Ya nada será igual

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Narra Akasha:

En toda mi existencia he contado con miles de seguidores, vampiros que al igual que yo creen en la superioridad de nuestra raza ante cualquier otra, pero no existía nadie a quien yo pudiese considerar un igual, fue así hasta que por azares del destino lo conocí a él, el mismo hombre que ahora me había ayudado a asistir a la fiesta que tontamente ofrecían en honor a mi ex esposo.

Desde mi posición en el bosque, observe con detenimiento a cada uno de los invitados que llegaban al castillo, algunos en lujosos automóviles, como si ese tipo de posesiones demostraran quien es más poderoso que los demás. Imbéciles, eso eran.

Caminé hasta la entrada principal y sonreí victoriosa, ninguna de las magias de Lestat y su aquelarre podrían evitar todo lo que tenía planeado para esa noche, así que, al pasar el filtro de la puerta, mi acompañante y yo nos separamos, porque claro, él también tenía "un par" de asuntos pendientes que debía resolver.

La cantidad de personas en el gran salón del castillo era la adecuada para mantenerme en un perfil bajo y como los invitados eran tan o más idiotas que los mismos anfitriones, ninguno se percató de mi presencia.

Recorrí el lugar con la mirada, localizando a cada uno de mis enemigos. La primera fue Katherine esa maldita sierva platicaba otras mujeres sobre lo perfecta que era su vida al lado de mi ex y mi hija.

―Algunas mujeres se conforman con lo que desechamos otras. ―dije en voz baja.

Al siguiente que vi fue al nuevo lobo amigo de Nicholas, se veía tan feliz que hasta me hizo creer que ya no recordaba el rostro sin vida de la miserable niñita escocesa con la que activo su licantropía. Detrás de él, la bruja y el humano policía recorrieron el salón tomados de la mano, y verlos así me complicaba las cosas, porque ahora no sabía a quién iba a matar primero para hacer sufrir al otro.

Al girarme para evitar hacer contacto visual con la bruja, divise al mayor de los perros justo detrás de la mesa de bocadillos, comiendo como si hubiera estado meses sin probar alimento, pero su mirada estaba clavada en algún punto justo del otro lado del salón.

Miraba a la sucia e inservible novata escocesa, no fue difícil reconocerla, ya que su horrible y grasoso cabello rojo era algo que la caracterizaba; Sé que disfrutare como nunca cuando por fin pueda arrancarle la cabeza de su lánguido cuerpo.

Por su costado paso el vampiro idiota, Damon la ignoraba al tiempo que le ofrecía una copa de champagne a mi objetivo principal: Mi querida hija.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mi rostro, nuestros atuendos eran iguales, justo como estaba planeado. Debía aceptar que Genevieve había heredado un poco de mi belleza, así que eso facilitaba aún más las cosas.

Eché otro vistazo al lugar en busca de Nicholas, pero en su lugar solo me encontré con el maldito pulgoso causante las cicatrices que ahora marcaban mi piel, apreté la mandíbula y contuve las ganas de acercarme a él y asesinarlo, en verdad deseaba hacerlo, pero sería alguien más quien se encargaría de enviarlo de vuelta al inframundo.

Así que, para tranquilizar mi instinto asesino, decidí salir de ahí en busca de Nicholas, no sin antes percatarme de como una pelinegra se acercaba a mi hija con la intención de pelear, otro punto a mi favor, ya que eso los mantendría ocupados por un rato.

―Excelente fiesta, Genevieve. ―un licántropo, probablemente miembro de la manada del pueblo, se acercó a mi cuando estaba saliendo del gran salón. ―Gracias por invitarnos. ―

Le dediqué la mejor de mis sonrisas falsas y sin decir nada seguí mi camino. No perdería mi tiempo fingiendo ser Genevieve y mucho menos con esa criatura inferior. Cuando por fin logre mi cometido, los licántropos solo tendrían dos opciones, servirme o morir.

Por Siempre, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora