Capítulo 31.

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ACLARO LA CONMOCIÓN DEL CAPÍTULO 30 (Y EN LOS QUE SALGAN):

PARA QUIEN NO SE HAYA LEÍDO MI OBRA "LA SANGRE DEL HÉROE", OS EXPLICO QUE DABI Y DARIAN SON LOS PROTAGONISTAS. DE AHÍ QUE VEÁIS TANTOS COMENTARIOS DE GENTE VOLVIÉNDOSE LOCA POR LA APARICIÓN DE ESTOS. DIGAMOS QUE DABI MURDER ES ALGO ASÍ COMO... EL REY DE ANONYLANDIA.

PD: No sabéis lo que me ha costado no narrar desde la perspectiva de Dabi, y verle desde fuera. Está enfadado; lo sabe, lo sé, lo sabéis.

Fui abriendo lentamente mis párpados a causa de las punzadas que sentía mi hombro. Cuando finalmente pude ver, me encontré con el rostro de un niño pequeño, con el pelo negro y unos ojos amarillentos que fueron los que me hicieron reaccionar.

—¡Por fin! —exclamó con una sonrisa traviesa. El niño estaba de rodillas a mi lado, con los brazos cruzados sobre el poco espacio que mi cuerpo tumbado dejaba en el sofá.

—¿Dónde estoy? —murmuré confuso, observando el salón desconocido en el que me encontraba—. ¡¿Norman?! —hice el intento de incorporarme, provocando que el pequeño cayera de culo al suelo, pero nada más mi mano derecha se apoyó en el sofá, sentí tanto dolor que no pude evitar tumbarme de nuevo.

—Tranquilo, está duchándose arriba —contestó otro chico que se adentraba en el salón. Era un adolescente, pálido de piel y con un mechón blanco en el flequillo. Al igual que el pequeño, vestía de negro, con un estilo bastante poco común para sus edades.

—Sí, veníais llenos de sangre —carcajeó, haciendo que le mirase de nuevo.

—Bobi, ve a avisar a Dabi —volvió a hablar el más mayor, a lo que el pequeño se puso rápidamente en pie y corrió hasta la puerta del salón.

—¡Dabi, ya está despierto! —le escuché gritar una vez salió, provocando que el del mechón blanco rodase los ojos y soltara un suspiro de cansancio a la vez que se dejaba caer en un sillón que había a un par de metros del sofá.

—Como le hayáis hecho algo a Norman... —clavé mis ojos en él.

—Qué —soltó una carcajada muda—. ¿Nos vas a matar con la mitad del cuerpo vendado y un brazo para el arrastre? —alzó una ceja.

—Deberías darnos las gracias por salvarte la vida —intervino una voz algo más grave que hizo que girase mi cara hacia la puerta. Se trataba de uno de los chicos que recordaba haber visto antes de desmayarme. En aquel momento sí pude fijarme más en su físico; pálido de piel, pelo negro, con un flequillo que le tapaba un ojo, ropa negra y varios collares colgando de su cuello.

—¿Dónde está Norman? —hice todo mi esfuerzo por incorporarme y quedar sentado; fue una estupidez, pero pensaba que así me verían menos débil.

—Ya te lo ha dicho mi hermano —señaló al del sillón—. Arriba, duchándose —caminó hasta mí y se inclinó un poco, apoyando las manos en sus rodillas.

—Qué —fruncí el ceño al ver cómo me observaba atento.

—Nada... —respondió algo extrañado tras unos segundos en los que se quedó contemplando mis ojos.

Entonces, oí cómo unos pasos acelerados bajaban las escaleras.

—¡Damien! —exclamó Norman con alegría nada más llegó al salón.

—Norman, estás bien —suspiré, viendo cómo se acercaba a mí y se sentaba a mi lado para abrazarme con cuidado de no hacerme daño.

—Eso debería decirlo yo —murmuró sobre mi oído y soltó una leve carcajada, como si así fuese a destensar su cuerpo de todos los nervios y la angustia que seguramente había pasado por mi culpa—. ¿Cómo te encuentras? —preguntó una vez nos separamos.

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