Puntos que conectan un destino

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Cuando volvió a su habitación, las luces estaban apagadas y, a tientas, se escabulló entre los futones donde reposaban sus compañeros hasta llegar al propio donde se tumbó para dormir.

Por otro lado, mientras Rin se devolvía al cuarto, se topó irremediablemente con Shura que había estado rondando en los pasillos de las chicas. La mujer le miró sin una pizca de sorpresa, más bien, lucía resignada, como si hubiese esperado esa situación desde un inicio. Le dio un pequeño sermón y le dictó que fuera directamente a su pieza; ella haría de cuenta que nada había pasado, así que estaba a salvo de algún castigo. Le agradeció como quien agradece a su madre por cubrir sus idioteces, y corrió, silenciosamente, hacia su destino.

Por obra divina, quizás, ambos fueron capaces de dormir tranquilamente hasta que la mañana llegó. Bon despertó fácilmente, teniendo que batallar con Shima un rato pues, sin importar cuanto lo agitara del brazo, éste no despertaba.

Le llamó un par de veces con voz severa e incluso le dio algunas cachetadas, lo suficientemente suaves como para no dejarle marca. Finalmente, cuando el pelirosado despertó, se dirigieron, junto al resto de los Alfas varones, a tomar el desayuno. Algunos de sus compañeros ya estaban ahí, alrededor de las mesas y con los alimentos servidos en platos. Tras acomodarse y ser atendidos por las trabajadoras que dejaron el desayuno frente a ellos, comenzaron a llenar sus estómagos con total tranquilidad mientras espabilaban lentamente.

A penas empezaba el día y ya alguien estaba siendo reprendido por uno de los profesores. Shima, curioso por naturaleza, miró hacia la entrada de la sala y vislumbró a un maestro, de unos cuarenta años quizá, regañando a un Rin con las cejas fruncidas en disgusto y Kuro acurrucado en sus brazos. Dedujo que a su amigo lo estaban retando por llevar al animal al viaje escolar.

—¿Por qué no dijeron que trajeron a Kuro? — preguntó Renzo antes de girarse al menor de los gemelos.

Yukio miró al muchacho antes de fijarse en su hermano; se mostraba cansado más que impactado.

—Porque yo no sabia — contestó, suspirando y acomodándose los anteojos.

—Dijo que se había colado en su maleta— Ryuji habló sin mucho interés mientras terminaba con su porción de arroz.

—Tratándose de Kuro, no me sorprende.

—Okumura-kun y Kuro han de compartir la misma neurona— el teñido bromeó y Yukio asintió en acuerdo.

El profesor prosiguió un rato más con su sermón, ganándose maullidos del felino que parecía estarse quejando de que no se callara para continuar con su sueño. Dios, tanto escándalo por un animal que no hacía nada malo. Rin tuvo que regañar a Kuro para que se silenciara y, cuando el maestro culminó con su verborrea, se obligó a hacer una reverencia leve en forma de disculpa. Podían ver los labios del pelinegro moverse mientras parecía que le hablaba a su mascota; se acomodó en el primer sitio vació que encontró, siendo éste en la mesa de las chicas Omegas, frente a la mesa de los chicos Alfas, que no demoraron en llenar de mimos al gato quien se mostraba complacido por tanta atención. Al animalito le encantaba aquello.

—Ahora que recuerdo— Shima chasqueó los dedos antes de señalar a su amigo con perforaciones que le miró un instante como si fuera un raro—. Okumura-kun fue a buscarte anoche. ¿Para qué?

Se aclaró la garganta y se llevó a la boca un rollo de huevo como si fuera lo más importante en ese momento, ignorando por completo la pregunta del otro joven.

—Bon— canturreó—. ¿Acaso hicieron cosas sucias?

—No digas tonterías, Shima.

—Entonces, ¿qué pasó?

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