Capítulo 12.

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—¿Cariño? —frunció el ceño—. ¿Cómo voy a enseñarte el cariño?

—No lo sé —me separé de él hasta que mi espalda quedó recta de nuevo—. ¿Cómo se le enseña a un niño pequeño? —me crucé de brazos.

—Pero, Damien, para eso debo tocarte —se incorporó y se puso en pie, quedando su cuerpo a poca distancia del mío—. ¿Eres consciente de ello? —fijó su mirada en la mía.

—Te doy permiso —respondí algo extrañado.

—Está bien... —murmuró llevándose una mano a la nuca.

—¿Qué pasa?¿No quieres? —alcé una de mis cejas al ver cómo había desviado sus ojos.

—No, no es eso —negó levemente con su cabeza y me volvió a mirar—. Es que no me lo esperaba, y será un poco raro —hizo una mueca de confusión con la boca.

—Pues es lo que te toca —chasqueé mi lengua y le agarré del brazo—. Empezaremos mañana —apreté mis dedos en él y di un tirón para que comenzase a caminar hacia mi habitación—. No te muevas de aquí —le señalé con mi índice, a lo que el chico asintió, y me dirigí al salón para apagar la televisión y coger la silla de retención. Una vez volví junto a Norman, le senté y amarré en ella.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo mientras yo terminaba con una de las correas de sus muñecas.

—Qué —contesté con cansancio.

—Sé que tu relación con Rain es meramente física, pero, ¿ni si quiera con él has sentido un atisbo de cariño? —preguntó, haciendo que yo alzase mi mirada a la suya.

—Ya te he dicho que no sé lo que es, así que tampoco sé si lo he llegado a experimentar o no —le solté y me dejé caer sentado en la cama.

—Se supone que es como una sensación cálida en el pecho —respondió, acomodándose en la silla—. Te reconforta e incluso te hace sonreír —añadió con un tono lleno de ternura.

—Pues no, ni idea —me encogí de hombros y me levanté para ir hasta mi armario y sacar la ropa cómoda que me ponía para dormir.

—Eso es triste —comentó a mis espaldas mientras me quitaba la camisa y me ponía la camiseta.

—Supongo... —me volteé hacia él y me empecé a quitar los pantalones, provocando que girase levemente su cabeza hacia otro lado—. Pero bueno, para eso vas a estar tú —sonreí pícaramente.

—Damien, no sé si...

—Lo harás —le interrumpí y me acerqué a él una vez me cambié por completo—. No tienes opción de elegir —llevé mi mano a su barbilla y di una pequeña caricia con mi pulgar en ella—. ¿Lo has entendido?

—Perfectamente —asintió con suavidad.

—Bien —apagué la luz de la habitación y me metí bajo las sábanas de mi cama—. Ahora, a dormir, que he trabajado muy duro —bostecé a la vez que acomodaba mi cabeza en la almohada—. Además, quiero que llegue mañana cuanto antes —murmuré nada más cerré los ojos, a lo que escuché cómo Norman soltaba un suspiro.

Pocos minutos después, me dormí.

—Santo cielo, ¿qué ha pasado aquí? —escuché una voz entrando por la puerta de mi cocina que daba al jardín.

Abrí mis ojos sorprendido y me metí bajo la mesa del salón para ver entre las patas de las sillas de quién se trataba. Al cabo de unos segundos, vi a un hombre moreno, bien peinado y con un traje caro adentrarse en el salón. Se puso a observar el desastre que había formado; todo estaba sucio y olía mal. Entonces, cuando se acercó a la mesa, me eché para atrás por puro instinto, lo cual hizo que una de las sillas se arrastrase.

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