Visitas y bebidas embriagantes

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Rin estaba aliviado y contento de saber que había pasado todas sus materias. No había sacado calificaciones de excelencia, pero sí las suficientes como para no tener que ir a clases suplementarias durante las vacaciones de verano. Había sido el mismo caso con Shiemi y Renzo, quienes habían aprobado con lo mínimo cada una de sus materias.

Ya con la libertad de poder ir a disfrutar de su descanso, Shima confesó que junto a Miwa y Ryuji irían de regreso a su ciudad natal con intenciones de visitar a sus familias. En cuanto los gemelos Okumura e Izumo alegaron que no sabrían qué hacer en realidad con sus vacaciones, pues, de cierta forma, no tenían a un hogar al que volver, el teñido decidió, entonces, que sería buena idea invitarlos, al igual que a Moriyama, a Kioto.

Bon al principio no parecía muy de acuerdo, pero la emoción de Rin le hizo cambiar de opinión. El muchacho de cabellos negros y ojos azules no había salido más allá de su ciudad, así que pensar en ir a visitar el hermoso Kioto le resultaba una idea increíble; parecía un niño pequeño y algo cálido burbujeaba en el pecho del perforado al verle.

Rin no había podido dormir mucho, debido a lo ansioso que se encontraba por el viaje, así que no fue extraño que terminara durmiéndose en el tren. Se había sentado junto a Shima luego de que éste hubiera sido rechazado por la joven de cabellos morados, y charlaron durante un rato hasta que el pelinegro comenzó a cabecear.

—Prestame tu hombro— pidió el Omega.

El muchacho no pudo responder de ninguna forma a su amigo, pues éste ya se había acomodado contra su cuerpo y había entrado en su mundo onírico de manera inmediata. Shima miró al gato negro, mascota de Rin, hecho bolita en su regazo, dormitando y ronroneando suavemente. Las cosas se perecen a su dueño, pensó.

Apretó los labios y alzó los ojos hacia la ventana, viendo las cosas pasar al lado del tren con velocidad.

—Oh— Shiemi se había plantado frente al asiento del par, con una cajita de bento en sus manos—. Preparé emparedados, ¿quieres uno?

—Gracias, Shiemi-chan.

La chica sonrió y entregó el alimento bien envuelto en plástico al otro. Con silencio y cuidado para no despertar a Rin, Shiemi se dirigió al resto de sus compañeros para ofrecerles, igualmente, de sus emparedados.

De manera cuidadosa, el pelirosado desenvolvió el sándwich al que, sin dudar, le dio un mordisco. Sabía horrible. Aquello era asqueroso y se sintió un poco mal por la rubia al pensar que había cocinado aquello con cariño. Se obligó a tragar la mezcla desagradable de hierbas y pan mientras envolvía nuevamente el emparedado y lo lanzaba a su mochila. Hizo muecas raras y sacaba la lengua como si eso fuera de utilidad para quitarse el mal sabor de boca.

—Koneko— llamó suavemente, girándose y mirando al muchacho por el espacio que se formaba entre su asiento y el de Okumura—. ¿Traes algo de beber?

—Mh, sí. Espera.

El calvito rebuscó entre su equipaje de mano, sin embargo, fue Suguro quien entregó al otro muchacho una botella de agua.

—Gracias— Renzo dijo, poco después viendo que el pelinegro amenazaba con irse de bruces por el movimiento—. Quieto. Ugh, espero no me babee.

Lo reacomodó contra su hombro, oyendo un ronquido chistoso de su parte, palmeó su cabeza y abrió la botella para darle un sorbo.

—Siempre está durmiendo— comentó Ryuji, viendo la cabeza de cabellos oscuros de Okumura que seguía reposando sobre Shima.

—Me recuerda a un gato— Miwa dijo, divertido—. Solo come y duerme.

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