Marcas

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Exageró un poco, lo sabía, sin embargo, había sido una reacción impulsiva que emergió de un lugar desconocido de su interior. De cualquier forma, la discusión había sucedido entre ambos y lo único que quedaba era arreglarla. Conocía al pelinegro y se conocía a sí mismo, hasta donde podía, y optó por darse tiempo para relajarse, decidiéndose por hablar con el otro al día siguiente.

Rin tampoco se comunicó con su persona el resto del día, pero no se preocupó, o no mucho.

El día que vino después fue a la escuela, con la mente más esclarecida y el humor calmado. Se paseó varias ocasiones por los pasillos con la intención de toparse con su novio porque le daba algo de pena llegar así sin más al aula de éste, sin embargo, el muchacho de ojos azules no parecía estar por ningún lado. Ni siquiera se lo encontró en la cafetería durante el almuerzo y, sin remedio, la angustia comenzó a burbujear en su pecho.

Faltaba la última clase del día que abarcaba una hora y media, y se trataba de las tutorías con su maestro tutor; usualmente se trataban temas como las calificaciones, algunos anuncios con respecto a eventos o tramites, etc. No era su clase preferida, pero tampoco la veía innecesaria.

Caminó por el pasillo de los de segundo, fingiendo desinterés cuando sus ojos cafés viajaban por todos lados en busca del más bajo, y sintió su celular vibrar dentro de los bolsillos de su chaqueta escolar. Era raro para él recibir llamadas durante las horas de clases, por lo que inmediatamente pensó que podía tratarse de sus padres por alguna emergencia, sin embargo, al mirar la pantalla leyó el nombre con el que había agendado el número del mayor de los Okumura.

Demoró menos de un segundo en contestar, y se llevó el aparato a la oreja.

—Okumura. ¿Estás bien? No te he visto todo el día.

—No he ido a la escuela. ¿No te has topado con Yukio?

—No, ¿por qué?

—Mh. No, por nada— aunque el mayor no se mostró muy satisfecho con la respuesta, no ahondó más en ella, pues su novio sonaba de una manera peculiar.

—¿Te encuentras enfermo?

—Me siento mal, sí. Por eso me he quedado en el cuarto. Aunque... Quería hablar contigo.

—Yo también. Sobre lo de ayer... Sería mejor hacerlo en persona...

—Ven a verme— apretó los labios; no había sido una orden, pero Ryuji se sentía sumamente tentado a sucumbir a la indicación—. Sé que estás en clase, pero realmente es importante.

Observó las ventanas enormes del pasillo, en silencio, y luego la puerta de su aula que se encontraba abierta mientras los jóvenes dentro y fuera charlaban y se enrollaban en sus propios asuntos. Tenía clase, se repetía, no podía faltar nada más por un capricho, pero no podía evitar ser incitado por el menor; casi era como si lo estuviera seduciendo y, lo peor, es que estaba cediendo.

—Para eso he llamado— continuó Okumura—. Quería ver si podrías venir.

—¿De verdad estás muy mal? — Suguro indagó en voz baja y rasposa mientras jugaba con los aretes en una de sus orejas.

—Pues... sí. No puedo dejar el cuarto.

Mordiéndose el labio, pensativo, miró nuevamente el aula y un hormigueo le recorrió de pies a cabeza.

—Llegaré en unos minutos.

—Está bien, puedo esperar.

Ni siquiera se despidieron, aunque ninguno notó aquello, y terminaron la llamada. Guardó el aparato donde antes y se apresuró al salón para tomar de su butaca su bolso escolar.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora