Subordinadas y obligaciones

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Se encontró con una libreta de algún alumno cuando regresaba del baño; esa vez de verdad había ido por necesidad y no por querer saltarse las clases, aunque estaban en descanso de cinco minutos entre cátedra y cátedra.

Tomó el objeto y, tras mirar alrededor, lo inspeccionó. Como toda libreta, ésta poseía el nombre del dueño en la página frontal junto a la clase y el grado al que pertenecía: era de alguien de primero y, aunque le daba algo de nervios, optó por devolver la libreta. Avanzó por los pasillos hasta dar con el salón indicado en las hojas y asomó su cabecita por la puerta abierta hasta que fue notado por la joven rubia con la que compartía club.

—Okumura-senpai— habló ella cuando se plantó frente suyo, con mirada dudosa.

—¿Qué tal? Me encontré esta libreta— Rin dijo, volviendo a ver el nombre del dueño—. Es de Takami Ushio.

—Oh. ¡Yo la conozco! Espere.

La joven dio media vuelta y se adentró aun más en el salón. Fue a uno de los asientos y agarró a una joven de cabellos negros que se encontraba hablando con otra joven de cara redonda. La guio con ella, hablándole de cosas desconocidas, hasta postrarse nuevamente frente a Rin.

—Yo soy Takami Ushio— dijo la joven con toda seguridad, pasando un mechón de liso cabello detrás de su oreja.

—Esto es tuyo. Lo encontré tirado por ahí.

—Muchas gracias.

—Takami-chan, no seas tan descuidada— le reprendió la rubia a su amiga que tomaba la libreta que el mayor le extendió.

—Debió caerse de mi chaqueta. Lamento las molestias, senpai.

—No es nada— Okumura le restó importancia, meneando la mano en el aire—. A mi nada más no se me pierde la cabeza porque la tengo pegada.

Tsubaki rio a diferencia de la pelinegra que, siendo tranquila, por lo que veía Okumura, sonrió suavemente.

—¡Okumura-kun! — oyeron la voz de Shima y el aludido se asomó al pasillo—. ¡¿Qué haces ahí?! ¡¿Estás ligando con las de primero?!

—¡Ni que fuera tú!

—¿Qué no tienes clase? — Renzo apareció en escena junto a Miwa y Ryuji que llevaban en manos sus útiles escolares.

—¿Te la estás saltando? — la voz del más alto interrumpió.

—¡No! Vine a entregar algo.

—Que poca fe le tienen a Okumura-kun.

El aludido pasó de su amigo pelirosado y abrazó al calvito mientras hacía un rostro de dolencia dramática, como si únicamente él pudiera comprenderlo.

—Senpai solo devolvió la agenda estudiantil de Takami-chan— señaló la rubia y los ojos de los recién llegados se fijaron en el objeto que la aludida sostenía.

—De nuevo, gracias.

—De nada, de nada. ¿Ven? No estoy faltando a clases ni mucho menos. Aunque ganas no me faltan.

—No te la saltes—Suguro gruñó, sosteniéndole la mirada al contrario que no parecía querer seguir sus órdenes—. ¿Tendré que llevarte a tu salón para asegurarme de ello?

—Llegarás tarde a tu propia clase.

Entrecerró los ojos un instante y tomó del brazo al pelinegro para, después, jalarlo con fuerza hacia sí, sacándoselo de encima a Miwa que solo tambaleó un poco por el movimiento brusco.

—Ya no puedes faltar— le espetó al otro joven mientras lo arrastraba con él por el pasillo, en dirección de donde habían aparecido.

—Cascarrabias.

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