El Diablo viene y suspira

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Narra Akasha:

La idea de la inmortalidad es deseable hasta que caes en cuenta de que la tienes que vivir en soledad, todos los vampiros suelen tener un mismo pensamiento con respecto a esto alguna vez, uno que involucra lo insoportable de la eternidad. Algunos deciden poner pausa viviendo en las sombras pudriéndose en una hueca y solitaria existencia, otros, los más débiles, terminan con su desdicha, pero yo no soy así, yo solo deseo encontrar a alguien digno para compartirla.

He esperado durante mucho tiempo dejando pasar los siglos con la única esperanza de que ese compañero ideal llegue a mí, por eso ahora que lo he encontrado no dejare que nada ni nadie me aleje de él.

Ver a Nicholas caminando por los corredores del castillo que pudo ser mío me molestaba, en especial porque no podía acercarme a él, debía mantenerme a una distancia prudente, observando desde la oscuridad y eso no era propio de mí. Yo no me ocultaba, por eso era el momento justo para hacer uno de mis movimientos y así demostrar que yo seguía al mando de este juego.

Observé con atención el exterior de la fortaleza y sus alrededores boscosos, no conocía nada de este sitio, su interior era por completo incierto, a excepción de lo que mis ojos lograban capturar desde mi posición, pero para lo que mi mente estaba planeando no necesitaba conocer mucho del lugar, así que me acerqué.

Los únicos que podrían llegar a preocuparme eran los pulgosos del inframundo, así que mientras mantuviera una distancia prudente con ellos, no habría problema. Mientras me adentraba a los terrenos del castillo dejaba que mis sentidos me guiaran, los sonidos y los olores eran fundamentales para llevar a cabo mi arriesgado plan.

―Golpea hacia mis manos y mantén tu rostro cubierto. ―Escuche la voz del insoportable hermano de Nicholas y cuando me acerque a ver de dónde provenía, lo vi a él y a una de las escocesas entrenando combate.

― ¿Cuándo podré usar armas? ―pregunto la chica, al tiempo que bajaba los brazos y se limpiaba las gotas de sudor que resbalaban por su frente. ―Quiero poder usarlas y ayudarlos en contra de ese monstruo que ataco a mi hermana. ―

― ¡Ja! Lo dice como si tuviera alguna oportunidad contra mí. ―dije para mí misma y traté de no reír.

Sería tan fácil asesinarlos en este preciso momento; ni siquiera me verían acercarme, solo me bastarían un par de minutos para arrancarles el corazón o la cabeza, pero hoy estaban de suerte, los dejaría vivir un par de días más. Ya después disfrutaría viendo su sangre derramarse.

Seguí mi camino hacia adentro del castillo, abrí una puerta angosta y caminé por un pasillo hasta llegar a la cocina. Y apenas la vi me sentí en 1400, porque a pesar de que los objetos y electrodomésticos estaban modernizados, todo lo demás era demasiado antiguo, sin duda a Lestat le urgía un decorador de interiores o una nueva casa.

Me tome un momento para ver que había en la alacena y el refrigerador, pasaron un par de días desde la última vez que tome un bocadillo y bueno, hasta los vampiros indestructibles debemos comer algo a veces, por lo menos para mantener nuestros órganos en funcionamiento, por irónico que eso suene ya que básicamente los vampiros estamos muertos.

Mientras buscaba algún tipo de alimento ligero dentro del refrigerador, escuche como alguien se acercaba a la cocina, eran pasos ligeros así que se trataba de una mujer. Guarde silencio absoluto y me concentre en su olor para poder identificarla... casi di un saltito de júbilo al darme cuenta de quien se trataba.

―Bien, la señora Von Kleist me dijo que podía usar la cocina como si fuera mía y que aquí encontraría todo lo necesario para hornear tanto pan como yo quiera. ―la novata vampira entró sin percatarse de que yo estaba ahí. ―Es un alivio que no considere extraño mi método de relajación, pero hornear siempre me hace sentir mejor y necesito estar mejor para seguir con mi entrenamiento. ―

Por Siempre, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora