Reacción al celo

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No solo era por su irregularidad, sino también por su general descuido con todo, el que Rin no tuviera un calendario donde poder anotar sus ciclos. Era muy común que los Alfas y Omegas estuvieran atentos a los inicios de su celo o estro, pero él era diferente. Okumura era capaz de notar su celo por los efectos que éste provocaba en su cuerpo en el momento de padecerlo, no antes; era imposible para él prevenirlo.

Aquel día en especial estaba siendo caluroso para él, no tanto como para dejarlo sudando cual cerdo, pero sí lo suficiente como para llevar ropas ligeras. Su rostro era blanco a tal punto que, siempre, tenía un ligero rubor en las mejillas y la nariz, solo que en esa ocasión era más notorio. Rin no parecía notar cambio alguno.

Sus clases transcurrieron sin mayor inconveniente; a la hora del almuerzo Yukio, que era presidente de su clase, estaba ocupado con sus respectivas labores, por las que le fue imposible acompañar a su hermano y al resto de sus amigos. Rin había aparecido en la cafetería y se dirigió hacia la mesa donde lo esperaban. Había un sitio libre al lado de Shiemi, sitio que el muchacho de ojos azules solía acaparar, y otro asiento desocupado entre Shima y Bon. Le importó poco el acomodo de sus amigos y, sin pensarlo, guiado por algo más fuerte que la razón, se sentó entre los dos muchachos que ya estaban llenando sus estómagos.

Depositó la caja del bento sobre la mesa y pronto la abrió, descubriendo el arroz, la carne y el huevo que ahí se encontraban. Conversando alegremente con el resto, tomó los palillos que llevaba con él y se pegó, inconscientemente, a Ryuji que continuó impasible en su asiento, desinteresado por la actitud del contrario; Rin casi siempre era muy físico y no respetaba del todo el espacio personal de otros.

—Mh...— musitó pensativamente la rubia. Hasta entonces Okumura se percató de que la chica tenía frente suyo una libreta abierta, un lapicero y una goma de borrar—. No entiendo como llegó al resultado.

—Agh, matemáticas, yo no sé de eso— Shima dijo, mirando con desagrado el cuaderno.

—¿Qué tema es? — preguntó el muchacho de perforaciones.

La chica deslizó el objeto por la mesa hasta dejarlo frente a los ojos oscuros que observaron los apuntes de letra delicada. Frunció ligeramente las cejas mientras dejaba de lado los cubiertos y se lamía los labios antes de hablar.

—Mira.

Le hizo una seña para que prestara atención en los números que estaban escritos en las hojas e hizo amago de acercarse a ella, moviéndose a la silla vacía para poder explicarle mejor el tema de matemática con el que estaba teniendo problema. Sin embargo, a penas logró levantarse un par de centímetros de su asiento, con una mano en la espalda de la silla contigua, cuando Rin le jaló del brazo fuertemente para pegarlo de nuevo en el mueble. Las patas metálicas rechinaron contra el suelo por el abrupto movimiento. Ryuji se giró a mirarlo con intriga mientras aun se sujetaba del respaldo, y Shiemi parpadeó curiosamente hacia su amigo de claros ojos.

—¿Qué haces? — indagó el más alto, tratando de zafarse del agarre ajeno.

Rin no supo qué responder, porque no sabía qué lo había hecho reaccionar de esa forma. Solo era consciente de que no quería que Suguro se alejara de él. Le miró de vuelta, pero no le soltó y, en cambio, se abrazó casi con necesidad al brazo del otro y subió sus piernas en los muslos de éste.

—Okumura, quítate de encima.

—No quiero.

—¡Okumura!

Comenzaron a discutir. A la par de sus voces fuertes intercambiando acusaciones entre sí, Izumo se limpió los labios con un pañuelo de papel, elegantemente, y le confesó a la Omega rubia que podría ayudarle con su problema, pues Ryuji parecía ocupado por el momento. Fue así como Shiemi aceptó y comenzó a ser tutorada por la joven de largas coletas purpuras.

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