Vomitivo

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Su cuerpo producía las suficientes feromonas como para anunciar a las personas alrededor suyo que se trataba de un Omega, pero no para avisar que estaba en celo. Podía considerar que aquello era algo ventajoso para él. Su cuerpo no era "normal".

Tomó uno de los supresores de su cajita, llevándose éste a la boca a la par que abría la botella de agua para tomar un largo sorbo. Se acomodó el bolso en el hombro mientras el agua y la pastilla descendían velozmente por su garganta. Avanzó hasta la entrada, batallando con la taparrosca de la bebida e importándole poco que el Alfa aun estuviera cerca de ésta.

El muchacho era rubio, aunque no sabía si era teñido o no, ligeramente largo y sujeto en una coleta baja y desordenada. Debía medir lo mismo que Yukio, pero tenía una complexión más bien grande como Ryuji.

Lo hizo a un lado de manera desinteresada y con intenciones de retirarse. Logró deslizar un poco la puerta de madera antes de que, súbitamente, el Alfa lo tomó fuertemente del hombro y lo estampó contra la pared adyacente de manera estridente.

—¿Adónde crees que vas? — preguntó, sus ojos eran del color de las avellanas y le miraban de la manera en que un depredador lo haría; con la mano libre le tomó de ambas muñecas que presionó contra el muro por sobre su cabeza—. No puedes irte así nada más, ¿eh?

Okumura se planteó, silenciosamente, qué haría para escapar; los Alfas en estro eran violentos y nada fáciles de controlar. Él era, de cierta forma, un chico problema así que estaba acostumbrado a tener peleas con chicos de su edad o incluso más grandes que se atrevían a molestar a Yukio o a él cuando eran más jóvenes. La mayor parte de las veces que se había enfrentado a golpes salía victorioso, sin embargo, hasta él sabía que tenía las de perder en esa situación.

La fuerza de un Alfa en estro no era poca cosa, todo lo contrario, sobrepasaba con creces a las de los Omegas, sin importar que tan fuera del estereotipo se encontrara.

¿Qué iba a hacer?

Podía oler las hormonas que brotaban de los poros ajenos y, bueno, no tenían un mal olor, pero no le atraían en lo absoluto. Estaba comenzando a marearse en realidad, porque se sentía abrumado por el hedor.

Se removió inquieto en su sitio, sin conseguir liberarse de su agresor.

—No te alteres. ¿No es esto lo que los Omegas desean? Un Alfa que los coja— el muchacho dijo, usando la mano izquierda, pasando del hombro ajeno y jalando bruscamente los botones de la camisa.

—¿Quién querría coger contigo? — Rin gruñó, frunciendo las cejas con enfado mientras el adverso se aflojaba su respectiva corbata del uniforme.

—Venga, no digas eso— sus dedos comenzaron a pasarse sin reparo sobre la piel blanquecina que había quedado al descubierto, causando escalofríos desagradables en la espalda del dueño que se pegó más a la pared en un intento de alejarse—. Te joderé tan bien que suplicaras por más. Así que no huyas y deja que haga lo que quiera.

El rubio tocaba aquí y allá, acariciando zonas que no debía, y se inclinó un poco para encajar su rostro contra el cuello del más bajo, inhalando con fuerza el aroma de lavanda y algodón de azúcar que de éste emergían. Su boca se posó contra la piel y succionó con suficiente presión para dejar varias marcas que a Rin le resultaron ligeramente dolorosas más que otra cosa. Movió sus piernas en un intento de patear al adverso, sin embargo, éste había colado una de sus rodillas entre sus muslos, separándolos, haciendo un poco difícil mantener el equilibro al tener las piernas abiertas.

Maldijo entre dientes. Hizo el rostro a la derecha en un intento de evitar que el Alfa le forzara un beso, mas no lo consiguió. Eso era desagradable en demasía.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora