Aroma

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A pesar de que era un Omega, sus hormonas eran tan tenues que nadie las percibía y era catalogado como un Beta más de la sociedad. Eso no le molestaba en realidad, pues para él era irrelevante su segundo sexo; eso no lo hacia mejor o inferior que el resto de la población mundial. Eso sí, su celo le llegaba como a cualquier otra persona de su clase, sin embargo, era suave al punto de que con un supresor era capaz de manejarlo sin problema alguno. No tenía por qué faltar a la escuela para estar encerrado tres días en la soledad de su habitación, si no que podía llevar a cabo su rutina sin inconvenientes.

Algo más que lo caracterizaba era su irregularidad, desconocedor de en qué momento aparecería su celo para hacerlo sentir ligeramente ansioso, por lo que se veía obligado a llevar supresores consigo en todo momento como una medida de precaución. Que fuera irregular y que sus hormonas pasaran desapercibidas no impedía que pudiera concebir ni que un Alfa lo marcara, algo que realmente nunca había sido un verdadero problema para él, pues jamás, durante sus casi 16 años de existencia, había sido atacado por alguien.

Nadie podía notar las feromonas de Omega que emanaban en cantidades escasas de sus poros, ni siquiera Shima o Kamiki podían hacerlo a pesar de su naturaleza Alfa o Shiemi que compartía su segundo sexo con él.

Había llegado, ese día, al dormitorio de sus amigos varones que lo esperaban para estudiar sobre un examen que tendrían al día siguiente; a pesar de estar en clases distintas, Ryuji y Konekomaru aceptaron ser sus tutores para esa ocasión.

—Lamento llegar tarde— comentó mientras se acercaba a la mesa que era rodeada por el resto de los jóvenes—. Tuve que ir a comer con Mephisto.

—¿Y eso? — indagó Shima desde la cama donde yacía recostado, leyendo una revista.

—No sé. Se excusó diciendo que quería pasar tiempo con sus hermanos menores. Sinceramente yo no quería ir, pero Yukio dijo que lo mejor es que asistiéramos, después de todo, es el director de la escuela y es quien nos permite estar aquí.

Extrajo las libretas y libros de su bolso escolar, depositándolos desganadamente sobre la mesa junto a un portaminas y una goma de borrar.

Rin venía de una familia extensa de Alfas; su madre era una, al igual que su padre biológico y su padre adoptivo. Tenía al menos 8 medio hermanos de parte de su padre, todos Alfas, y un hermano gemelo, Yukio, que, a su vez, era un Alfa. Él era el único Omega de la familia, y no es que eso le trajera los típicos problemas de ser menospreciado o similar, siendo honesto, pues solo Samael, alias Mephisto, Lucifer y Amaimon estaban envueltos, desgraciadamente, en su vida, y eran bastante indiferentes respecto a este hecho. El resto de sus medios hermanos jamás se habían dignado a presentarse, y si todos eran como su padre biológico, prefería que eso siguiera así.

—¿Qué tal les fue? — preguntó Miwa mientras Bon ojeaba una libreta para ver por dónde empezar.

—Bien, creo.

—¿Qué les dio de comer? — Shima volvió a intervenir.

—Ramen instantáneo. Sabía bien, aunque no me lo esperaba.

—Pensé que les haría comer algo más excéntrico o desagradable.

—Yo también, así que fue un alivio en realidad— tomó su herramienta de escritura y, tras respirar con decisión, miró al chico de perforaciones—. Comencemos.

Ryuji asintió y extendió el cuaderno frente al de ojos azules que se aproximó prontamente a él, como si eso le ayudara a procesar mejor toda la información.

—¿Entiendes esto? — Okumura negó y el más alto suspiró—. Empecemos por ahí entonces.

Fue así como se sumieron en una sesión de dos horas de estudio. Dos horas que al muchacho de cabellos negro y desordenados le parecieron eternas y cansadas. Agotado, dejó el portaminas sobre la mesa y se dejó caer contra el borde de la cama que se hallaba a sus espaldas, sacando una profunda exhalación de sus pulmones y sintiendo como Renzo le golpeaba la cabeza, suavemente, con la revista.

Alfa y OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora