Capítulo 3.

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Después de conducir mi moto durante más de tres horas, al fin llegué a la dirección que el señor Sanders me había apuntado en una nota, junto con el nombre del chico al que debía encontrar. Nada más paré y me quité el casco, fruncí el ceño al ver que se trataba de la entrada a la universidad privada de Cave City.

—Pero qué... —murmuré extrañado y sin entender nada, puesto que yo pensaba que tenía que encargarme de un niño de mucha menos edad.

Me bajé de la moto y, tras colgarme el casco en uno de mis brazos, caminé hacia la entrada mientras era observado por algunos chicos y chicas que salían y entraban. Al parecer, mi aspecto no encajaba mucho con aquel lugar. Una vez dentro, me encontré con un enorme patio decorado con fuentes de piedras y cientos de árboles y plantas de diferentes clases. Imagen armoniosa donde las hubieran que, particularmente, para mí era el mismísimo infierno. Anduve durante unos minutos más, preguntándome cómo iba a encontrar a aquel chico si ni si quiera tenía una foto de él, hasta que me topé con un grupo de personas de más o menos mi edad, y vestidos como si fueran a convertirse en el futuro del país. Desesperado, me acerqué a ellos para preguntar.

—Eh —llevé mi mano a la espalda de uno de ellos que, al parecer, estaba contando un chiste.

El chico se volteó y frunció el ceño.

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó confuso, sintiéndose algo amenazado por mi apariencia.

—Sí, ¿sabes quién es un tal...? —saqué la nota del bolsillo de mi chaqueta de cuero y la miré—. ¿Norman Night? —dije a la vez que leía el nombre escrito.

—¿Norman Night? —alzó una de sus cejas y giró levemente su cara hacia sus amigos.

—Sí, ¿le conoces o no? —contesté comenzando a enfadarme por su actitud.

—¿Para qué le buscas? —se cruzó de brazos.

—¿Y a ti qué te importa? —farfullé a la vez que volvía a guardar la nota.

—Dile dónde está, seguro que es su amigo —intervino un chico rubio que había detrás.

—Cómo no... —respondió, repasando mi ropa con su mirada—. Suele estar en el primer edificio, es raro que no le hayas...

—Gracias —mascullé sin ni si quiera darle tiempo a terminar la frase, y me volteé para volver a la entrada. Aún no había ni comenzado y ya estaba cansado de aquel trabajo.

Cuando pasé por la puerta del primer edificio, un par de chicas salían de ella, así que me acerqué y les pregunté si conocían al maldito Norman Night.

—Ah, sí, está en mi clase —contestó en un tono amable mientras su amiga me comía con la mirada.

—¿Ha venido hoy? —rodé los ojos.

—Sí, he estado con... —dijo mientras buscaba por su alrededor con la mirada—. ¡Oh, mira!¡Ahí está! —señaló con su mano las escaleras.

Llevé mi mirada hacia estas y, entonces, vi cómo un chico de mi estatura, un poco menos pálido que yo, pero con la melena negra un par de centímetros más larga que la mía, las bajaba a la vez que terminaba de guardar un libro en su mochila.

—¿Quieres que le llame? —la chica volvió a hablar, haciendo que reaccionase.

—¿Eh? —la miré—. No, no —negué levemente con mi cabeza y comencé a caminar hacia el principio de las escaleras, dejando atrás a ambas chicas, las cuales se quedaron confusas por mi comportamiento—. ¿Norman? —pregunté una vez me acerqué a él.

—¿Te conozco? —me miró con el ceño fruncido.

Al mirarle a los ojos, me di cuenta de que los tenía de un color gris oscuro de lo más particular. Su aspecto no se parecía nada al del resto de sus compañeros, ya que llevaba una sudadera gris bastante ancha, unos pantalones negros y unas deportivas a juego. Además de la cadena de plata que tenía en su cuello, y los aros pequeños que colgaban de sus orejas.

PSYCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora