Soluciones llenas de pánico

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Shura había escuchado todo el ruido provocado por los esbirros de Lucifer, por lo que, alertada, salió de su habitación para ir directo a la fuente del ruido. Vio a los hombres rubios sacando la ropa y demás pertenencias de los gemelos, guardándolas en maletas y cajas que, posteriormente cerraron. La mujer les pedía una explicación o que se detuvieran, pero ninguno hizo caso. Mientras ellos bajaban, con todas las cosas ya empacadas, regresó a su habitación en busca de su celular.

Revisó su lista de contactos con apuro hasta dar con el número de Samael que prontamente marcó. Posando el aparato contra su oreja, Kirigakure bajó las escaleras torpemente en el momento justo que los jóvenes salían en dirección a la puerta por donde sus amigos y el medio hermano de estos, junto a sus empleados, se retiraron.

—¡Mephisto! — no dio pie a que el aludido hablara en cuanto los tonos de espera terminaron—. ¿Tú has mandado a buscar a los chicos?

Fue detrás del grupo de jóvenes, parando en las escaleras frontales mientras veían el auto alejarse del sitió como si no pasara nada.

—Oh, no. Me temo que no.

—¡¿Entonces?!

—Lucifer ha ido a recogerlos.

—¡¿Para qué si se puede saber?!

—Oh, señorita Kirigakure— la mencionada gruñó, ignorando que Shiemi e Izumo estaban plantadas junto a ella, mirándola expectantes—. Me gustaría poder tomar un té con usted para explicarle la situación, pero no lo considero algo prudente.

—Mephisto... Quiero saber qué pasa con los chicos y quiero saberlo ahora.

¿Estaban bien? ¿Por qué se los llevaron? ¿Adónde se los llevaron? Si algo les pasaba iba a matar a ese payaso de Samael. Escuchó el suspiró resignado del hombre al otro lado y supuso que se preparaba para hablar.

...

Los hombres enormes y rubios llevaron a los gemelos a una zona en específico de la enorme residencia para que los cambiaran de ropa por algo más decente, que resultó ser un par de trajes, mientras unas féminas se llevaban las pertenencias de ambos. Después de alistarlos, invadiendo su burbuja personal, fueron guiados hasta una sala grande con mesas bajas y lustrosas posicionadas en el centro, siendo rodeadas por personas que ellos desconocían por completo a excepción de Angel y la prometida de Yukio.

Lucifer los sentó al costado derecho antes de depositarse a sí mismo en una de las cabeceras. Las sirvientas mujeres llevaban sake y algo de comida que servían a todos los presentes.

—Lamentamos la demora— dijo Lucifer, haciendo una reverencia tan suave que apenas fue notada.

—Espero tenga precaución con esa impuntualidad— habló una mujer.

Tenía el rostro cubierto, casi en su totalidad, por una capa blanca cual nieve pulcra con bordados hechos en hilo dorado que le daban un aire sagrado, por ponerlo de cierta forma. A cada costado de la mesa había dos hombres más, pero tampoco podían ver correctamente sus facciones por la vestimenta que llevaban puesta.

—Por supuesto.

—Finalmente reunidos— uno de los hombres cubiertos empezó a hablar—, expliquemos entonces la situación.

—Tras una larga discusión— Lucifer explicaba luego de afirmar con la cabeza—, hemos llegado al acuerdo de que ambos matrimonios vivan bajo el mismo techo incluso antes de consumar su unión.

—¿En dónde tienen planeado que lo hagamos? — inquirió Angel con mirada amenazante.

—Aquí.

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