Bodas propias

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Conforme las horas avanzaban, las personas se marchaban y de a poco quedaban únicamente los más jóvenes y cercanos al matrimonio que ya se encontraban planeando su visita a un nuevo sitio para continuar bebiendo, comiendo y disfrutando. Miwa buscaba a Ryuji para poder ofrecerle su ayuda a arreglar todo el salón, junto a Tatsuma, pero entre la gente que iba y venía, encontró a Kinzo colgado de los hombros del mayor de los Okumura mientras sostenía un vaso pequeño en la mano libre.

Ambos charlaban de cosas que no conocía, aunque imaginaba que debían ser divertidas porque se reían y Rin lucía estarse divirtiendo. Sonriendo, se aproximó al par y, a una corta distancia, notó que tenían un aspecto peculiar.

—¿Han estado tomando? — preguntó una vez estuvo frente a ambos.

—Sí y no — respondió el rubio, enfatizando con movimientos de su mano.

—Okumura-kun es menor de edad.

—Solo le di un sorbo de mi sake. No creí que se fuera a poner así. Es una fiesta, no hay que ser tan cuadrados. Además, no soy tan cabrón y lo estoy cuidando.

—Estoy bien, Koneko — aseveró Rin, sonriendo sosamente y yendo a abrazar al aludido como si hubiesen estado apartados por mucho tiempo—. Un poco adormecido nada más.

—¿Estás seguro? — el calvito se divertía ligeramente por la actitud de su amigo—. Puedes decir si te encuentras mal.

El pelinegro profirió un ruido de entendimiento y afirmación, comenzando a mecerse de un lado a otro con el más bajo entre sus brazos que, riendo suavemente, le seguía el juego.

—¿Dónde está Bon?

—Mh — Kinzo dirigió la cabeza y la mirada en todas las direcciones posibles, buscando al muchacho que, según él, había visto por ahí hace poco—. No lo sé. Hace rato lo vi con su madre. Me perece que buscaban a Juzo.

El muchacho de cabellos negros apretó al más bajo, haciendo que los lentes rojizos se salieran un poco de su lugar, y depositó la mejilla sobre la calva de éste.

—Uhm. Seguiré buscando entonces. Oh, pero creo que deberíamos darle algo de agua a Okumura-kun.

—Pero me siento bien.

—Solo un vaso. Venga.

Caminó tambaleándose un poco, pues el muchacho de ojos azules no se alejaba de él en lo absoluto. Rin, luego de unos instantes, lo que hizo fue cambiar su puesto, abrazando a Konekomaru desde la espalda mientras avanzaban por el salón hacia la barra de bocadillos y bebidas. Kinzo caminó junto a ellos por impulso; sus movimientos eran un poco torpes, pero no estaba ebrio al punto de ni siquiera saber quién era. Mientras Miwa servía agua en un vaso cristalino de vidrio, Rin tamborileaba en su cabeza como si se tratara de una caja de ritmo, sin ser fuerte al punto de provocarle dolor o hematomas.

No se sentía como la vez en que Renzo había confundido latas de soda con las cervezas de sus hermanos, o no al mismo nivel al menos; su cara se sentía hormigueante, como si amenazara con terminar adormecida, y se encontraba bastante disperso.

El muchacho tarareó cuando Konekomaru le hizo alejarse de él para entregarle el vaso con agua, el cual sujetó con ambas manos, y le miró un instante antes de fijar la atención en el liquido traslucido.

—Tómala despacio, no te vayas a ahogar.

Rin asintió como un niño pequeño antes de llevarse el borde del vidrio a los labios para comenzar a beber lentamente.

—Espero que Bon no me regañe.

—No parece que realmente te preocupe.

—Meh. No mucho— Kinzo se recargó en la barra sin mucho cuidado, que ya para ese punto estaba más bien vacía, y observó a las personas en su campo de visión—. ¡Renzo!

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora