Verdades posteriores

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Despertó agotado. Sus ojos se abrieron pesadamente e inspeccionaron con cansancio el sitio, mal enfocados. Notó que ya era tarde, pues el Sol ya se había ocultado y podía apreciar el cielo nocturno desde la ventana del cuarto que no se cubría con las cortinas. Se incorporó lentamente y rascó su cabeza mientras sus ojos por fin empezaban a funcionar mejor. Se levantó de la cama donde había estado dormitando y buscó su ropa interior que había dado a parar junto a su bolso escolar.

Se vistió únicamente con ello para luego dirigirse al baño a vaciar la vejiga con somnolencia, posteriormente yendo a la cocina a tomar agua. Regresó sobre sus pasos, directo a la habitación mientras jugueteaba con una botella de agua cristalina que llevaba para Okumura quien, seguramente, estaría sediento. Abrió la puerta y vislumbró al muchacho de cabellos negros acuclillado frente a su escritorio, con el cajón a un lado y depositando los objetos desperdigados en el suelo dentro de éste con desinterés.

Rin se había despertado minutos atrás, espabilando prontamente al notar la falta de su acompañante; se había estremecido con angustia, temiendo haber sido, de cierta forma, abandonado. Había pasado los ojos por la habitación y se tranquilizó un poco al encontrar las pertenencias del castaño aun desperdigadas por el suelo. Pensando que, obviamente, Ryuji no se iba a ir en ropa interior, se levantó a recoger sus cosas y el cajón en un intento de calmar la ansiedad que logró amainar el sueño de golpe y lo ponía inquieto. Viendo a Suguro entrar, se calmó de tal forma que casi era como si le hubieran dado un calmante.

Tras cerrar a sus espaldas, avanzó hacia el joven que vestía únicamente con su ropa interior, puesto que la temperatura en la habitación estaba elevada incluso para ser aun invierno.

—Ten— le extendió la botella a la par que se arrodillaba a ayudarle.

—Muchas gracias— Rin dijo, tomando con algo de apuro el objeto para destaparlo y beber de él, pues sentía la garganta seca y la boca pastosa.

—No está roto, ¿cierto?

—Se abolló un poco de una esquina— exhaló el más bajo, con los labios cubiertos de agua y los ojos fijos en los objetos que el otro ordenaba en el cajón.

—No se nota mucho.

Suguro se levantó y deslizó la gaveta por la zona vacía del escritorio hasta acomodarlo. Lo movió un poco, para reafirmar que aun funcionaba. Al girarse, miró al pelinegro, con una mano en la botella y otra esculcando en el interior de otro cajón. Sacó una caja pequeña de color negro y una tira de cuero teñido de blanco que mostró al muchacho de ojos más oscuros, los cuales admiraron ambas cosas con duda.

—Es la llave y la gargantilla.

Intercambiaron miradas durante un largo instante antes de que el más alto agarrara la caja y el objeto de joyería. Inspeccionó el accesorio, notando el nudo perenne de color azul que se partía en dos cuando éste se encontraba abierto, y que era caro a todas luces.

Quería romperla. Sus manos picaban por el deseo de rasgar la gargantilla, aunque sabía que no podía hacerlo. Procedió entonces a abrir la caja, encontrándose con la diminuta llave plateada y, después, caminó hacia su bolso escolar.

—¿Qué haces?

—Le tomaré una foto.

—¿Para? — Rin lo vio extraer el celular de su bolso sin moverse de su sitio.

—Por precaución. Por si se te pierde.

Rin no dijo nada y bebió algo más de agua antes de darse la media vuelta para cerrar las cortinas mientras el castaño tomaba fotos al derecho y al revés de su llave. Podía sentir la molestia que picaba dentro del más alto, incluso si él no decía nada, y se giró nuevamente a mirarlo.

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