inquirió, gruñendo.

—Porque eres muy denso, Bon. Santo cielo. ¿Cómo dices que Okumura-kun no reacciona únicamente a ti?

—Cuando lo encontramos...

—Sí, sí, ya sé. Su celo estaba intensificándose cuando lo hallaron, pero él te lo explicó, ¿no es cierto? Dijo que los supresores dejaron de surtir efecto cuando olió tus feromonas. ¿De verdad tengo que explicarte con manzanas y peras? — el muchacho alzó una de sus cejas, interesado—. Okumura-kun tomó sus supresores. Aunque ese Alfa estaba en estro, seguramente no reaccionó a él. Pero, ¡oh, vaya! Cuando percibió tus hormonas su celo empeoró y la medicina falló. ¿Sí ves lo que yo? Estaba en un cuarto, solo, con un Alfa en estro, y solo se vio afectado cuando notó que tú estabas cerca. Si Okumura-kun fuera realmente doblegado por las feromonas de ese chico, ni siquiera hubiera podido quitárselo de encima y ahora estaríamos teniendo una conversación completamente diferente.

Suguro hizo amago de hablar, pero el otro joven lo hizo callar prontamente con un gesto de su mano, como si pidiera más tiempo para su dialogo.

—Fuiste a ver cómo estaba. El director le inyectó un supresor más fuerte, ¿no? Así que estaba tranquilo, pero, después, cuando empezaste a expulsar feromonas para calmarlo, las drogas dejaron de funcionar y Okumura-kun entró en celo de nuevo. Por favor dime que ya puedes ver lo que te digo. Podré ser un idiota, pero no al punto de no ver esto.

—Bien, sí, ya entiendo— espetó Ryuji, sentándose y acomodando la almohada sobre su regazo—. Tienes pruebas, supongo, pero por qué razón es todo esto.

Renzo, desesperado y frustrado, se sujetó a las barras de su litera y gruñó como si quisiera estrangular a su amigo.

—Porque le gustas, Bon.

Las cejas del aludido se fruncieron, mostrando la confusión que sentía. Creía que su amigo estaba, quizás, delirando por el estro, aunque ya para ese punto resultaría raro dado que era el último día por lo que los efectos debían estar disminuyendo. ¿Cómo podía afirmar aquello?

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