Té de menta

445 68 16
                                    

Así como supuso Konekomaru, Suguro no ingirió alimento durante el almuerzo y permaneció completamente callado mientras miraba a través de los enormes ventanales de la cafetería. Su mal humor era tal, que resultaba palpable para el resto.

Izumo no indagó al respecto y se centró en sus asuntos, sin embargo, cuando Shiemi preguntó en susurros al calvo qué había sucedido, prestó completa atención. Bien, la chica los consideraba amigos, aunque fueran molestos e idiotas, y como tal se preocupaba por ellos. Miwa explicó velozmente y de manera muy superficial que el mayor de los Okumura había tenido algunos problemas con otro alumno. La rubia iba a preguntar más detalles, hasta que el más bajito sentenció que la situación debía ser relatada por Rin, pues él era nadie para estar hablando de cosas que no sabía a ciencia cierta; no es que tuviera ganas de esparcir rumores por ahí. Capaz y se estaba equivocando.

Yukio se les había unido al poco rato, pero no mostró preocupación o enojo alguno, por lo que dedujeron que aun no se enteraba de las circunstancias. ¿Qué estaría haciendo Mephisto? Cambiaron el tema y charlaron de cosas más amenas y banales, pero ni así Ryuji hizo caso, demasiado concentrado en las nubes que se aglomeraban en el cielo cían.

Se sentía, todavía, muy enfadado, aunque ya no lleno de ira. Una impotencia muy incómoda le aquejaba de solo pensar en los acontecimientos. Aquel Alfa de otra clase, quizás hasta de otro grado, había tratado de tomar ventaja, de aprovecharse de Rin con la tonta excusa de su estro.

Recordó las palabras de Renzo; el muchacho le había dicho que solo él era quien reaccionaba al pelinegro y viceversa, pero éste estaba en celo cuando lo encontraron con aquel sujeto. ¿Acaso Shima estaba viendo cosas en donde no las había? Pensar que se había equivocado y que Okumura reaccionaba a los estros de otros o que alguien se viera afectado por el celo de él le resultaba extremadamente irritante. No, no, cuando fue a ver a Shima se encontraba bien. No había reaccionado al estro ni nada por el estilo. ¿Entonces? Le dolía la cabeza y un poco los hombros, sin percatarse de lo tenso que se hallaba.

Rin no parecía asustado cuando se lo toparon, pero tampoco parecía estar de acuerdo con la idea de aquel rubio. Debía estar casi tan molesto o incluso más de lo que Ryuji lo estaba. Al menos no había sentido temor, o eso esperaba el castaño, porque realmente nunca había visto al pelinegro asustado por algo y de solo imaginarlo se sentía aun más enfadado. Todavía tenía ganas de golpear a ese timorato que se había atrevido a tocar a Okumura con la intención de saciar sus deseos primarios. La imagen del pelinegro, tirado en el suelo mientras vomitaba y sudaba profusamente con la ropa desarreglada, seguía fresca en su memoria. Era como una muy mala película que se repetía indefinidamente dentro de su cabeza. Y lo odiaba, lo odiaba tanto que su mandíbula se apretaba al punto de que sus encías dolían al morder.

No era común, para nada común, ver a Rin roto de esa forma. Siempre había tenido una actitud muy animada y burbujeante, tonta, inocente, y a veces demasiado positiva. Y pensar en que se encontraba temblando y devolviendo su estómago por el asco que el abuso ocasionaba hacía que la sangre de Ryuji hirviera.

Su mente durante las clases estaba hecha un lio total. Un parte estaba tratando de concentrarse en los temas, asegurándose de anotar todo y de entender lo necesario. Pero la otra, un poquito más grande, se mostraba extremadamente angustiada por el muchacho de ojos azules. ¿Estaría bien? ¿Mephisto le haría algo? ¿Qué pasaría con el Alfa ese?

Para cuando sus clases terminaron, Miwa indicó que iría a la biblioteca por su trabajo de medio tiempo, así que se despidió de él antes de encaminarse en la dirección contraria. Bon miró la espalda del más bajo alejarse, y meditó su siguiente movimiento. Sacó el celular de uno de sus bolsillos y mandó un rápido mensaje a Shima mientras caminaba en dirección al dormitorio de los Okumura; le estaba avisando a su amigo que demoraría en llegar a la habitación y que Konekomaru tenía trabajo, así que tenía una o dos horas para él mismo, cosa que seguramente le vendría de maravillas, pues seguía en estro.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora