Extra

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Durante las visitas de la pareja y la niña, Rin iba a ver las tumbas de Misumi y Shiro. Usualmente lo hacia solo, sobre todo porque Yune era demasiado pequeña aun, para ambos, como para explicarle bien lo que significaba la adopción y la muerte, por lo que se quedaba con Ryuji en la iglesia donde todos los hombres religiosos la atendían y mimaban, jugando con ella y demás.

Sin embargo, eventualmente, la menor comenzó a hacer preguntas con respecto a dónde iba el pelinegro y que hacía cuando no estaba. El castaño la miró con duda cuando ella le preguntó mientras estaban en la sala, sobre el suelo, jugando con unos carritos y unas muñecas del tamaño de una nuez.

—¿Por qué no la llevas? — Naoya le dijo desde la cocina, en donde se encontraban limpiando todo junto a Izumi.

—¿Puedo?

—Sí. No creo que Rin se moleste.

—Está bien.

—¿Vamos a salir? — la niña preguntó, recibiendo en respuesta un asentimiento de cabeza del mayor.

—Recojamos esto antes de irnos. Podremos jugar después.

Yune afirmó decidida, levantándose del suelo, tomando sus cositas para meterlas en su mochila de color lavanda de plástico y con estampado de conejitos. Ryuji igualmente se puso en pie, dejando las pertenencias de su hija en el sofá, pues no era necesario llevarlas con ellos. Se encaminaron hacia la entrada donde se colocaron sus respectivos calzados y, posteriormente, salieron tras despedirse y recibir una cortesía de parte de los residentes. Caminaron por las calles en dirección al cementerio que, aunque quedaba un poco lejos, no hacía falta ir por medio de tren o similar. Durante el viaje, el castaño le explicó tan bien como podía a Yune que Rin y Yukio habían sido adoptados por Shiro Fujimoto quien, después, falleció. Lo hizo usando palabras sumamente simples para que la chiquilla pudiera entenderlo, pero sin dejar de ser directo y conciso. La niña, por supuesto, hizo preguntas durante unos instantes antes de guardar silencio, meditando sobre las respuestas del mayor.

Normalmente Yune caminaba sin ayuda, sin embargo, tras el relato de Ryuji, se acercó hasta él para tomarle de la mano. Los ojos cafés bajaron a observar a la pequeña que continuaba mirando al frente mientras caminaban; su mano se sentía suave y diminuta contra la suya, por lo que la sujetaba con extremo cuidado.

Tras unos minutos, llegaron a la entrada del cementerio, donde Ryuji le indicó a la menor que fuera silenciosa, pues sería descortés hacer mucho ruido dentro de un lugar así. El sitio estaba sumido en un aire apesadumbrado, y solo se oían sus pasos avanzando entre las lápidas con nombres distintos que Yune estuvo leyendo, difícilmente, en voz baja; podía ver que algunas eran adornadas por flores.

Al llegar a una de las filas de tumbas, casi hasta el fondo, vislumbraron a los gemelos frente a una en específico. Ambos estaban vestidos completamente de negro, guardando luto y respeto por sus muertos; Yukio se hallaba plantado junto a Rin que yacía acuclillado.

Yune se soltó de Ryuji y corrió cuidadosamente hasta los Okumura que eran ignorantes de su presencia hasta que llegó a su altura. Se abrazó al costado de Rin que le miró sorprendido, al igual que el castaño de anteojos a quien saludó suavemente en un susurro y meneando la mano en su dirección, recibiendo en respuesta un gesto igual.

—¿De dónde has salido tú? — preguntó, dejándose caer suavemente al suelo para sentarse de piernas cruzadas, acomodando a la niña entre éstas.

—Padre me trajo.

Se asomó por detrás de su hermano menor, quien a su vez giró, para dar con el castaño de perforaciones; se sentía como un total grosero, porque llevaba unos pantalones de mezclillas y una playera de solido color verde militar, en vez de prendas negras como debía ser. Yukio y Ryuji se saludaron escuetamente.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora