Bentos

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Miraba el exterior por la ventana de su salón mientras el profesor continuaba escribiendo en el pizarrón y explicaba cosas a las que no les ponía atención; la clase era aburrida. Su barbilla descansaba sobre su mano a la vez que su codo se recargaba sobre el pupitre de madera. Podía oír la voz del profesor, pero no entendía ni una palabra que de su boca salía.

El cielo estaba ligeramente gris y podía ver las hojas y ramas de árboles que se mecían por la suave brisa fría que pasaba por ahí; el clima se tornaba más gélido con cada día que pasaba, haciendo claro que el invierno estaba ya encima de ellos. Era la mitad de noviembre y pronto se aproximaba el fin del ciclo escolar.

Observó el patio donde hacían ejercicio, pero que no se usaba en esa temporada para evitar que los alumnos pudieran enfermar. Pensó que el muchacho de cabellos castaños estaba en el gimnasio con el resto de los alumnos de su salón, pues, si recordaba bien, a esa hora tenían clase de Educación Física.

Con la mano libre, Rin tomó su lapicero y comenzó a moverlo distraídamente entre sus dedos. Apretó los labios mientras volvía a recordarse que, en efecto estaba en una relación de pareja, romántica, con Suguro. No sabía como describir toda la situación. Era toda una maravilla. Algo increíble. No pudo evitar sonreír como atolondrado sin despegar los ojos azules del paisaje.

Jamás se imaginó en un noviazgo ni nada de eso. Y no es que la situación fuera totalmente diferente a lo usual, porque Ryuji y él continuaban actuando amistosamente cuando se encontraban con el resto de sus amigos y amigas, como si supieran que esto los pudiera incomodar, solo poniéndose melosos en excepciones o al estar en completa soledad. Para él, era como tener un mejor amigo con quien podía besarse y ese tipo de cosas. Era raro, aunque no necesariamente malo, no, en realidad era bueno. Aquello le provocaba una sensación cálida y hormigueante que casi se parecía a las cosquillas.

Aunque, como aun no se acostumbraba a todo lo que significaba tener pareja, sentía vergüenza con cosas que uno podía considerar cursis. Por ejemplo, esa mañana había preparado los bentos de su hermano y él mismo como todos los días, de manera distraída. Sin embargo, sin darse cuenta, el muchacho preparó un tercer bento. No, no lo había hecho para Shura, a quien a veces le organizaba el almuerzo porque solo lo hacía cuando ella explícitamente se lo pedía o se encontraba mal de salud o de ánimo, y ese día no había pasado eso. Se quedó mirando los alimentos ordenados en la caja, sin poder creer que había cocinado para Ryuji. ¿De verdad? Se preguntaba de donde había salido esa actitud romántica. Formó una mueca de pena con su propia persona mientras cerraba los bentos; el de Yukio lo dejó en la encimera para cuando bajara con su bolso escolar, y el propio, junto al del castaño, lo guardó en su respectiva mochila.

Sí, ya lo había hecho. ¿Qué iba a hacer? No era como que fuera a arrepentirse para abandonar el bento en el refrigerador hasta que se empezara a pudrir o algo de ese estilo. Ugh, pensó mientras se estiraba la cara con frustración y vergüenza.

Las horas pasaron hasta que llegó el descanso. Sus compañeros empezaron a moverse de sus asientos, o al menos algunos que se dirigían a la cafetería para comer. Otros se quedaban ahí, charlando animados con sus amigos que se aglomeraban en los pupitres que unían para mayor comodidad.

Él, junto a Godain y Kamiki, se puso en camino hacia la cafetería; los precios ahí eran altísimos al punto de que solo gente bien acomodada podía pagarlos. Era por eso que él y su hermano no consumían nada de ahí. Sí, tenían una beca gracias a Samael y un techo donde vivir, pero no les daba el suficiente dinero como para gastarlo en esa comida extravagante que casi costaba un ojo de la cara, no, era lo justo para comprar víveres fuera de la academia.

Aunque era obvio esto y que el muchacho tenía un estomago sin fondo, les pareció peculiar que llevaba con él dos cajas de bento. ¿Tanta hambre tenía? Shima casi de inmediato pensó que quizás estaba en cinta, a lo que Izumo le miró con un rostro que denotaba lo estúpido que era.

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