Capítulo 27.

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Me mantuve despierto durante toda la noche. Aunque le hubiera dicho a Norman que iba a avisarle para que él vigilase y yo pudiera dormir, quise que descansara todo lo posible. Poco después de que amaneciera, comenzó a removerse a mi lado.

—Damien... —levantó su cabeza de mi hombro para mirarme aún adormilado—. ¿Por qué no me has despertado? —se frotó el ojo con una de sus manos.

—Supongo que no me sentía seguro contigo vigilando —me encogí de hombros, provocando que el chico me matara con la mirada.

—Muy gracioso —chistó con su lengua mientras se sentaba bien a mi lado para estirazarse—. Entonces, ¿no has dormido nada? —volvió a mirarme, esa vez preocupado.

—No, pero estoy bien —le dediqué una leve sonrisa, aunque él no me la devolvió.

—Uhm... —se puso en pie y contempló nuestro alrededor—. ¿Qué has hecho durante toda la noche? —se volteó hacia mí a la vez que yo me levantaba despacio, puesto que tenía el cuerpo bastante agarrotado de no haber cambiado la posición en toda la noche.

—¿Cuidar de ti? —alcé una ceja, a lo que Norman me sonrió al fin.

Se acercó a mí y me abrazó por el cuello.

—Gracias —susurró en mi piel una vez rodeé su cintura con mis brazos.

—¿Has pasado frío? —pregunté sobre su oído.

—No —negó suavemente con su cabeza—. Tu cuerpo me ha calentado —se fue separando hasta que pudo mirarme a la cara.

—Eso no ha sonado muy bien —solté una pequeña carcajada que fue seguida por otra suya.

—No empieces —rodó los ojos y deshizo su agarre, provocando que yo también lo hiciera, para ir hasta una de las maletas que había en la moto—. ¿Desayunamos? —dijo a la vez que sacaba el paquete de pan de molde.

—Hazlo tú, yo estoy bien —saqué mi pitillera del bolsillo de mi chaqueta y, justo cuando me coloqué el cigarro entre mis labios, Norman me lo arrebató, haciendo que le mirase extrañado—. ¿Qué haces?

—Come —ordenó serio.

—No —fruncí el ceño.

—Está bien —se cruzó de brazos—. Yo tampoco lo haré —encogió sus hombros.

—Qué infantil —solté un suspiro, llevándome una mano al pelo para retirarlo hacia atrás—. Está bien, prepáralo en lo que yo voy a... —señalé hacia un árbol a unos metros de nosotros; llevaba toda la noche sin hacer mis necesidades y ya no podía aguantar más.

—Vale —asintió con una sonrisa, lo cual hizo que le mirase mal, y volvió a coger el paquete de pan mientras yo me alejaba de allí.

Una vez terminamos de desayunar, recogimos las mantas y toda prueba de que habíamos estado allí, y nos montamos en la moto para volver a la carretera. Pero, como era de esperar, nos quedamos sin combustible antes de que llegáramos a una gasolinera. Afortunadamente, faltaban unos pocos de kilómetros para llegar a Ledmont; un pueblo de pocos habitantes, el cual iba a ser perfecto para hacer una parada, ya que Stan no tenía a nadie trabajando por allí, o al menos que yo supiera.

—Damien, ¡mira! —exclamó Norman tras media hora en la que no dejamos de caminar arrastrando la moto por la carretera.

Llevé mi mirada hacia donde señalaba su mano y vi una gasolinera a lo lejos.

—Démonos prisa —giré mi cara hacia la suya, a lo que el pelinegro asintió con firmeza.

Nada más llegamos, me puse a rellenar el depósito de la moto, ya que el pago allí era manual y no hacía falta entrar en el local para que el dependiente activara el proceso.

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