Post celo en compañia y leyendas no tan ficticias

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Habían algunas botellas vacías junto a envases plásticos manchados de comida en la mesa, amontonados en una esquina; tomaron descansos intermitentes para hidratarse y comer lo que Shura les compró y que había dejado en la mesa de la cocina con una nota dedicada a ellos.

La mujer de cabellos vibrantes no era nadie para reclamarle a los muchachos sobre sus acciones. Sabía que eran adolescentes y si había algo que ellos quisieran hacer, lo harían, sin importar que tuvieran que hacerlo a escondidas, y ella prefería que lo efectuaran en sus narices para poder aconsejarles y brindarle apoyo, o regañarlos en su defecto.

Ryuji era quien despertaba luego de algunas horas dormidos, recuperado ligeramente del cansancio. La primera vez que despertó fue al baño y luego a la cocina, sorprendiéndose con lo que había encontrado, procediendo a llevar todo, dubitativo, de vuelta a la habitación en donde se hallaba el muchacho de cabellos negros.

Rin tanteaba a su lado en la cama con una mano y manteniendo los ojos cerrados. Cuando notó que el joven más alto no estaba junto suyo, comenzó a chillar como un cachorro herido y amenazaba con ponerse pronto a lloriquear por sentirse en soledad. Suguro se sintió mal casi de manera inmediata, aunque también se mostró curioso y ligeramente confundido, y, tras dejar las cosas sobre la mesa, se aproximó hacia la cama. Se sentó en el colchón con las piernas cayendo por el borde mientras miraba al más bajo aun quejándose entre sueños. Lo vio levantarse suavemente de su lecho, entreabriendo los ojos, y le acercó la mano para acariciarle las hebras azabaches con torpeza y gentileza.

—Ryuji...

—Aquí estoy.

Como no se calmaba, el castaño se trepó por completo al colchón para recostarse, siendo así que el más bajo se pegó a su persona como una chinche. Uno de los brazos blancos se pasó por el cuello ajeno, aferrándose a éste con languidez, y el mentón más moreno topó contra la frente marfil. La respiración suave y pesada de Okumura golpeaba su pecho desnudo con tanta delicadeza que a veces le provocaba cosquillas. Sintió como las piernas del más bajo se enredaban con las propias y él, lo único que pudo hacer, fue pasar un brazo por debajo del cuello ajeno y otro por su torso hasta enredar sus dedos cariñosamente por los cabellos negros; estaban ligeramente enmarañados por el jaleo hasta ese momento y un poco húmedos por el sudor.

Dejó caer, ligeramente cansado, sobre el costado de Rin el brazo con el que daba cariñitos y suplantó la labor de éste con el adverso de una manera torpe. Los párpados del menor se volvieron a cerrar pesadamente y cayó nuevamente en la inconsciencia con una rapidez impresionante.

Abrazó con fuerza la cintura del adverso, pegando su piel contra la marfil, y retiró el cabello oscuro del rostro ajeno con dificultad para depositar un tierno beso en su frente. Quizás sí era asquerosamente cursi.

Lo dejó dormir durante un rato más, no percatándose o no importándole qué horas eran ni que la luz del día se hubiese esfumado casi por completo. Cayó en su mundo onírico sin darse mucha cuenta, levantándose nuevamente a eso de las 2 de la mañana. Cuando se removió en su sitio, sintiendo el estómago rugir por el hambre, Okumura exhaló con fuerza y giró sobre sí mismo, quedándose quieto un momento antes de incorporarse lentamente.

Moviendo el brazo que hormigueaba por la presión del peso ajeno, Suguro se levantó de su sitio y anduvo por la oscura habitación hasta el switch que activó. Rin se quejó dolorosamente por el cambio de luz y llevó sus manos a sus ojos para tallarlos. Con movimientos aun somnolientos, ambos se sentaron alrededor de la mesita y comenzaron a comer lo que se encontraba dentro de los empaques transparentes, sin intercambiar palabra alguna. Se asearon un poco en el baño y volvieron a hidratarse. Empezaron a activarse abruptamente para cuando volvieron a la habitación, ordenando un poco el sitio antes de retomar su enérgica actividad.

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