Cerbero: El Guardián de las Almas

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Narra Damon:

Cuando Nicholas me dijo que necesitaba mi ayuda para algo importante nunca imagine que me haría ver anillos de compromiso con él y Dylan durante horas. Me sentía fastidiado, cansado y para este momento lo único que quería era una botella de bourbon y un bocadillo rubio de veintitantos años.

Y por lo menos pude conseguir una de esas dos cosas, ya que después de comprar la, nada barata, joya, los tres fuimos hasta un bar en el centro de la ciudad a relajarnos un rato y pasar un tiempo entre hombres, aunque eso resulte un tanto extraño para mí.

― ¿Creen que si le guste a Evie? ―pregunto Nicholas por millonésima vez mientras miraba el anillo.

―Si. ― respondí con fastidio y de un trago termine el contenido de mi vaso y basto que levantara la mano para que la amable mesera me sirviera otro.

―Ya es oficial entonces, solo quedamos tu y yo en el club de los solteros cotizados. ―Dylan me dio un codazo y sonrió. ―Deberíamos irnos de juerga alguna vez. ―

― ¿Cuándo dijiste que volvías a Los Ángeles? ― pregunte sin mirarlo y él se rió.

―Ya Nick, le sacaras el brillo a ese anillo si sigues mirándolo tanto. ―dijo Dylan entre risas.

―Es que... estoy nervioso. ―Nicholas nos miró con una sonrisa estúpida en su rostro. ―Siento que cuando se lo proponga, me ahogare en mis propias palabras. ―

―Te voy a meter ese anillo en el trasero hasta que sientas que enserio te ahogas. ―volví a terminarme mi trago de bourbon y miré a mi alrededor en busca de ese bocadillo que tanto deseaba.

Para ser honesto, no me molestaba el hecho de que Nicholas se sintiera tan emocionado por esa gran propuesta que tenía en mente, lo que me molestaba era que él no tenía ni idea de que muy probablemente estaba durmiendo con el enemigo y yo lo único que yo podía hacer era protegerlo como se lo prometí alguna vez a Evie.

Tenía la esperanza de que Sophie y Joseph encontraran una solución a ese jodido problema llamado Akasha, pero ya habían pasado cuatro días y las únicas noticias que había recibido de su parte eran fotografías del paisaje checo, como si la parejita hubiera ido de luna de miel.

Y como si los hubiera invocado con el pensamiento, mi teléfono vibro anunciando una llamada de la brujita rubia.

― ¿Alguna novedad? ―pregunté en cuanto puse la bocina sobre mi oreja.

―Tenemos una pista, pero necesitaremos tu ayuda. ―respondió ella al otro lado.

― ¿Sobre qué? ―

―Tenemos que buscar a Cerbero y dijeron que tú lo conoces. ―

―Cerbero... ―antes de continuar me percaté de que tenía las miradas de Nicholas y Dylan sobre mí y que ese par de pelmazos idiotas estaban escuchando lo que decía. ―Dame un minuto preciosa, necesito buscar algo de privacidad. ―me levanté y salí del bar.

― ¿Estas con alguien? ―

―Con Nicholas y el que no es lobo... ahora sí, dijiste Cerbero, ¿esa es la gran pista? Es prácticamente imposible encontrar a esos tres. ―apreté el teléfono.

―Lo sé, pero mi tía Danka dice que solo ellos pueden ayudarnos con todo este problema. ―

Me despegue la bocina del oído y camine en círculos, completamente frustrado al escuchar que ese maldito can era la respuesta que estábamos buscando. La primera y última vez que los vi fue una completa causalidad.

Lo recuerdo perfectamente, llevábamos un tiempo huyendo en compañía de Lestat, Katherine, Evie y Nicholas, y seguíamos reclutando hombres valientes para enfrentarnos a Akasha, cosa que claro, no termino bien porque ninguno de esos valientes guerreros sobrevivió.

Por Siempre, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora