El Simbolo de la Bruja

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Narra Seokjin:

Veltesta se encerró en su habitación después de que Nicholas casi descubriera su gran hazaña con la tinta. El idiota de mi hermano no se daba cuenta del alcance que podrían tener sus decisiones y lo que podría pasar si ese humano se enfrentaba a él. Jungkook simplemente no pensaba.

Y todo era por culpa de esa vampiresa.

Estoy seguro que, si no terminábamos cuanto antes con esta misión de asesinar a Akasha, yo iba a enloquecer, las féminas con colmillos me estaban desquiciando, y para este punto, lo único que quería era tomar a mi hermano y volver con él a Nueva Caledonia, de donde nunca debimos salir.

Nunca debimos involucrarnos con vampiros... Aunque...

«No Seokjin, ¿Qué tienes en la cabeza?» Casi me auto bofetee para alejar los pensamientos de mi cabeza.

Ni por error debía considerar que involucrarnos en esta odisea del demonio tenía su lado bueno. Y mucho menos tenía que pensar que reencontrarme con ella era algo agradable.

«Ella...»

― ¿Estas sonriendo? ―la voz de Dylan me tomo por sorpresa. El licántropo estaba de pie frente a mí y me miraba fijamente mientras bebía de un vaso con agua. ―Jamás te vi sonreír antes. ―

―Estas alucinando. ―dije mirando el sándwich que me estaba preparando en modo automático desde que había entrado a esa cocina antigua.

―No, no, estoy seguro de que vi cómo se formaba una sonrisa en tu rostro. ―añadió con tono de burla. ―Mi abuelita decía: "Aquel que solo se ríe, de sus maldades se está acordando", ¿Hiciste alguna travesura, Jin? ―lo mire con desdén, esperando que eso lo alejara, pero erre. ―OH ya veo... estás pensando en alguna mujer, ¿verdad? ―

―Dylan...―

―Sí, las mujeres son las únicas que nos pueden hacer sonreír de esa manera... ¿Quién es? ¿La conozco? ¿Es Camille? ―el hombre lobo ya no media sus límites, simplemente se estaba mofando de mí. ―Esa chica es preciosa, ¿no te parece? ¿Crees que le molestaría salir con alguien que tiene pelo una noche al mes? ―

― ¡Basta! ―clave con fuerza en la madera de la mesa, el cuchillo de mantequilla con el que estaba untando la mayonesa en mi sándwich.

―Okay. ―Dylan retrocedió un par de pasos y me sonrió. ―Entiendo que no debo meterme en tu territorio, lo lamento. ―

―No es mi territorio, para empezar, las mujeres no son territorio de nadie. ―escupí.

―Eso es cierto, pero sabes a lo que me refiero... Jamás me involucraría con la enamorada de un amigo. ―lo vi salir de la cocina dejándome solas.

Todos esos comentarios con respecto a mi pasado con Camille les habían hecho creer que estaba enamorado de ella, cuando evidentemente no era así, para mí, simplemente era una conocida, alguien con quien pase algo de tiempo.

Así que no tenía sentido lo que Dylan había dicho y mucho menos que yo sonriera cada vez que ella venía a mis pensamientos.

―Ya basta Drittesta. ―di un bocado a mi sándwich, más a fuerzas que con ganas, porque el hambre se me había espantado.

Volví a mi habitación después de asegurarme de que mi hermano siguiera en la suya sin meterse en problemas y me recosté en la cama. Por un momento, mientras miraba los ladrillos del techo, pensaba que mis únicas preocupaciones eran la vida amorosa de Veltesta y la propia Camille.

Lo primero porque no quería que mi tonto hermano resultara herido y lo segundo... porque debía admitir que, por más que quisiera no quisiera admitirlo, ni pensar en ella, mis pensamientos terminaban en Camille Dubois y los recuerdos que compartíamos. Haberme reencontrado con ella removió mi pasado.

Por Siempre, AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora